Tania Navarro, la mujer trans que sobrevivió al franquismo: «Aprendí a transformar el odio en amor»

Tania Navarro, la mujer trans que sobrevivió al franquismo: «Aprendí a transformar el odio en amor»

A sus 70 años, la activista echa la vista atrás para repasar una infancia de menosprecio y maltratos durante la dictadura, seguida de una juventud en la que desafió la transfobia

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Tania Navarro nunca tuvo una infancia. Como ella dice, se hizo mayor “demasiado rápido”. Nacida en 1956, en plena dictadura franquista, creció en un entorno en el que la palabra “transexual” no se había escuchado nunca, y acumuló años de abusos y desprecio hasta que de mayor se convirtió en una de las protagonistas del activismo LGTBI en España durante la Transición. Hoy es de las pocas voces que quedan de esa generación mujeres trans.

“He sufrido mucho, pero he aprendido a transformar el odio en amor”, reivindica. Navarro se considera una superviviente de la represión franquista. Testigo en sus carnes de la brutalidad que sufrieron las personas trans en esa época, en su caso durante la infancia y adolescencia, lo dejó escrito en su libro La infancia de una transexual en la dictadura. A través de los ojos de mi madre (Universo de Letras).

A pocas semanas de que se conmemore el 50 aniversario de la muerte del dictador Francisco Franco, Navarro repasa esa trayectoria que derivó en una defensa de los derechos LGTBI en la que hoy sigue militando.


Tania Navarro muestra una foto en la que aparece a la cabeza de la histórica manifestación del Orgullo en Barcelona en julio de 1977

Desde pequeña, explica, fue maltratada por su familia y marginada por la sociedad. En casa eran tres hermanas, un hermano y Tania. Solo ellas la protegieron, asegura. “Hace 58 años, ser transexual era un pecado mortal. Bueno, entonces ni siquiera existía la palabra travesti, simplemente te llamaban maricón”, recuerda. “No tuve ni hogar, ni familia, ni educación, ni amor”, añade. Fue a los seis años cuando se dio cuenta de que en realidad era una niña.

A los ocho años, sin que nadie le hubiera contado nada sobre identidades, menos aún sobre derechos, le robaba la ropa a su hermana Marina para irse a la feria a bailar. A cambio, le daban fichas para los coches de choque y un bocadillo. En casa, muchas veces no había nada que comer. Su madre trabajaba todo el día para mantenerlos y no podía ver lo que ocurría a su alrededor.

Aceptar su identidad le costó golpes, humillaciones y rechazo. A los nueve años la enviaron al Asilo Duran, un reformatorio religioso de Barcelona donde sufrió abusos y castigos constantes. Allí, los curas la llamaban “hijo del diablo”, rememora, y la sometían a violencia física y psicológica. Ese internado, clausurado como tal en 1977, ya era por entonces conocido en la ciudad por su dureza y acabó siendo símbolo de la deshumanización de los menores.


Tania Navarro, en la cocina de su casa en Barcelona

Tras salir de allí, en 1972, con apenas 16 años, Navarro fue encarcelada por primera vez en la prisión Modelo de Barcelona, debido a la aplicación de la Ley de Peligrosidad Social, que perseguía la homosexualidad. “He visto a personas pagar seis años de cárcel por ser maricón”, afirma.

En su periplo institucional pasó también por el psiquiátrico de Sant Boi, donde asegura que fue sometida a terapias de electrochoques para “curar” su identidad. “Me pusieron corrientes en la cabeza. Si decía que me gustaban los hombres, me daban descargas”, relata. De ese recinto, se acabó escapando (igual que del reformatorio).

Pese a todo, esta mujer trans logró abrirse paso en Barcelona y antes de alcanzar la mayoría de edad encontró un sitio como vedete en el club Panam’s. Inició así una trayectoria que la llevó por escenarios de España y de Europa durante dos décadas, desde Madrid a Alemania, Suiza o Francia.

Asegura Navarro que esa época, los años 80 y los 90, fueron para ella una nueva era de libertades conquistadas, pero también de excesos. “La droga arrasó con todo: pisos, coches, joyas, vidas”, dice con tristeza sobre la irrupción de la heroína.


Tania Navarro durante un espectáculo en un club en Madrid en 1979

Antes de su eclosión como artista, sin embargo, Tania se convirtió en una de las protagonistas de la primera movilización del Orgullo en España: la de 1977. Aquel 26 de junio, en plena Transición, un grupo de hombres y mujeres, homosexuales, lesbianas y transexuales, salieron a las calles del centro de Barcelona para exigir derechos.

Pasearon sus pancartas por La Rambla ante la mirada atónica de los vecinos. “Nosotras abrimos camino para todos. Entonces nos jugábamos la vida”, proclama Tania. Algunas fueron golpeadas por la policía y detenidas. “Nos dieron porrazos, sí. Pero estábamos ahí. Era la primera vez que gritábamos juntas”, se emociona esta mujer a sus 70 años.


La activista Tania Navarro posa para la entrevista

Su activismo no se detuvo ahí. Se considera activista por la memoria histórica, ha publicado libros autobiográficos en los que denuncia cómo fue su infancia trans durante la dictadura, y en la actualidad sigue dando charlas y conferencias para visibilizar la historia de su comunidad.

Una de sus demandas es que las generaciones más jóvenes no olviden el pasado. En particular, la violencia sufrida por las personas trans. “Para los homosexuales y lesbianas era, muchas veces, posible entrar y salir del armario según la situación. Para una persona trans, no”, incide.

“No podías esconderte, estabas expuesta siempre, por eso de aquella generación quedamos muy pocas”, advierte. “Muchas no aguantaron el peso de la represión policial, la exclusión social, las palizas, las cárceles, los psiquiátricos, las drogas y el alcohol, que muchas veces eran la única forma de soportar lo insoportable”, asevera. Su lucha, agrega, es también para todas aquellas que no llegaron a contarlo.


Tras una presentación de su último libro, Tania charla y ríe com una amiga

Con 70 años, sigue militando. Ha participado en sindicatos de vivienda, defendiendo a quienes –como ella en algún momento de su vida– no tenían techo. Y sigue levantando la voz frente a un mundo en el que, otra vez, los derechos del colectivo LGTBQI+, y especialmente de las personas trans, están en riesgo.

“El fascismo y el conservadurismo avanzan en todo el mundo. Por eso ahora hablo con más fuerza. Porque soy una superviviente. Porque estoy viva. Porque aún puedo gritar”, proclama, sin ninguna intención de que vuelvan a acallarla.

“Me arrebataron mi libertad, mi juventud… pero mi sonrisa jamás pudieron quitármela. ¡Porque esa es mía!”, sentencia.