Golpe de Estado, expolio y censura: por qué cada vez más jóvenes salen de Guinea Conakry
La juventud de Guinea Conakry ve en la travesía a través del mar o el desierto su «unica salida» para huir de la pobreza, la desigualdad y la inestabildiad política agravada en el país tras el golpe de estado de 2021
Las supervivientes del cayuco de El Hierro: “Quedamos atrapadas y usamos una cuerda para intentar respirar”
Abdoulaye Kaba tiene 23 años, vive en Guinea Conakry y está graduado en Economía. Aunque ha estudiado en su país, donde le gustaría emprender, no puede evitar pensar en “partir hacia la aventura”, como cuenta él mismo en conversación con elDiario.es. “Todo el mundo tiene un primo, un amigo o un hermano que ha intentado irse a Europa o que ya está fuera. En la vida cotidiana en Conakry es un tema constante”, asegura. “Muchos de nosotros queremos salir del país porque la vida aquí es muy difícil. El desempleo es muy alto, especialmente para los jóvenes, y, aunque tengas estudios, encontrar trabajo es casi imposible”, añade.
El pasado 18 de mayo, el colectivo Caminando Fronteras aseguró que la barcaza que volcó en el muelle de La Restringa en la isla de El Hierro habría salido de Guinea Conakry, a más de 2.000 kilómetros de distancia. En ella viajaban 150 personas, de las cuales al menos 20 eran niños y adolescentes, y donde primaban las nacionalidades guineanas y senegalesas. “Muchos intentan llegar a Europa pasando por Mali, Argelia o Libia… Es muy peligroso, pero el número sigue creciendo. Los medios a veces hablan de los peligros de cruzar el desierto o el mar, pero también muchos lo ven como la única salida”, explica Kaba.
En los últimos años, Guinea Conakry se ha consolidado como uno de los principales países de origen en la migración irregular hacia Europa, especialmente a través de la ruta atlántica hacia las Islas Canarias. En 2018, una de cada diez personas que llegaban desde el continente africano eran originarias de Conakry, según cifras oficiales de la agencia de la ONU para los refugiados, Acnur. Solo en 2023, según la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, Frontex, alrededor de 21.000 personas partieron de Guinea rumbo a Europa de forma irregular, una cifra que se mantuvo elevada en los primeros meses de 2025.
¿Qué está pasando en Guinea Conakry?
Actualmente, la situación sociopolítica en el país de África occidental continúa marcada por una fuerte inestabilidad desde el golpe de Estado de 2021, cuando el coronel Mamady Doumbouya derrocó al entonces presidente Alpha Condé. Aunque la junta militar prometió devolver el poder a los civiles, el proceso ha sido lento y no exento de tensiones. En mayo de 2025 el Gobierno anunció un nuevo calendario electoral que prevé un referéndum constitucional en septiembre de 2025 y elecciones legislativas y presidenciales en diciembre del mismo año.
Sin embargo, este gesto formal de apertura convive con una deriva autoritaria. En mayo de 2023 el Frente Nacional para la Defensa de la Constitución (FNDC), una coalición opositora clave, fue disuelto por decreto tras organizar manifestaciones contra la junta. Con ello, varios de sus miembros, como Oumar Sylla, fueron detenidos y condenados por “participar en reuniones no autorizadas”. Desde 2022, más de 40 partidos políticos han sido suspendidos administrativamente con el argumento de que no cumplían ciertos requisitos legales. “Desde el golpe de Estado, vivimos en una incertidumbre política. La transición prometida no se ha completado”, explica Abdoulaye para este medio.
El control también ha salpicado a los medios de comunicación. En diciembre de 2023 el Gobierno cerró seis emisoras de radio y televisión independientes, entre ellas Espace FM y Djoma Media. Algunos periodistas como Fana Soumah ha sido detenidos por difusión de información falsa tras denunciar abusos policiales. Además, el acceso a redes sociales como Facebook y WhatsApp ha sido bloqueado en varias ocasiones entre la población civil.
Expolio chino
En el plano económico, Guinea Conakry presenta una paradoja. En 2023, el país africano registró un crecimiento del PIB cercano al 7% e impulsado principalmente por la exportación de bauxita –de la que Guinea posee las mayores reservas del mundo– y por grandes proyectos de infraestructura.
Un ejemplo es el megaproyecto del Corredor Minero del Norte, que incluye una línea ferroviaria de más de 135 kilómetros de distancia y el desarrollo del nuevo puerto de Dapilon. Todo ello en colaboración con el consorcio chino SMB-Winning. Estos proyectos están diseñados para la extracción y exportación directa de materias primas hacia Asia, en particular hacia China, con poca transformación local. En este contexto, el auge económico no se ha convertido en mejoras tangibles para la mayoría de los ciudadanos.
Según el Banco Mundial, más del 45% de la población vive por debajo del umbral de pobreza, con acceso restringido a servicios básicos como el agua potable, la atención sanitaria fuera de la capital y la electricidad. El desempleo juvenil supera el 20% y en zonas rurales, cercanas a los enclaves mineros donde se produce el expolio, se han reportado casos de desplazamientos forzosos, conflictos por el uso del agua y degradación ambiental. “El Gobierno nos promete que vienen inversiones o proyectos que nos podrán emplear o mejorar nuestra situación. La realidad es que la gente no siente la mejoría”, explica Abdoulaye desde Conakry.
Militarización de la vida pública
El golpe de Estado, unido a las insurgencias armadas y las dificultades fronterizas, ha provocado un incremento en la militarización del país. En el plano regional, Guinea comparte fronteras con varios países, entre ellos Mali, un país que también está gobernado bajo una junta militar y que enfrenta conflictos armados contra grupos yihadistas afiliados a Al Qaeda y al Estado Islámico.
A pesar de que Guinea no ha sufrido directamente atentados yihadistas, el riesgo de contagio regional ha motivado a las autoridades a reforzar sus fronteras, especialmente con Mali y como pasó anteriormente en Sierra Leona.
Durante la guerra civil de Sierra Leona en los años 90 tropas guineanas intervinieron y ocuparon el pueblo de Tenga con el argumento de proteger su territorio. A pesar de que en 2005 ambos países firmaron un acuerdo para resolver el diferendo y restituir la soberanía de Sierra Leona sobre esta zona, Guinea ha mantenido una presencia militar intermitente, lo que ha provocado fricciones periódicas.