
Ni joven ni para toda la vida: el verano en que confirmamos que el amor llega a cualquier edad
La visibilidad del amor en la edad madura crece y fascina, también a los más jóvenes. ¿Cómo se ha roto el viejo patrón para las relaciones?
De las ‘clean girls’ a la estética “portuguesa”: ¿por qué esta obsesión por categorizarse constantemente?
Hace unas semanas el mundo sufrió un agradable colapso al enterarse de que Liam Neeson (73 años) y Pamela Anderson (58) habían comenzado una relación. El rodaje de la secuela de la comedia Agárralo como puedas había propiciado este pequeño milagro.
Desde hace años, Neeson era, extraoficialmente, “el viudo de Hollywood”. Su semblante, casi siempre adusto y tristón, parecía no haber mutado ni un momento desde que en 2009 falleció su esposa, Natasha Richardson, a causa de las heridas sufridas en un accidente de esquí en Canadá.
Por su parte, Pamela, estaba en pleno proceso de rehabilitación artística tras años muy oscuros en lo profesional, pero también en lo relativo a las relaciones. Casada con músicos de vidas problemáticas como Tommy Lee o Kid Rock, el jugador profesional de póquer, Rick Salomon, o su antiguo guardaespaldas, Dan Hayhurst, sus matrimonios apenas han durado un par de años cuando no algo menos.
Ahora, su nuevo romance ha sido celebrado por la prensa y por los usuarios de todas las redes sociales. “Me encantan!!!!!”, “Me declaro fan de su relación”, “Pamela feliz por fin!”, “Él enviudó y nunca volvió a estar con nadie. Se dedicó a sus hijos y ahora… Estoy totalmente feliz por ellos”, “Los 2 son buenas personas y han sufrido mucho, merecen ser felices!!!”, son solo una muestra de los comentarios publicados. La nueva pareja ha sido celebrada en todo el mundo.
Además, el suyo no es un caso aislado. A comienzos del verano vimos la imagen de ficción que confirmaba la realidad: Meryl Streep y Martin Short, ambos de 76 años, dándose un apasionado beso en el rodaje de Solo asesinatos en el edificio. Una amistad que hasta finales de 2024 no supimos que se había transformado en una relación sentimental. La noticia generó un eco similar: sorpresa, ternura, admiración… Nada de polémicas ni escándalos en una época tan dada a ello, solo un aplauso generalizado que contrasta con la discreción con la que antaño se vivían estas historias.
Incluso la ficción se ha sumado a esta ola de relatos en los que el amor llega después de lo que solía considerarse “el momento” para enamorarse. En Mi postre favorito, una película iraní recién estrenada en nuestro país, Mahin, una mujer de 70 años, encuentra el amor en Teherán con un taxista de una edad similar, desafiando las expectativas de su entorno.
El beso de ficción que confirmaba la realidad: la relación entre Martin Short y Meryl Streep.
Pero, ¿son estas relaciones una excepción o una demostración de que nuestra vida amorosa puede alargarse mucho más de lo que hasta hace poco se suponía normal?
Vivimos más y mejor
Para entender este cambio, hay que empezar por una realidad incontestable. En general, nunca en toda la historia de la humanidad habíamos vivido tantos años ni habíamos llegado a superar cierta edad tan bien de salud. “Ahora, los 60 o los 70 años, pueden equipararse con los 40 o 50 de antes”, afirma Núria Jorba, psicóloga sanitaria, sexóloga y terapeuta de pareja. “Vivimos con mayor calidad de vida y nos cuidamos más. También tenemos una edad mental más joven… Y todo eso es superimportante a la hora de encarar nuevas relaciones”.
De hecho, según estudios del Instituto Nacional de Estadística (INE), se estima que en 2050 la esperanza de vida al nacer de los españoles se acercará a los 90 años, lo que quiere decir que muchos superarán los 100. En una sociedad con miles de personas centenarias es de suponer que las etapas vitales se amplíen, cambiando mucho con respecto a las que tuvieron nuestros abuelos. Algo que ya está ocurriendo. Un ejemplo de ello es el aumento de los divorcios en España entre personas de más de 60 años. Según datos del INE, en 2013 los divorcios entre mayores de 60 representaron el 5,29% del total, cuando en 2024 esta cifra escaló hasta un 10,80%.
Ya no sentimos que nuestra vida acabe a partir de los 60 años, sino que empieza otra vida diferente: con más libertad, más autoconocimiento, menos miedos y más conexión con nosotros mismos
Algo similar pasa con los matrimonios. En 2013 los matrimonios de los mayores de 60 representaron el 4,8%, mientras que el año pasado ascendieron al 9,94%. Además, este progresivo rejuvenecimiento vital de las personas de más de 60 años no es solo físico, sino también mental y social. “Ya no sentimos que nuestra vida acabe a partir de los 60 años, sino que empieza otra vida diferente: con más libertad, más autoconocimiento, menos miedos y más conexión con nosotros mismos”. Y esa libertad, apunta la psicóloga, “favorece relaciones que se viven con muchísima plenitud, porque ya nos hemos descargado de muchas obligaciones sociales y de muchas imposiciones. Tenemos la posibilidad de vivir un amor mucho más libre”.
En un contexto así, enamorarse a edades más avanzadas poco a poco está dejando de ser un gesto a contracorriente para convertirse en una prolongación natural de una vida activa y consciente.
Mucha experiencia acumulada y nuevos retos
Cuando pensamos en lo que el paso del tiempo nos aporta, muchos suelen centrar toda su atención en las canas y las arrugas, en lo negativo del envejecimiento. Pero lo cierto es que los años también nos enseñan a la mayoría, a veces por la vía dolorosa, muchas cosas.
“La experiencia acumulada nos permite ser más fieles a nosotros mismos, conocernos más, saber poner límites, utilizar herramientas emocionales y abrirnos a un amor más saludable, aunque quizá no tan romántico como el que nos habían impuesto”, señala Jorba.
Sin embargo, no todo son ventajas. “La edad, también nos hace ser más nosotros en el sentido de que tenemos más manías, más hábitos, más costumbres muy marcadas. A veces los propios egos de las parejas 60+ pueden chocar bastante si no saben ser lo suficientemente flexibles”.
A estas edades, la idea de “conectar con alguien” implica aceptar que habrá que ceder en parte, “adaptarse, flexibilizar y llegar a acuerdos”. Es decir, incluso en un amor más maduro, el trabajo de pareja no desaparece.
Enamorarse a edades más avanzadas poco a poco está dejando de ser un gesto a contracorriente para convertirse en una prolongación natural de una vida activa y consciente
Del tabú a la admiración
Hasta hace no tanto, una pareja mayor besándose en la calle podía despertar incomodidad o miradas de desaprobación. La idea de que la pasión tenía fecha de caducidad y de que a partir de los 60 solo quedaba resignarse a pasar el resto de la vida solos o con la persona que nos hubiera tocado, estaba totalmente instalada en nuestra sociedad. Hoy en día, ese guion se ha hecho añicos. El amor maduro no solo se acepta, sino que hasta genera simpatías y casi envidia entre los más jóvenes.
Según un estudio titulado El sexo en la vejez visto desde el resto de la sociedad, publicado en la revista Gerokomos, de la Sociedad Española de Enfermería Geriátrica y Gerontológica, el 80,6% de los encuestados cree que las personas mayores de 65 años mantienen el interés por la sexualidad y el 60,4% opina que sus experiencias pueden ser igual o más placenteras que antes. Un 65,4% rechaza que la edad o la enfermedad deban poner fin a su vida sexual, y el 93% considera que enviudar no es motivo para renunciar a ella. Además, el 56,4% afirma que ver a una persona mayor practicando sexo le produciría aceptación y el 69,5% sentiría lo mismo que si se tratara de alguien joven.
No hacen falta muchas estadísticas para sentir que hoy en día las historias de gente mayor que se enamora generan simpatía, especialmente entre la gente joven. No es raro ver publicaciones en redes sociales que acumulan miles de likes con parejas mayores en actitud amorosa, bailando o besándose, y que son presentadas como un modelo a seguir.
“Así quiero llegar a los 80”, “Love goals”, escriben algunos expresando un deseo quizá fomentado por el desolador panorama de las relaciones entre los más jóvenes y al hartazgo de relaciones vacías y quedadas embarazosas con personas que hemos conocido a través de aplicaciones para ligar.
“Siempre hemos asociado la vejez con aburrimiento en la pareja, con el conformismo”, afirma Jorba. “Ver que puedes vibrar hasta el último momento de tu vida, elegir y reenamorarte… Eso es muy inspirador”. Este cambio de mirada está rompiendo con décadas de narrativa que asociaban los últimos años de la vida con la resignación.
Un nuevo canon romántico
Para la psicóloga, no se trata solo de una suma de casos aislados, sino de un cambio cultural: “Creo que está empezando a extenderse la idea de que la plenitud amorosa no solo se alcanza en la juventud”, asegura.
Antes, y especialmente en países con una férrea tradición católica como el nuestro, predominaba el modelo del “amor para toda la vida”. Lo aceptable era tener un único vínculo que debía durar décadas, con independencia de que fuera o no satisfactorio. No tenerlo se consideraba un fracaso. Pero ahora muchas personas atraviesan varias relaciones a lo largo de su vida y no ven en ello un fracaso, sino una consecuencia natural del propio desarrollo de la vida.
Es tal el número de personas que quieren rehabilitar su vida amorosa tras una separación o de la pérdida de su pareja ya superados los 60, que se ha abierto todo un nicho de negocio con apps de citas pensadas específicamente para individuos de esas edades. Incluso las agencias matrimoniales están viviendo una pequeña edad de oro gracias a la incorporación al “mercado” amoroso de muchas personas de cierta edad a las que no les apetece utilizar aplicaciones.
Por si todo esto fuera poco, los beneficios de un nuevo romance a estas edades son múltiples y tangibles. “Enamorarse, la sexualidad, la parte sentimental positiva… Todo eso genera hormonas que ayudan a mantener el cuerpo joven, a que el cerebro se active, a revitalizarse. Es como tomar una dosis del mejor suplemento vitamínico”, asegura Jorba.
Así que el amor después de los 60 ya no es una rareza ni un acto de rebeldía, sino una posibilidad real respaldada por cambios sociales, culturales y vitales. Que hoy además se hable abiertamente de relaciones como la de Neeson y Anderson, y que se celebren en redes sociales refleja que la idea de pareja se ha flexibilizado y que la madurez ya no es sinónimo de renuncia ni de resignación. Lejos de un último capítulo, para muchos es el momento en que la historia puede escribirse con más libertad que nunca.