Los cierres «indiscriminados» del Retiro por calor y viento agotan a los negocios de la zona: “Sin parque no puedo abrir”

Los cierres «indiscriminados» del Retiro por calor y viento agotan a los negocios de la zona: “Sin parque no puedo abrir”

Trabajadores de la hostelería, quiosqueros o empresas de alquiler de vehículos para pasear por el parque se resienten después de un mes de clausura en lo que va de año. Denuncian criterios dispares para cerrar y lamentan que no haya comunicación directa con el Ayuntamiento para saber si podrán abrir ese día

La muerte infantil que desató el temor a las caídas de árboles en Madrid y cierra sus parques cuando se unen viento y calor

La relación entre Giselle y la AEMET se ha estrechado este verano. Hace semanas que desayuna pegada al teléfono, sobre todo si se presenta un día caluroso; al fin y al cabo, que pueda abrir su negocio dependerá de las actualizaciones que haga la Agencia Estatal de Meteorología. Aunque vive en Carabanchel Alto, Giselle gestiona uno de los quioscos blancos que hay en el parque del Retiro, dentro del propio recinto. Cada vez que salta una alerta climatológica que aúna calor y viento, se teme lo peor. Es en esas condiciones cuando el protocolo municipal obliga a un cierre preventivo de varios parques históricos, entre ellos el más famoso de la ciudad. “No es que perjudique más o menos a las ventas: es que sin parque, directamente, no puedo abrir”, sentencia esta vecina.

Con todas las clausuras (discontinuas) que han tenido lugar en lo que va de año, el Retiro suma un mes vacío. Y el período estival se ha llevado el colofón, pese al aluvión de críticas apuntando a que se había acabado con el único refugio climático en los alrededores. Las más insistentes provienen de la Asociación Vecinal Retiro Norte, que opera en los barrios del entorno. Desde la entidad insisten en modificar el protocolo actual para cierres e incluso lo han registrado como propuesta en Madrid Decide, un portal municipal de participación ciudadana que eleva –sin carácter vinculante– sugerencias de los residentes a la administración. Sin embargo, y aunque las quejas entre vecinos sean las más sonadas, los negocios y trabajadores de alrededor también se resienten.

No es solo perder dinero, es que pierdes tiempo. Vas y vuelves cada día en transporte público o montas la tienda sin saber si estarás allí todo el día, una mañana o apenas unas horas”, se lamenta Giselle este lunes por la mañana, sin saber que esa misma tarde el Ayuntamiento volvería a restringir accesos por una alerta amarilla. Esta se produce al superar los 35 grados, siempre y cuando la velocidad del viento oscile entre 40 y 50 kilómetros por hora; si las circunstancias se producen, cierran los Jardines de Cecilio Rodríguez y el Retiro limita el paso a zonas infantiles, deportivas o de mayores para balizar las partes afectadas. En estos casos no es necesario cerrar el negocio, aunque la clientela disminuye.


Giselle revisa el inventario horas después de abrir su quiosco en el Retiro, Madrid

En un paseo mañanero por el Retiro es fácil toparse con negocios integrados en el parque, y los hay de toda índole. Además de varios quioscos como el de Giselle, los camareros sirven mesas en la terraza de un bar y se ve a gente cobrando entradas para las barcas del estanque. Todos estos son negocios que, directamente, no pueden funcionar cuando el recinto cierra. Otros locales y restaurantes al otro lado de la carretera también notan mermas en la afluencia que antes venía directa del Retiro, pero que con los cierres intermitentes se ha dispersado. Pero por lo general, el daño que se percibe es menor. En cambio, algunos todavía dependían del horario del parque incluso estando fuera de su perímetro.

Esa misma mañana, un grupo de turistas se diviertía a bordo de un kart a pedales, que han alquilado por una hora en un establecimiendo justo al lado. Se llama Retiro Mágico y atiende Micaela, que ha cogido por costumbre preguntar de vez en cuando a los operarios para saber si el parque abre o cierra. Cada día es una incertidumbre: sus vehículos solo pueden utilizarse allí dentro y si se desaloja, no habrá nada que hacer. Por lo general, los trabajadores consultados coinciden en las dificultades que tiene depender de un horario de apertura tan difuso en días de calor.

De hecho, a la quiosquera Giselle ya le ha pasado factura. “Una vez tuve que llamar a la Policía porque me quedé atrapada en el parque. A veces la alerta es tan cambiante que de repente empiezan a desalojar y, como lo hacen rapidísimo y nadie nos avisa, apenas tenemos tiempo de recoger o ni nos damos cuenta”, confiesa, aunque añade que este no es el único dolor de cabeza que ha vivido con los cierres. En otra ocasión, después de varios días cerrado, perdió todo el stock de helados cuando un apagón desconectó los congeladores y no pudo percatarse hasta que ya era demasiado tarde.


Ariadna, Laia y Lara aguantan el calor de un lunes de agosto en el Retiro, Madrid

Luego está el caso contrario: en lugar de esperar para poder salir, esperas para lograr entrar. Es lo que le ocurrió a una compañera de Olga, que trabaja como camarera en un bar dentro del parque. Está en el turno de mañanas y abre la cafetería a las 10 horas, pero “en más de una ocasión se ha quedado esperando a pleno sol porque el parque había cerrado un día antes y, como a la mañana siguiente tenían que supervisarlo todo, nadie sabía decir cuándo podría entrar”, detalla su encargada, que acabó pidiéndole que se marchara a casa. Las puertas se reabrieron a las 13.00 horas, pero ya todo se les había descuadrado.

Tanto Olga como Giselle coinciden en algo: comprenden que a veces haya que cerrar por seguridad pero creen que en ocasiones ocurre de forma “indiscriminada”. “Hay días que con 40 grados y varias ramas cayendo al suelo no han hecho nada cuando todos pensábamos que sí. En cambio, otros días más serenos y con menos temperatura nos han echado a la primera de cambio”, relata. Los trabajadores de servicios y jardinerías sí reciben avisos cuando el parque ha de cerrar por calor; en cambio, los trabajadores particulares cuyos negocios dependen directamente del parque lamentan no recibir el mismo trato.

“Muchos días hemos tenido que indemnizar a clientes porque dos o tres grupos acababan de entrar al parque y, en cuestión de minutos, ya había que desalojarlo”, reseña otro empleado de los alrededores, esta vez de una compañía que alquila karts a turistas para pasear por el Retiro. Aunque el equipo de José Luis Martínez-Almeida abrió hace poco la puerta a modificar el protocolo y flexibilizar la apertura de los parques ante episodios de calor, el camino no será sencillo. El principal escollo es la seguridad: el consistorio teme que la combinación de temperaturas extremas, ráfagas de tiempo y árboles antiguos ponga en peligro a los viandantes.


Dos turistas pasean con un vehículo de alquiler por el parque del Retiro, en Madrid

La hoja de ruta vigente establece que, con altas temperaturas y rachas de viento fuertes o moderadas en ambientes secos, se clausuran físicamente 10 parques históricos de Madrid: El Retiro, El Capricho, los jardines de Sabatini, la Rosaleda del parque del Oeste, Juan Carlos I, Juan Pablo II, Quinta de Fuente del Berro, Quinta de los Molinos, Quinta Torre Arias y el parque lineal del Manzanares. Además, en esos casos se prohíbe el tránsito hacia otros dos espacios verdes sin vallado, la Dehesa de la Villa y Parque del Oeste.

Siendo estos los más antiguos de la ciudad, el Ayuntamiento argumenta que hay más riesgo de caída que en otros puntos por el tiempo de vida de sus árboles. Por lo demás, el protocolo actual establece distintos niveles de alerta que, al activarse, afectan al estado de los parques. Mientras España sufre una ola de calor histórica y con pocos precedentes, Almeida continúa cerrando parques mientras locales, comerciantes o turistas se preguntan el por qué. Las reticencias para alterar el protocolo persiste especialmente desde 2018, durante el Gobierno de Manuela Carmena: un árbol se desplomó sobre un niño de 4 años y acabó con su vida frente al padre del menor. Aún a día de hoy, el temor a nuevas tragedias paraliza a las instituciones.