
El psicólogo que asesora a víctimas del grupo católico HAM: «Convencieron a un devoto de que los actos sexuales eran para sanarlo»
El experto en sectas trabaja con las familias afectadas por la organización de las Hijas del Amor Misericordioso, ahora intervenida por la diócesis de Madrid, y revela cómo era culto a su líder, Marimí, y cómo el grupo ejercía control de la privacidad, abusos espirituales y sexuales
Una investigación encargada por el Vaticano detectó en una de las organizaciones católicas más activas y exitosas de los últimos tiempos, las llamadas Hijas del Amor Misericordioso (HAM), comportamientos más propios de una secta. Por ejemplo, en el empeño de apartar a los fieles de sus familias. Pero las acusaciones contra esta realidad eclesial –no una congregación religiosa, como falsamente se presentaban– son mucho más graves: entre ellas, abusos sexuales, espirituales y de autoridad. Tras la decisión del Arzobispado de Madrid de intervenirla y disolverla, el psicólogo y experto en sectas Miguel Perlado ha comenzado a asesorar a las familias afectadas.
Perlado asegura que se puede hablar de “una deriva sectaria” del grupo, que ha ido progresivamente mostrando más y más elementos que lo alejan de una comunidad religiosa que fomenta “la autonomía y maduración de sus integrantes”. “El abuso espiritual es silencioso, pero va minando a la persona”, explica.
Y hace hincapié en la importancia de la figura de su líder: “El contexto de relación que se crea dentro del grupo que sigue incondicionalmente a Marimí –la superiora de la ‘comunidad’, expulsada por el cardenal de Madrid– termina por justificar ciertos excesos o abusos como normales o como parte del proceso de transformación espiritual”, ahonda.
Ha asesorado a varias víctimas de las Hijas del Amor Misericordioso. ¿Qué situación se vivía dentro?
Las familias con las que he trabajado coinciden en señalar una serie de cambios disruptivos y sintomáticos de una deriva sectaria: alejamiento de amistades, distanciamiento de la familia, cambios en el modo de expresarse, pérdida de la expresividad emocional, cambios en el modo de comportarse o incluso vestirse para amoldarse al grupo, la adopción de gestos o expresiones similares a la superiora de la “comunidad” (María Milagrosa Pérez) y la incorporación progresiva de un lenguaje centrado en un convencimiento de haber recibido “la llamada”, todo ello en una tonalidad ansiosa y de imperiosa urgencia.
El trabajo con las familias pone de manifiesto también una intromisión excesiva en el fuero interno de sus hijos, presionados para formar parte de HAM porque lo contrario sería “rechazar a Dios”. Los otros devotos del grupo también ejercen su influencia a través de un entorno de bombardeo emocional que tensa las relaciones con la familia, de la que les convencen que es mejor distanciarse, lo que los lleva a guiarse exclusivamente por la persona a la que se asigna funciones de dirección espiritual o a lo que marca directamente la superiora.
¿Cómo funcionaba ese alejamiento de las familias?
A los nuevos devotos, la superiora les asignaba un nuevo nombre según directrices divinas, y se les restringía el acceso a la información, de modo que solo podían leer o ver aquello aprobado por la superiora o su séquito más directo. Pronto los devotos aprenden que la superiora está “en unidad con el Padre Mansilla” (el fundador), y sus comunicaciones con la familia pasan a ser muy escasas y controladas. Además, deben participar en ayunos intensos o momentos de oraciones que duran horas junto a la superiora, actividades donde se alterna la consolación y la desolación, y pasan a normalizar la devoción que todos muestran hacia la superiora, a quien llaman Marimí o Mami.
Todo esto llevó a que diversas familias se dirigieran a los órganos eclesiales pertinentes para trasladar sus preocupaciones ante lo que observaban de manera reiterada entre sus hijos, un patrón de transformación que, lejos de apuntar a una espiritualidad madura o sana, tendía más hacia el exceso, la presión y la espiritualización de ciertos comportamientos abusivos.
¿Cuál es el perfil de los captados?
El perfil es variado, aunque buena parte de ellos proviene de familias acomodadas. Jóvenes, idealistas, ingenuos, con inquietudes espirituales, inmaduros y sin suficiente formación religiosa. En la gran mayoría de los casos, están atravesando un momento de vulnerabilidad particular, ya sea por una ruptura de una relación afectiva o algún duelo familiar. Casi todos son atraídos a través de encuentros de Effetá o Emaús que organizan las mismas HAM, encuentros cerrados, de alta intensidad emocional, en donde se destripa emocionalmente a los participantes y en donde se ejerce mucha presión de pares para participar e invitar a otros a participar, con lo que terminan siendo arrastrados amigos o familiares que entran en bloque.
¿HAM es una secta?
Este término dice mucho, pero también puede confundir mucho. Pero sí, podemos hablar con propiedad de una deriva sectaria, de un grupo que ha ido progresivamente mostrando más y más elementos que llevan a un funcionamiento “tipo secta”, y no a una comunidad religiosa que fomenta la autonomía y maduración de sus integrantes.
Destacaría tres elementos clave: en primer lugar, un culto desmedido a la superiora y al fundador (llevan estampas, portan pequeñas reliquias de ambos, se celebran fechas señaladas de la superiora); en segundo lugar, el aislamiento de los devotos del mundo externo, descrito como un peligro para la llamada de Dios, y una ruptura del vínculo con las familias. Finalmente, daños psicológicos, sexuales o espirituales sobre una porción de devotos. Hay que tener en cuenta que lo sectario se detecta cuanto mayor sea la cercanía con la figura de la superiora, de modo que aquellos que están en lugares periféricos quizá no perciban la naturaleza abusiva de ciertos comportamientos.
¿A qué tipo de daños se refiere?
Hablo de daño espiritual, que también es psicológico y puede ser físico o sexual. Por un lado, tenemos el abuso que deriva de una estructura de poder en donde la superiora pasa a dirigir la vida de todos los devotos, controlando su comportamiento e incurriendo en actos sensuales (besos, excesiva efusividad intragrupo) o sexuales (me consta el abuso de al menos un devoto varón al que se convenció de que los actos sexuales eran una forma de sanarlo, siempre bajo argumentos espirituales).
El abuso espiritual es silencioso, pero va minando a la persona. El contexto de relación que se crea dentro del grupo que sigue incondicionalmente a Marimí termina por justificar ciertos excesos o abusos como normales o como parte del proceso de transformación espiritual. Evidentemente, lo que siempre llama la atención en estos contextos espiritualmente abusivos es lo sexual, si bien en mi experiencia tiende a ser el último escalón de una larga cadena de abusos de conciencia paulatinos.
También sabemos que se han llevado a cabo prácticas de exorcismo bajo la idea de que ciertos síntomas supuestamente patológicos tendrían un origen espiritual, de manera que se reza para exorcizar todos esos males, incluso en menores de edad. En estas prácticas se hace participar a otros miembros de la comunidad, que a modo de psicodrama deberán llevar a cabo una suerte de escenificación en grupo del dolor y el sufrimiento que comporta ayudar a sanar las almas. La idea es que tales influencias nocivas que impiden el crecimiento espiritual provienen de las familias.
¿Qué influencia tiene sobre los chicos y chicas Marimí?
Es absoluta, incuestionable. Es una autoridad sobre la conciencia de todos los miembros de la comunidad, incluidos los laicos. Pero no ejerce esa autoridad de forma constructiva, sino impositiva. Cualquier decisión pasa por ella, porque se le considera la heredera espiritual del padre Mansilla, y como tal se le rinde culto, al igual que al padre Mansilla, prácticamente considerado un santo.
¿Cómo valora la intervención del Arzobispado de Madrid? ¿Qué cree que puede pasar?
La intervención que ha decretado el arzobispo de Madrid me parece muy pertinente. Pero están ante un escenario altamente complejo que requiere determinación, claridad y una escucha muy fina. Mi impresión, en todo caso, es que los que todavía están muy vinculados van a vivir la intervención externa con un intento de control o de manipulación. O pensarán que es un ataque a algo muy puro: este es otro de los signos de una deriva sectaria. Los devotos se sienten en un lugar único, muy especial, formando parte de una comunidad de “escogidos”. O también podrían interpretar esta situación como un ataque de “católicos liberales que no entienden”, de modo que pasarán a sostener que todo son mentiras o bulos, o denuncias de un antiguo miembro que salió rebotado o tenía problemas.
En cuanto al futuro de las HAM, como grupo, es incierto, ya que cuando el abuso penetra y se vuelve estructural, la posibilidad de cambio de la comunidad se vuelve mucho más difícil. Y en esos casos, no queda más que disolver la organización.
¿Hasta qué punto retiros como Effetá o Emaus pueden llegar a ser dañinos?
Este tipo de retiros que se han puesto tan de moda en los últimos años, no están exentos de riesgos, ciertamente, particularmente por el nivel de secretismo que se exige y la alta intensidad emocional de los mismos, que ponen todo el mundo interno de sus participantes patas arriba, generando una suerte de hemorragia emocional y espiritual que rápidamente se prometerá que tan sólo puede ser cerrada por la participación en más y más retiros.
¿Por qué ese secretismo?
El secreto atrae. Lo que está oculto ejerce cierta fascinación. Al mismo tiempo, el secretismo exigido es una marca de ser diferentes o especiales –“no lo cuentes a cualquiera”, “no todos lo entenderán”–. De cualquier manera, los pasos tienden a ser siempre los mismos: seducción, aislamiento y adoctrinamiento. Tras un primer impacto, salen fascinados, como si estuvieran ‘colocados’ o se hubieran tomado algo: sólo hablan bondades, repiten las mismas frases como clichés.
Aquí nos encontramos ante un fuerte impacto, un contexto de grupo deslumbrante y fascinador, pero que al mismo tiempo desestabiliza por el proceso y la dinámica de grupo que se desarrolla dentro de tales retiros: hablar del dolor de uno mismo ante los demás, abrirse del todo ante desconocidos, escuchar testimonios de conversiones impactantes, horas y horas de experiencia muy intensa, contagio de grupo a nivel emocional, etcétera.
Es el ‘cristianismo guay’, o cool…
Un cristianismo guay, como bien dices tú, o cool, en contraposición con la idea de una Iglesia sobria o aburrida. En cambio, en estos retiros te encuentras a jóvenes muy entregados, y que llevan a que la persona se abra en canal, explique toda su vida, hasta los más íntimos secretos. Hay una suerte de catarsis de grupo, que parece que sana, pero que lo único que hace es aumentar más la carga de la culpa, y que está al servicio de favorecer el reclutamiento de más gente. Porque, finalmente, lo que buscan estas comunidades no es el crecimiento de las personas, sino alimentarse vorazmente de la mayor cantidad de adherentes o devotos posibles.
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