Por qué Mafalda es la filósofa de 2025

Por qué Mafalda es la filósofa de 2025

Lo más increíble de Mafalda en su papel de Casandra es haber anticipado la economía de la atención. Cuando afirmó “lo malo de los medios masivos de comunicación es que no nos dejan tiempo para comunicarnos con nosotros” sólo existía la radio y la televisión. Sin embargo, es una frase que podría aplicarse a los teléfonos inteligentes que nos desconectan de nosotros mismos

Cada mes intento encontrar al menos un día al mes para no escribir de política. En agosto me esfuerzo aún más. Por desgracia, los incendios han subido la temperatura del debate político en pleno agosto. Además de las 350.000 hectáreas devastadas, el fuego ha arruinado una nueva posibilidad de reconciliarnos con la política, fea hasta en vacaciones. Pero yo me mantengo firme en mi propósito: escribir de Mafalda antes de que acabe agosto. Aquella niña cabezota y rebelde que odiaba la sopa tenía razón. Ha resultado ser tan aguda como muchos filósofos y no quiero que se termine el verano sin demostrarlo.

Ahora es el momento: Lumen reedita las tiras de Quino bajo el lema “la pequeña filosofía de Mafalda” y Campanella dirige una serie sobre ella para Netflix. Podemos reírnos con Mafalda, pero muy en serio, como siempre, porque anticipó los males de la época digital en viñetas que son bromas filosóficas.

Cuando las redes sociales ni siquiera eran un sueño, ella diagnosticó: “El problema es que hay más gente interesada que interesante”. Et voilá: instagram lleno de gente interesada, como ejemplo. Byung Chul-Han aplaudiría las conclusiones y capacidad de síntesis de Mafalda. En La sociedad del cansancio, el filósofo describe nuestra sociedad: llena de sujetos narcisistas que incurren en la autoexplotación mientras pasan el día en busca de likes. Mafalda lo sabía cuando los únicos “me gusta” eran los pellizcos que nos daban las abuelas en las mejillas. Con Trump vendiendo NFTs de sí mismo como superhéroe y Netanyahu haciendo campaña personal con el genocidio no hay duda: la gente interesada ha tomado el poder. Los interesantes escriben hilos en Bluesky, lamiéndose las heridas.

Mafalda tiene más ideas sobre Trump, Netanyahu y Putin. “Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre”, dijo en una frase visionaria. Simone de Beauvoir no lo habría escrito mejor. Vivimos rodeados de esos hombres fuertes -a veces de sus caricaturas, es difícil saberlo- que fascinan a la derecha global. Buscan un padre severo que nos castigue a todos (por las malas ideas que tienen sólo ellos).

Si en algo se equivocó Mafalda fue en prever la situación de las mujeres. Una vez le dijo a su madre: “El día que la tierra sea del que la trabaja serás dueña de una polvareda”. No podía imaginar que muchas mujeres hoy serían dueñas de ministerios, empresas y, sobre todo, que avergonzarían a quienes quisieran condenarlas a heredar sólo polvo. Martha Nussbaum -con su enfoque de las capacidades- estaría orgullosa. Hoy las mujeres pueden elegir cuáles de sus capacidades quieren desarrollar.

Lo más increíble de Mafalda en su papel de Casandra es haber anticipado la economía de la atención. Cuando afirmó “lo malo de los medios masivos de comunicación es que no nos dejan tiempo para comunicarnos con nosotros” sólo existía la radio y la televisión. Sin embargo, es una frase que podría aplicarse a los teléfonos inteligentes que nos desconectan de nosotros mismos. Sherry Turkle, la gran investigadora de las consecuencias sociales de la tecnología, dejó constancia en En defensa de la conversación, de cómo estamos más conectados que nunca y al mismo tiempo, nos sentimos más solos que nunca. El CEO de Netflix, Reed Hastings, ha dicho en alguna ocasión que su competencia es el sueño. Mafalda sabía que nos robarían hasta los sueños, aunque ella criticaba el exceso de realismo pensando en dictadores, no en algoritmos que nos someten con tanta suavidad.

El meollo del mensaje político de Mafalda, no obstante, es este: “Si uno no se apura a cambiar el mundo, es el mundo el que lo cambia a uno”. Sartre dijo que estábamos condenados a ser libres. Y lo estamos. Pero Mafalda fue más concreta: esa condena consiste en que hemos de hacer algo por cambiar lo exterior, aunque sólo sea para que no nos haga más mezquinos, más narcisistas y más codiciosos por dentro. Musk adquirió Twitter para convertirlo en una escupidera de odio global. Bezos nos tiene comprando cosas que no sabíamos que necesitábamos. Entretanto, Bauman estaría de acuerdo con Mafalda: en la modernidad líquida todo se va volviendo desechable, incluso las relaciones humanas.

Sesenta años después, hay que leer a Mafalda no para sentir nostalgia del pasado, sino para entender mejor el presente y el futuro. Es una filósofa que resuelve en cuatro viñetas. Nos sigue recordando que pensar el mundo es el primer paso para cambiarlo y que la sopa no es tan mala comparada con el menú que nos sirven ahora.