
«Una de las inmersiones más peligrosas»: la compleja búsqueda submarina de los desaparecidos de Colombia
Se cree que las oscuras aguas del estuario de San Antonio esconden 190 cadáveres arrojados durante décadas de largo conflicto colombiano
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El submarinista Pedro Albarracín invoca la protección de Yemayá y de Oshun mientras rastrea el fangoso lecho marino que rodea a la isla Calavera de Colombia. En la fe yoruba, Yemayá es la diosa de los mares. Oshun, la de los ríos. Se cree que en las oscuras aguas de San Antonio, como se llama este estuario frente a la ciudad portuaria de Buenaventura, se ocultan los restos de al menos 190 desaparecidos durante el largo y violento conflicto armado colombiano, una lucha que dio al islote el mórbido nombre de Calavera.
Antes de sumergirse, Albarracín ha recibido la bendición de sus líderes religiosos, infundiéndole protección espiritual y recordándole que invoque a las diosas para guiarle y darle seguridad en su búsqueda de restos humanos.
“Este apoyo de los líderes religiosos es muy importante para nosotros”, dice Albarracín. “Sentir que te apoyan y que utilizan sus prácticas ancestrales para proporcionarte esa protección te da confianza; el corazón que ponen en la misión te llega dentro y te da un poco más de valor”.
El buzo forense Pedro Albarracín se prepara para buscar en las aguas que rodean el estuario de San Antonio
Las inmersiones tuvieron lugar a finales del año 2024 y fueron un hecho inédito en Colombia: se trataba de la primera búsqueda oficial en el estuario de San Antonio con respaldo del Estado y la participación activa de la comunidad de Buenaventura.
La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), del Gobierno colombiano está tratando de recuperar a los desaparecidos y llevar algo de alivio a las víctimas y a la comunidad. Lo hacen con una extraña combinación de rigurosas investigaciones forenses y trabajo antropológico con tecnologías de sonar y la ayuda de líderes religiosos, pescadores de la zona y mujeres piangüeras, como se conoce a las recolectoras tradicionales del molusco de manglar.
En el Pacífico colombiano, la ciudad portuaria de Buenaventura lleva mucho tiempo marcada por la violencia paramilitar. Según la UBPD, al menos 940 personas de la zona han desaparecido. Según el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, la cifra podría ser mucho mayor, superando las 1.300 víctimas.
La búsqueda de la UBPD en el estuario de San Antonio se centra en las víctimas desaparecidas entre 1989 y 2016, cuando terminó oficialmente el conflicto gracias al acuerdo de paz firmado entre el Gobierno colombiano y los miembros de la milicia de las FARC.
“Esto [la búsqueda] no había sido posible antes porque las condiciones de seguridad no lo permitían”, dice María Victoria Rodríguez, coordinadora de la UBPD a cargo de la operación. “Conocíamos las dificultades, sabíamos que las mareas no nos iban a ayudar, que encontrar algo aquí era muy complejo, pero había que hacerlo”.
Se estima que la mayoría de los desaparecidos fueron víctimas de grupos armados de métodos brutales. Al parecer, antes de arrojarlos a las aguas turbias del estuario, descuartizaban los cadáveres y los metían en bidones de acero llenos de cemento. Otro método que aparentemente empleaban consistía en atarlos a las raíces bajas de la red de manglares a lo largo de la costa, para que las fuertes mareas y la fauna salvaje se encargaran del resto.
El operativo en el estuario de San Antonio formaba parte de un intento generalizado de la UBPD para localizar a los desaparecidos de Colombia, una tarea hercúlea en un país donde se cree que desaparecieron más de 120.000 personas durante los años del conflicto armado. Desde que en 2018 la UBPD comenzó su trabajo ha recuperado 2.490 cadáveres. De ese total, casi la mitad (1.239), fueron encontrados en 2024.
Detalles de la búsqueda
La participación de las comunidades locales representa un cambio con relación al silencio que reinó durante décadas en torno a las desapariciones de Buenaventura. Por miedo a represalias o por falta de fe en el Estado, muchas familias nunca denunciaron la desaparición de sus parientes.
Durante la búsqueda, un equipo de buceo peinó el estuario usando lámparas de alta potencia (11.000 lúmenes) para poder ver en sus aguas oscuras, mientras los líderes de la comunidad pesquera local los ayudaban a navegar entre las mareas. “Es una de las inmersiones más peligrosas que he hecho y una de las búsquedas más intensas que he emprendido”, dice Albarracín, que en cada punto de interés señalado buscaba en un radio de 20 metros.
De forma paralela, otro equipo se aventuraba en el terreno pantanoso de la bajamar donde las piangüeras, conocidas por su destreza para avanzar en los manglares llenos de barro donde recolectan moluscos, peinaban siete corredores de búsqueda señalados. El equipo de la UBPD se dio cuenta enseguida de que su equipo estándar era inútil. El fango del terreno volvía excesivos a los dispositivos pesados y dejaba prácticamente inmovilizados a los investigadores y antropólogos poco familiarizados con el entorno.
“En este terreno no podíamos usar otra herramienta que no fueran las manos de las piangüeras”, dice Rodríguez, de la UBPD. “Este conocimiento que no sale en los libros de texto y que nosotras no teníamos nos permitió minimizar los errores.”
Las piangüeras locales brindan su experiencia para ayudar con la búsqueda
Antes de comenzar con las búsquedas, los líderes religiosos oficiaron una ceremonia de reconciliación espiritual para pedir perdón al estuario. Un acto simbólico de reconocimiento por el dolor absorbido en el lugar donde fueron arrojados los cadáveres. En las oficinas de la UBPD en Buenaventura se levantó un altar donde los líderes religiosos estuvieron presentes durante toda la operación, leyendo mensajes y desentrañando señales interpretadas como comunicaciones de las diosas, como los cambios en el tiempo.
Antes de aventurarse en las aguas, se puso en sintonía a los miembros de todos los equipos entregándoles una pequeña pulsera protectora para que los acompañara durante el trabajo de campo. La recibieron tanto los científicos de la UBPD como los miembros de la comunidad que se adentraron en el estuario.
Sujetas a fuertes corrientes y mareas cambiantes, las aguas que rodean Buenaventura son turbias y oscuras. Están muy contaminadas por el tráfico marítimo del puerto y por las comunidades de palafitos de la zona, que a menudo tiran sus residuos a las vías fluviales.
Líder espiritual yoruba bendice los esfuerzos de búsqueda
En los 17 días que duró la búsqueda no se encontró ningún resto humano. Las actividades de submarinismo están suspendidas desde entonces y el futuro del proyecto ha quedado en manos de la Jurisdicción Especial para la Paz, un órgano judicial creado específicamente para tratar los casos derivados del conflicto armado.
Para la UBPD y para la comunidad de Buenaventura, esta labor de búsqueda de restos es fundamental. “Estas comunidades tienen su propia relación espiritual con el cuerpo físico”, dice Adriel Ruiz, director de Corporación Memoria y Paz (una ONG de Buenaventura creada para trabajar con las víctimas del conflicto). “Una vez que alguien desaparece, se rompen estas dinámicas psico espirituales y religiosas y se genera un deterioro social, un daño colectivo; encontrarlos es esencial para la comunidad”.
Traducción por Francisco de Zárate.