‘Fanfiction queer’: cuando las historias ficticias creadas por seguidores anónimos imaginan lo que la cultura no muestra

‘Fanfiction queer’: cuando las historias ficticias creadas por seguidores anónimos imaginan lo que la cultura no muestra

En Internet abundan los relatos queer sobre personajes que nunca fueron escritos como tales. Desde celebridades hasta protagonistas de series, el fandom se ha convertido en un espacio donde la imaginación repara lo que el canon ignora. Pero, ¿qué ocurre cuando esas ficciones invaden la intimidad de personas reales?

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Harry Styles y Louis Tomlinson de One Direction. Taylor Swift y la modelo Karlie Kloss. Jungkook y Taehyung de BTS. Las futbolistas Christen Press y Tobin Heath. Juanjo Bona y Martin Urrutia de Operación Triunfo 2023. ¿Qué tienen en común todas estas personalidades públicas? Han reunido a un inmenso fandom —una comunidad de personas que comparten un entusiasmo activo y colectivo por una obra, figura pública, universo narrativo, etc.— que ha fantaseado, y también escrito, sobre la posibilidad de que mantuvieran una relación sentimental.

En algunos casos, esta ha llegado a materializarse, como en el de las dos futbolistas o los cantantes de OT. Pero, en otros, no solo nunca hubo una confirmación oficial como pareja, sino que ni siquiera se trataban de miembros del colectivo LGBTIQ+, como en el caso de Swift y Kloss.

Sin embargo, ¿por qué Internet está llena de este tipo de historias ficticias —conocidas como fanfics— de temática queer? ¿Quién está detrás de estos relatos protagonizados tanto por personalidades públicas como por personajes de ficción? Y, ¿existen repercusiones reales para los artistas cuando otras personas se dedican a ficcionar sobre sus vidas?

La autoría detrás del fanfiction

Si hablamos de fanfiction, es inevitable hablar de Archive of Our Own (AO3). En este repositorio online, abierto y sin ánimo de lucro, se pueden encontrar más de 15 millones de historias pertenecientes a más de 70.000 fandoms diferentes, ordenadas por categorías como “libros y literatura”, “música y bandas”, “películas”, “programas de televisión” o “celebrities y personas reales”. A su vez, dentro de cada categoría es posible encontrar etiquetas que permiten organizar los relatos y facilitar que las y los lectores encuentren lo que buscan. “Personaje lesbiano” recoge 81.000 historias; en “trans” aparecen 226.000 relatos; y bajo la etiqueta “gay” se pueden encontrar 248.000; entre muchas otras. La mayoría son de carácter amoroso, y algunas incluyen contenido sexual explícito, en mayor o menor grado.

Ese impulso por imaginar relaciones queer —incluso en espacios donde no están representadas explícitamente— surge como “un alivio frente a la experiencia de estar en espacios cisheteronormativos en el ‘mundo real’

Dra. Anna Lewellyn
Profesora de la Universidad de Durham

En 2020, AO3 llevó a cabo un análisis de 1800 de sus fanfics observó que casi un 77% de esas publicaciones estaban escritas por personas menores de 25 años. En relación con esto, la Dra. Anna Llewellyn, profesora asociada en la Universidad de Durham y autora del artículo A Space Where Queer Is Normalized: The Online World and Fanfictions as Heterotopias for WLW (‘Un espacio donde lo queer se normaliza: El mundo online y las fanfictions como heterotopías para mujeres que aman a mujeres), explica los motivos. Ese impulso por imaginar relaciones queer —incluso en espacios donde no están representadas explícitamente— surge como “un alivio frente a la experiencia de estar en espacios cisheteronormativos en el ”mundo real“. En muchos de estos mundos ficticios, lo queer ”no incluye la violencia, los horrores de la homofobia o el prejuicio“ que encuentran en la vida real, explica Llewellyn.

Además, gran parte de las autoras y autores de estos relatos todavía se encuentran en edad escolar y universitaria. Muy a menudo, los espacios educativos están altamente estructurados en torno a la obediencia, la aceptación y la cisheteronorma, lo cual es “especialmente desafiante para jóvenes que todavía están tratando de descubrir ‘quiénes son’”, afirma la investigadora. En este contexto, muchas personas LGBTQ+ encuentran en las comunidades que se crean alrededor de los fandoms —especialmente digitales— sus propios espacios seguros.

La falta de representación queer

Muchas de estas historias ficticias surgen ante la falta de representación queer en los relatos canon —aquellos que forman parte oficial del universo narrativo original—y, especialmente, ante la escasez de ficciones de calidad. “Al principio, literalmente no había representación queer, especialmente en los tipos de series de género (ciencia ficción, fantasía y procedimentales policiales) que dieron lugar a los fandoms de fanfiction. Y, cuando empezaron a surgir personajes gays o lesbianas en pantalla, a menudo eran villanos, como el personaje del gay asesino o los depredadores trans; o morían, sobre todo historias de SIDA en los 80 y 90, pero también el infame síndrome de la lesbiana muerta”, asegura la Dra. Kristina Busse, profesora en la Universidad del Sur de Alabama, investigadora del fanfiction y las culturas fandom, y autora del libro Framing fan fiction: literary and social practices in fan fiction communities.

Si la cultura no les proporcionaba referentes queer —y, con ello, no veían sus propias identidades reflejadas en la pantalla— muchas personas comenzaron a imaginarlos, hasta el punto de llegar a influir en las propias ficciones audiovisuales

Si la cultura no les proporcionaba referentes queer —y, con ello, no veían sus propias identidades reflejadas en la pantalla— muchas personas comenzaron a imaginarlos, hasta el punto de llegar a influir en las propias ficciones audiovisuales. Uno de los ejemplos más claros es el de Xena: la princesa guerrera. Esta serie, emitida entre 1995 y 2001, originó numerosos fanfictions entre el personaje de Xena y su “amiga” Gabrielle. Tal y como explica Llewellyn, “las fans sáficas y queer respondieron positivamente y esto provocó que exploraran las relaciones lésbicas en pantalla (en la medida que les fue permitido en ese momento)”. Aunque la serie nunca las nombró explícitamente por temor a la censura o al rechazo de audiencias conservadoras, se convirtieron en un caso icónico de lesbianismo implícito. Años más tarde, la propia Lucy Lawless (Xena) declaró que ella siempre concibió esa relación como romántica.

También han existido casos más recientes en televisión, como Dean y Castiel en la serie Sobrenatural, o Sherlock y John Watson en Sherlock, que han protagonizado innumerables fanfictions queer debido a la cercanía emocional mostrada en pantalla, aunque esas relaciones nunca llegaron a concretarse. Busse señala que estos son ejemplos claros de queerbaiting, una estrategia narrativa y de marketing en la que se sugieren o insinúan relaciones o identidades LGBTQ+ sin llegar nunca a confirmarlas. Aunque esto puede ser frustrante para los fandoms, también pone en valor la gran cantidad de historias y comunidades que han surgido a partir de pequeños indicios subtextuales. “La cuestión de cuánto leemos del texto versus cuánto aportamos como lectores es una vieja discusión en la teoría literaria, y francamente, yo estoy feliz de crear mis slash pairings —emparejamientos románticos o sexuales entre personajes masculinos del mismo universo narrativo que no están representados como pareja o personajes queer— y disfrutarlos con mis amigas y amigos, sin importar el texto original”.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando se cruza el límite de la fantasía, la ficción y la diversión, y se empieza a exigir a actores y actrices que esas historias se materialicen? Hannah Einbinder, quien interpreta a Ava en la serie Hacks, contaba recientemente en una entrevista en The Late Show with Stephen Colbert cómo estaba viviendo la insistencia de sus fans por emparejar a su personaje con el de Deborah, interpretado por Jean Smart: “Quiero que vosotros os expreséis a través del fanfiction, eso es precioso, pero la serie no va a ir por ahí”. Y, con su característico humor, pero abordando un tema complejo, añadía que, cada vez que publicaba algo en Instagram —incluso si se trataba de un storie denunciando a las empresas que empeoran la crisis climática—, siempre recibía comentarios de fans indignados exigiendo que ambos personajes se besen. “Hay que recuperar el foco”, concluía.

Y esto no ocurre únicamente con actores y actrices que interpretan a personajes ficticios, sino que, muchas veces, las fantasías del fandom se proyectan directamente sobre personas reales.

De la fantasía a la realidad

Uno de los ejemplos más sonados fue el de Harry Styles y Louis Tomlinson, exmiembros de la banda One Direction. Durante años, se crearon numerosos fanfics sobre su supuesta relación, hasta el punto de dar lugar a “teorías conspirativas” que recopilaban pruebas de que “Larry” —como se denominó al emparejamiento— era real. En una entrevista reciente con el medio brasileño g1, Tomlinson todavía se pronunciaba sobre esto y aseguraba que “muchas personas miran y encuentran interesantes todas esas pequeñas conspiraciones que ocurren en la vida, pero hay momentos en los que se vuelve muy personal”. Después de casi diez años desde la disolución del grupo, aún hay gente insistiendo en la veracidad de Larry.

Shippear a personas reales y hablar de ellas como si fueran personajes de ficción es algo muy violento. Nos deshumaniza y puede generar altos niveles de estrés en quienes reciben este acoso.

Vanessa J. Sasera
Experta en Psicología Afirmativa LGTBIQA+

En el caso de los cantantes, la relación no existió. Pero, ¿cómo habría reaccionado la opinión pública si realmente hubieran estado juntos? Es posible que algo similar a lo que ocurrió con las futbolistas Christen Press y Tobin Heath. Durante años, numerosas fans siguieron su amistad y fantasearon con la posibilidad de una relación. El problema surgió cuando esa fantasía se convirtió en una fijación que empezó a interferir en sus vidas personales. Ambas abordaron la situación en su pódcast the recap show. Aunque con el tiempo su vínculo evolucionó hacia una relación sentimental, recuerdan la presión que vivieron. “Existió una glorificación de la relación. Se crearon falsas expectativas y la gente en Internet se olvidó de que éramos personas reales, con nuestras propias familias, historias y traumas”, comentaba Heath. Esa presión mediática por convertirlas en referentes lésbicos se produjo en un momento en el que ni ellas mismas sabían cómo nombrar lo que estaban viviendo.

Vanessa J. Sasera, psicóloga general sanitaria y experta en Psicología Afirmativa LGTBIQA+, explica que “en términos generales, shippear a personas reales y hablar de ellas como si fueran personajes de ficción es algo muy violento. Nos deshumaniza y puede generar altos niveles de estrés en quienes reciben este acoso”.

Algo similar vivieron, dentro del contexto español, Juanjo Bona y Martin Urrutia, exconcursantes de Operación Triunfo 2023. Lo que comenzó como una amistad se transformó, con el paso del programa, en enamoramiento. Pero, durante el proceso, se generó toda una comunidad que especulaba —y vertía odio— sobre si realmente estaban juntos. El proceso fue especialmente complejo para Bona, quien, como contó meses después en el podcast Bimboficadas, nunca había estado con un chico, y sentía que el programa a veces empujaba a los concursantes a declarar sus orientaciones sexuales. “Es fundamental recordar que tanto la salida del armario, como las relaciones con otras personas, son un proceso privado. Sacar a alguien del armario o hablar de su identidad sexual sin su consentimiento es una violencia, que, como cualquier agresión, puede tener un grave impacto en su salud mental”, advierte Sasera.

La imaginación fan ha sido, y sigue siendo, una poderosa herramienta para crear mundos donde el deseo queer tiene lugar. Frente a un canon que históricamente ha ignorado, estereotipado o borrado estas identidades, el fanfiction ha ofrecido una especie de refugio creativo. Pero cuando esa imaginación olvida que detrás de cada personaje real hay una persona, con una historia propia, sus heridas, sus tiempos y sus límites, puede convertirse en violencia. Celebrar el fanfiction implica también saber dónde termina la ficción y empieza el derecho a la intimidad.