
La historia de Abdo Al Alali, de huir de la guerra en Siria a los 12 años a abrir su propio bar en Pamplona
La guerra civil en su país lo obligó a huir y abandonar su familia, atravesando desiertos y montañas. Ahora es dueño de un establecimiento de comida tradicional siria en el centro de la capital navarra
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Con 12 años Abdo Al Alali tuvo que huir de su país natal, Siria, debido a una guerra civil. A los 17 cruzó los desiertos marroquíes hasta poder atravesar la valla de Melilla. Gracias a la labor de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) pudo ser acogido en un centro de menores en Pamplona, donde aprendió español. Con los ahorros que acumuló trabajando como camarero, hace pocos meses montó su propio restaurante en el Casco Antiguo de Pamplona. Al mismo tiempo, y tras muchos años separados, pudo traer a España a su familia y establecerlos en un piso en la capital navarra.
Oriundo de Idlib, una ciudad situada a unos 60 kilómetros de Alepo, que ha sido escenario de múltiples enfrentamientos durante la guerra civil en Siria durante el 2011. “Nos empezaron a lanzar misiles, bombardeos, todo esto en la ciudad”, recuerda Al Alali. Un disparo en su pierna izquierda fue el detonante que lo llevó a abandonar el país junto a su familia y dejar atrás su hogar.
Consiguieron huir en octubre de 2014 y llegaron a Turquía, desde donde se dirigieron hacia Argelia, para luego asentarse allí, de manera indocumentada, durante cinco años. Cumplidos los 17, decidió correr el riesgo de ser detenido por las autoridades migratorias y abandonó Argelia en busca de mejores condiciones, solo que en esta ocasión partiría solo. Dejar a su familia supuso una decisión dura; sin embargo, ellos mismos fueron quienes lo impulsaron a buscar nuevas oportunidades. “Ellos también querían que me fuera”, explica Al Alali.
Desde Argelia partió a Marruecos. Desde allí planeaba llegar a alguno de los países desarrollados de Europa. España, uno de los más cercanos y accesibles, fue el destino por el cual se decantó. No obstante, el camino que le restaba no era ameno ni seguro. Tuvo que cruzar por los desiertos marroquíes y el tramo de la cordillera del Atlas que atraviesa el país norteafricano. En su primer intento fue detenido por las autoridades marroquíes y tuvo que empezar desde cero. En su segundo intento logró acercarse a la ciudad autónoma española de Melilla. “Entré a España debajo de un camión, encima de una de las ruedas. Llevaba conmigo mi pasaporte sirio, y, una vez cruzamos la frontera, me entregué a las autoridades solicitando asilo. A partir de allí me llevaron al centro de la ciudad”, añade Al Alali.
En Melilla fue acogido en un centro de menores, donde permaneció unos cinco meses. Dentro del centro igualmente tuvo que pasar por condiciones difíciles, relata Al Alali. “El centro de menores parecía en verdad una cárcel, había un montón de gente, robaban, de todo”. Allí conoció a trabajadores de la CEAR, una ONG dedicada a la protección y al apoyo de los refugiados y las personas que solicitan asilo. Le ofrecieron un alojamiento en Pamplona y lo trasladaron al poco tiempo. Su llegada coincidió con el toque de queda debido a la pandemia del COVID-19.
Ya en Pamplona inició sus estudios de la lengua española. Estudiaba con la misma ONG todos los días y algunos fines de semana. “A mí no me ha resultado difícil aprender castellano, tenía ganas de aprender, quería trabajar y mejorar mi vida”, recuerda Al Alali. Cuando ya podía sostener una conversación empezó a ir de bar en bar preguntando si tenían una vacante. “Empecé lavando platos, luego como ayudante de camarero, luego ayudante de cocina, al final cuando ya pude hablar mejor ya pude trabajar de camarero”. No obstante, su plan no era quedarse trabajando como camarero. “Desde que he venido sabía que no quería ser el empleado de alguien más. Me dije que por lo menos tenía que intentarlo y montar algo propio, si no me salía bien, pues por lo menos podría decir que lo había intentado”.
Luego de casi dos años y medio en un puesto de camarero, decidió conseguir otro empleo para ahorrar y cumplir sus metas. “Trabajaba en un restaurante y luego por la noche trabajaba en la discoteca de la esquina. Salía a las once de la noche del restaurante y luego me iba a la discoteca hasta las cuatro o cinco de la madrugada”, recuerda Al Alali. Con lo que acumuló durante ese periodo, fue moldeando sus proyectos. Trajo a su familia desde Argelia, y recientemente los ha acomodado en un piso en Pamplona. “Por fin la familia ya se ha unido, después de tantos años, mucho trabajo y mucha distancia, al final hemos logrado estar juntos aquí”. A su vez, alquiló el local donde establecería el bar Sirius.
Cocina tradicional siria
“Sirius es la estrella más brillante del universo”, explica Al Alali sobre su inspiración a la hora de nombrar su establecimiento. A su vez, también hace alusión a su nacionalidad y a su país natal. El menú actualmente a pesar de ser reducido, se enfoca en la calidad y en su autenticidad. Son platos que él sabe hacer y que pueden ser conocidos en España.
Por ejemplo, destacan los platos de shawarma, falafel, hummus y las hojas de barra (hojas de planta de uva rellenas).“La gente viene conociendo platos populares como el falafel, pero por ejemplo desconocen el shawarma, así aprovecho cuando me preguntan lo qué es y les explico”. También ha añadido otras recetas tradicionales menos conocidas como el baba ganush (pasta a base de puré de berenjena) y el tradicional arroz amarillo, que lo prepara su madre y luego él lo agrega a platos como el shawarma.
Este verano Sirius se enfrentó a sus primeros Sanfermines, teniendo que adaptarse al nuevo público. “Los primeros días tuvimos almuerzos, reservas, pero más que todo tuvimos gente de fiesta y bebidas. Fue un primer año que deja cosas que aprender para el siguiente, menos personal, o poner más fotos en las entradas para que la gente se anime a entrar por ejemplo. Pero trabajamos bien estas fiestas”, valora Al Alali. Con más experiencia espera que el siguiente año sea una oportunidad de superarse a sí mismo.
“Me siento muy bien con lo que he hecho, he querido venir a trabajar y a mejorar, no he pensado en meterme en malos caminos, podría haber hecho cualquier otra cosa”, agrega Al Alali. Las reseñas del restaurante indican que a la clientela no solo les encantan los productos, sino que también resaltan el servicio recibido. A pesar de las dificultades que conlleva montar un negocio desde cero, en un lugar sin nadie a quien acudir, y sin ningún tipo de contacto, ha sabido salir adelante. “Todo lo que he pasado me ha ayudado a ser un hombre, tengo 23, pero siento que tengo una mentalidad mayor”.
Después de verse obligado a abandonar su lugar de nacimiento, ha encontrado un hogar en su país adoptivo. “Aquí la gente es muy amable, mucha gente y varias cuadrillas han venido a apoyar, y han dejado su reseña. Al final gusta mucho porque apoyan en lo que pueden al trabajador” opina Al Alali.