
Gestión forestal: una herramienta imprescindible ante la emergencia climática
Los incendios no son la excepción: no solo hay que combatirlos apagando las llamas sino previniendo que estos sucedan. Hace falta un pacto social y ecológico para la gestión forestal y la prevención de incendios
Desde hace demasiado tiempo, nos hemos acostumbrado al hecho de que el verano sea sinónimo de incendios. En Catalunya y en toda la cuenca del Mediterráneo hemos normalizado las imágenes de bomberos apagando unos fuegos cada vez más virulentos y unas temperaturas más altas. Por eso seguimos con la misma angustia y cierta sorpresa cómo se quema el noroeste de la península, una zona verde, húmeda, sin problemas de sequía y con temperaturas “normales” durante el verano. Parece que esta normalidad también se ha acabado en las regiones de clima atlántico, y sí, a pesar de lo que diga la extrema derecha, esto es debido al cambio climático.
Veranos más largos, olas de calor más intensas y el aumento de las temperaturas provocan bosques cada vez más secos, frágiles e inflamables que prolongan la temporada de incendios. Son más de 300.000 las hectáreas que se han quemado en el Estado solo en el mes de agosto convirtiendo 2025 en el peor año de incendios del siglo XXI y registrando los fuegos más voraces de la historia. La primera conclusión a la que debemos llegar, y rápido, es que los incendios son la nueva normalidad -en cuanto a que la emergencia climática lo inunda todo- y que, por lo tanto, tenemos que centrar los esfuerzos en reducir su impacto y adaptarnos. La segunda conclusión es poner el foco en la prevención y, por tanto, en una buena gestión forestal, siendo también conscientes de que no podemos gestionar todo el bosque.
Catalunya cuenta con una gran diversidad de bosques (por las diferentes condiciones climáticas, topográficas y también históricas) que nos proveen no solo de recursos naturales (madera, alimentos y otros productos) y culturales (usos recreativos, de salud física y mental) sino que actúan como reguladores del clima, el agua, la contaminación ambiental y como apoyo a la biodiversidad y a los suelos. Además, actúan como sumidores de carbono (sistema que absorbe más dióxido de carbono de la atmósfera del que libera y, por tanto, reduce la cantidad de este gas de efecto invernadero a la atmósfera) pero la ciencia demuestra cómo esta capacidad disminuye cada vez más debido a las presiones naturales (incendios, plagas) y antropogénicas (intensificación de la tala, presión urbanística). Por lo tanto, la adopción de medidas para preservar los bosques es más urgente que nunca.
La mala política, como hemos visto estos días, también es una amenaza para nuestros bosques. El negacionismo climático de las derechas, la carencia de asunción de responsabilidades de los gobiernos del PP; la precariedad laboral de los servicios de extinción en muchas comunidades; las respuestas improvisadas y reactivas de los responsables políticos, sin definir una estrategia a largo plazo, cada vez que hay un gran incendio o la culpabilización a las agendas verdes y no al dominio de la agroindustria como causa del retroceso de la pequeña y mediana explotación agrícola y ganadera hacen que las respuestas políticas a los grandes incendios sean profundamente equivocadas.
Por eso, los Comuns consideramos imprescindible diseñar una estrategia de país para hacer frente a este reto, aprobando un Pacto social y ecológico para la gestión forestal y la prevención de incendios que sea acordado con todos los agentes implicados. En Catalunya, el primer paso es actualizar la Ley Forestal (de 1988) y aprobar el Plan General de Política Forestal al cual obliga esta ley y que todavía no está aprobado. Es muy grave que ante la situación de riesgo en la que nos encontremos no se cuente con este Plan y, por lo tanto, se trata de ir más allá y elaborar un pacto a largo plazo basado en tres objetivos: prevenir y reducir los incendios forestales; conservar y restaurar la biodiversidad; y desarrollar la bioeconomía basada en productos forestales, ganaderos y agrícolas. Estos objetivos –tres demandas complejas de combinar ante un escenario climático cada vez más incierto- se tienen que enmarcar en la estrategia forestal aprobada por la Unión Europea que prioriza las “soluciones basadas en la naturaleza” y tienen que formar parte de una política más general de país de mitigación y adaptación climática y de reequilibrio territorial.
En definitiva, hay que gestionar el territorio y ordenarlo, y aquí la agricultura y la ganadería, las zonas rurales, juegan un papel clave. La agricultura no es sólo producción, sino que es un servicio de seguridad para toda la población, también en caso de incendio. Gestionar los bosques, el paisaje; invertir en explotaciones agrarias y ganaderas familiares, en frenar el éxodo rural, en conservación y restauración de la biodiversidad, en innovación y formación, en infraestructuras prioritarias, en fiscalidad verde. Todas estas son medidas imprescindibles para tener una política de mitigación y adaptación al cambio climático robusta que haga frente al principal reto al cual nos enfrentamos como humanidad: la emergencia climática. Y los incendios no son la excepción: no solo hay que combatirlos apagando las llamas sino previniendo que estos sucedan –hace falta que este sentido común pase de la teoría a la acción-. Hace falta un pacto social y ecológico para la gestión forestal y la prevención de incendios.