
Del protocolo de calor a sensores térmicos en 120 colegios: las aulas canarias ante el reto del cambio climático
Los sindicatos piden que se diseñen políticas que tengan en cuenta la frecuencia con las que se están produciendo olas de calor. Ven prioritario que se eliminen los barracones que aún quedan en algunos centros. La Consejería de Educación remarca que se están poniendo en marcha medidas pioneras y que anunciarán más
Desde cambios en el horario de las materias a salir antes del colegio: el protocolo de Canarias ante el calor en las aulas
En octubre de 2023 Canarias tomó una medida inédita: suspender las clases por una ola de calor que había provocado desmayos en clase y problemas de salud en el personal y alumnado. Ese episodio de altas temperaturas evidenció lo que era un secreto a voces: las infraestructuras educativas de las Islas estaban obsoletas, con barracones o aulas modulares en varios centros, con patios sin techar y falta de zonas de sombras. Los sindicatos han venido reclamando medidas para evitar que se vuelva a tomar una decisión tan drástica como la de suspender las clases a la vez que la Consejería de Educación, liderada por Poli Suárez (PP), ha ido anunciando pequeños pasos para ir adaptando sus aulas al fenómeno del cambio climático.
Una de las últimas medidas ha sido la de promover sensores térmicos en 120 centros educativos públicos de Canarias. La Consejería de Educación, a través de la Dirección General de Infraestructuras y Equipamientos, destaca que se trata de un “proyecto pionero en España que combina tecnología, planificación ambiental y adaptación al cambio climático en el ámbito educativo”. El objetivo es “monitorizar en tiempo real la temperatura, la humedad y los niveles de CO₂ en las aulas y patios escolares”.
La Consejería apunta que esta medida se enmarca en el Plan de adaptación de los centros educativos a las altas temperaturas, aprobado en septiembre de 2024. Con él se pretende “proteger a la comunidad educativa frente a los efectos del cambio climático” y contempla ocho líneas de actuación, entre ellas la naturalización de espacios, la instalación de sistemas de refrigeración eficientes, la generación de sombra y la mejora de la ventilación.
Educación insiste en que “con esta acción, Canarias se convierte en la primera comunidad autónoma en introducir un sistema de sensorización ambiental a gran escala en su red de centros educativos. El proyecto está alineado con el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) y con la Estrategia Canaria de Acción Climática (ECAC), y responde a una preocupación creciente: el aumento de los episodios de calor extremo, cada vez más frecuentes e intensos, que afectan de manera directa a la calidad del aprendizaje, a la salud del alumnado y al bienestar del profesorado”.
El encargo, ya formalizado y en ejecución, cuenta con un presupuesto de 255.679,98 euros. Según detalla, el despliegue de sensores va acompañado del desarrollo de una plataforma web de monitorización, que centralizará los datos enviados de forma continua por los dispositivos instalados en cada centro.
Esta herramienta permitirá a la Consejería disponer de una radiografía precisa y en tiempo real de las condiciones ambientales de las escuelas, “lo que facilitará priorizar intervenciones en función de la urgencia y necesidad detectada en cada municipio o isla”.
“La información obtenida servirá para orientar tanto actuaciones de emergencia frente a olas de calor, como proyectos de transformación estructural a medio y largo plazo, incluyendo obras de mejora energética, sistemas de ventilación natural, vegetación en patios o cubiertas verdes”, dice Educación.
Un proyecto conectado al protocolo de calor
El proyecto estará conectado con el Protocolo de actuación de los centros educativos ante las altas temperaturas, una medida que se anunció el pasado año, de tal manera que se relacionará con los niveles establecidos en el mismo: verde, amarillo, naranja y rojo. Ese protocolo incluye desde cambios en el horario de las materias a salir antes del colegio.
El protocolo, presentado en abril de 2024, establece cuatro niveles de riesgo: desde el cero o el de normalidad hasta el tres, que es el único que contempla que se cierren las aulas y se aplique la enseñanza no presencial. El nivel uno incluye medidas como la difusión de información, recomendaciones o considerar justificadas las faltas del alumnado vulnerable ante episodios de altas temperaturas. También contempla la modificación de los espacios para impartir clases o aplazar las actividades extraescolares.
El nivel dos habla de la posibilidad de acordar la salida anticipada del alumnado del centro previa justificación e incluso de modificar el horario escolar y de las actividades curriculares.
Por otro lado, el documento contempla que es posible cambiar el orden de las asignaturas. Por ejemplo, que Educación Física se realice en las horas en las que da menos el sol. Asimismo, las salidas anticipadas del alumnado nunca se producirán antes de las 12.00 horas.
Retirar barracones y otras reivindicaciones de los sindicatos
“Valoramos las medidas que está poniendo en marcha la Consejería, pero son aún insuficientes. Llevamos mucho retraso en este ámbito, derivado en parte del mal estado general y la antigüedad de nuestras infraestructuras educativas y también de la rapidez con que están aumentando las temperaturas y de la frecuencia con las que se están produciendo olas de calor”, señala Pedro Crespo, del sindicato Anpe.
A su juicio, el sistema de recogida de datos en tiempo real que “se está instalando en muchos centros es un avance para disponer de información que nos permita actuar en cada momento según la situación de cada centro, pero hay que acelerar en la adaptación de los centros a las altas temperaturas, priorizando en los de aquellas zonas más expuestas”. Esto, afirma, “incluye el techado de patios y canchas, la creación de más zonas arboladas y de sombra, la reforma de los centros existentes para que sean más eficientes energéticamente, la necesidad de que los nuevos centros que se vayan construyendo se diseñen pensando en ello, y también la instalación de sistemas de climatización donde sea necesario, garantizando la potencia eléctrica suficiente”.
También ve “prioritaria” la eliminación de las aulas modulares (los llamados barracones) que aún quedan en algunos centros. E incluso “medidas tan elementales como la instalación de chorros de agua potable en diferentes zonas son clave para garantizar la hidratación del alumnado y evitar problemas cuando se den episodios de calor”, destaca.
“La geografía de nuestro Archipiélago nos expone más que otros lugares a determinados fenómenos climáticos, por lo que debe haber también una implicación especial del Ministerio de Educación y, en general, del Gobierno del Estado. La ministra Pilar Alegría se comprometió en agosto de 2022 a poner en marcha un plan de adaptación climatológica de los centros educativos dotado con más de 200 millones de euros. Tres años después, la financiación estatal concedida a las distintas administraciones para este fin está lejos de esa cantidad, que ya de entrada era muy insuficiente”, concluye Crespo.
Por su parte, Gerardo Pérez, del sindicato STEC-IC, recuerda que “las altas temperaturas lo que esconden es una realidad que se va a mantener en el tiempo, que son olas de calor producidas por el cambio climático”. Por ello, recuerda que su sindicato realizó propuestas a la ley contra el cambio climático autonómica e insiste en que es una realidad que afecta a los centros escolares, que asegura que tienen que ir hacia una transición energética.
Pérez insiste en que hay que adaptar los centros educativos a la realidad del cambio climático con materiales mucho más sostenibles ya que la mayoría de estos centros tienen una edad bastante elevada de más de cuarenta y cincuenta años. “Hay incluso algunos que están construidos todavía con amianto, que tienen amianto en sus construcciones”, detalla. Asimismo, insiste en que “hay que trabajar fundamentalmente en la ventilación cruzada” y en el “en el aislamiento térmico de los centros” ante las olas de calor. Otro elemento importante que menciona es que haya vegetación en los centros educativos, ampliar y profundizar en los huertos escolares y evitar las fugas de agua en los baños.
“Nos parece bien que haya detectores de calor en los centros y nos parece bien que en último extremo se suspendan las clases, porque siempre hay que cuidar la seguridad y la salud, Pero, claro, la enseñanza online tiene que también estar a la altura de los tiempos para poder seguir las clases”, destaca Pérez.