Bluesky busca su sitio tras surfear el ‘efecto huida’ de Elon Musk: «El éxodo ha terminado»

Bluesky busca su sitio tras surfear el ‘efecto huida’ de Elon Musk: «El éxodo ha terminado»

La red social, que ofrece una alternativa descentralizada a X, encara ahora el reto de consolidar su comunidad más allá del impulso que supuso el rechazo a las prácticas del multimillonario

Qué es Bluesky, el Twitter anti-magnates que gana millones de usuarios tras la victoria de Trump

En otoño de 2024 una sencilla página web se coló entre las preferidas de los usuarios veteranos de Bluesky. Solo tiene un contador y algunos gráficos, pero las capturas con las cifras que estos mostraban empezaron a volar por miles de publicaciones: eran los números de la explosión de la plataforma, que había roto de un martillazo el techo de cristal que la encajonaba como red social de nicho para saltar a la conversación mundial. Millones de nuevos miembros se estaban uniendo al proyecto.

“Hace 90 días Bluesky tenía 6,18 millones de usuarios. Hace 30 días Bluesky tenía 10,85 millones de usuarios. Mañana Bluesky tendrá 15 de millones de usuarios. Esto es absolutamente increíble, gracias a todos por creer en nosotros”, publicó Jaz, que forma parte del equipo de desarrolladores de Bluesky y sostiene la citada página de estadísticas como proyecto personal. “Mientras no lo vendáis a un multimillonario egocéntrico, seguiré aquí”, respondía uno de los nuevos usuarios.

Era el 13 de noviembre y Donald Trump acaba de ganar las elecciones con la incalculable ayuda de Elon Musk. El magnate sudafricano no solo puso mucho dinero y esfuerzo para aupar a Trump, sino que transformó la antigua Twitter en una máquina de propaganda a su servicio. Tras comprar la plataforma un año antes por 44.000 millones de dólares, despedir al 80% de la plantilla —a la que acusó de estar contagiada del “virus woke”— y cambiarle el nombre, Musk alteró su algoritmo para favorecer la visibilidad de las ideas de extrema derecha.

Cada uno de esos giros había ido empujando a más usuarios de X hacia Bluesky, una red que fue creada bajo su paraguas, pero que ahora volaba sola. De funcionamiento muy similar a Twitter, lo que la nueva plataforma ofrecía era, precisamente, un escudo para que lo que le había pasado a su antecesora no pudiera volver a ocurrir.

Bluesky no se apoya en un sistema cerrado, donde todos los datos y decisiones dependen de la empresa que gestiona el servicio, sino en un protocolo descentralizado. Eso significa que la información —los posts, las conexiones, la identidad digital— no pertenece a Bluesky como compañía, sino a cada usuario. Un modelo anti-magnates que permite a los usuarios llevarse su cuenta a otra aplicación compatible si alguien decidiera comprar Bluesky y manipular su algoritmo.

Una red social así era la ventana abierta que necesitaban millones de personas que no querían permanecer en la nueva X tras la victoria de Trump. Los 15 millones de los que hablaba Jazz se convirtieron primero en 20 y luego en 30 millones a principios de 2025. El mayor motor de Bluesky, que había abierto sus puertas en 2023, era el binomio que ahora dirigía la Casa Blanca: con cada nuevo acto extremo, más usuarios decidían hacer las maletas y probar la alternativa abierta de X.

Esquivar el efecto Mastodon

El último de esos grandes empujones llegó con la toma de posesión de Trump y el saludo nazi de Musk. En mayo, cuando el multimillonario se desacopló definitivamente del Gobierno estadounidense, Bluesky superaba los 35 millones de usuarios. Era el momento de la primera prueba de fuego para la joven red social, que tenía que convencer a los refugiados digitales de que su plataforma era un buen lugar para habitar.

¿Qué ha ocurrido en Bluesky desde entonces? Sin el ‘efecto huida’ de Musk, su ritmo de crecimiento se ha ralentizado. También el índice de actividad interna, con las cifras de ‘me gustas’, seguimientos y publicaciones cayendo por encima de 11% cada una respecto a hace tres meses. Hoy tiene 38,6 millones de usuarios, pero solo 5,74 millones tuvieron alguna actividad en los últimos 30 días.

Era una caída previsible: otras redes que vivieron oleadas de refugiados de Elon Musk ya habían pasado por lo mismo. El caso paradigmático es Mastodon, con una experiencia de uso más compleja que la de Twitter, a diferencia de Bluesky, que es prácticamente la misma. Tuvo un auge fulgurante tras la compra de la plataforma por el multimillonario, pero no consiguió retener a la mayoría de recién llegados y terminó registrando desplomes severos en las interacciones de la plataforma.

Aunque Bluesky también ha sufrido ese efecto rebote por parte de la gente que no ha encontrado su sitio en la nueva plataforma por un motivo u otro, lo cierto es que esta ha sido menos pronunciada que en Mastodon. “Yo no lo he notado”, dice sobre ese descenso de actividad Guillermo Zapata, uno de los activistas que mejor usó Twitter para la política post 15M y que ahora es uno de los veteranos de Bluesky. “El nivel de feedback y de publicación en mi comunidad se ha mantenido desde hace más o menos un año”, explica.

“Mi sensación es que hubo una fase de contacto entre Twitter/X y Bluesky, en la que se vieron todos esos debates sobre si había que quedarse o irse, con gente haciendo activismo (yo entre ellos) para provocar un éxodo, moverse de una plataforma hacia la otra”, recuerda Zapata: “Creo que esa lógica de contacto ya ha terminado. No digo que no pueda volver a suceder, pero la tensión política de aquel momento ya ha terminado”.

Protocolo anti-Trump

Ese debate para abandonar X se dio sobre todo en entornos de izquierda de todo el mundo. De esa esfera venían también los millones de nuevos usuarios que llegaron a Bluesky, lo que ha dado a la plataforma una marcada orientación progresista en el terreno político. También destaca la comunidad científica, que huyó del odio anticiencia que se contagió por X, así como otras, entre ellas, la de ciberseguridad.

Pero la ambición de la plataforma no es ser una aldea gala progresista en el Internet de la contrarrevolución reaccionaria. “Sí, Bluesky es para todos”, contestó su directora ejecutiva, Jay Graber, en una reciente entrevista con Wired, sobre si daría la bienvenida a Donald Trump.

El arma secreta para impedir que el republicano vuelva a hackear la conversación igual que hizo en X es, de nuevo, el protocolo abierto en el que se basa Bluesky. “Creemos que, con el tiempo, la conversación pública en general debe apoyarse en un protocolo abierto. Eso permite que cada persona elija sus propias preferencias de moderación. Creemos que es lo suficientemente flexible como para servir a todos los casos y a todo el mundo”, expone Graber.

Zapata lo confirma. “Para mí Bluesky tiene dos grandes claves principales. La primera es que tú lees solo a quien quieres leer, y a ti te lee solo quien te quiere leer. Y la segunda es que la moderación funciona muy bien. Eso no quiere decir que no tengas conflictos, pero el sistema es muy sólido para permitirte frenarlo cuando quieras”, detalla.

Es un modelo que quizá pueda recordar a una cámara de eco autogestionada. “Lo más peligroso de una cámara de eco es no saber que estás en una”, responde Zapata. “Creo que estar en una red de texto ya es asumir una posición minoritaria con respecto a las de imagen, como Instagram o Tiktok. Aquí estás buscando otras cosas, como una mejor sensación en los contenidos y en la lectura”.

Con todo, esas redes sociales descentralizadas basadas en la imagen ya están en marcha. Flashes, centrada en la compartición de fotos y videos como Instagram; o Skylight, orientada a videos cortos al estilo TikTok; funcionan sobre el mismo protocolo que Bluesky. Esto significa que un contenido publicado en una de estas apps puede ser visto, comentado y compartido por los usuarios de las demás. Ambos son proyectos independientes de Bluesky.

Es aquí donde la nueva red social se ve como el primer paso de algo más grande y no solo como una vía de escape para la indignación con Elon Musk. “Registrarse ahora no es solo comprometerse con otra aplicación de microblogging, es comprometerse con una nueva era social, con una especie de pasaporte digital que se mueve contigo”, defiende Graber: “Es un juego de ‘elige tu propia aventura’. Puedes entrar y personalizar la experiencia tanto como quieras. Si no encuentras lo que buscas dentro de la aplicación Bluesky, puede que haya otra dentro del ecosistema del protocolo que te dé lo que quieres. Si no lo encuentras, puedes construirlo. No tendrás este nivel de control en ningún otro sitio”.