
Villas de lujo y ‘beach clubs’ colonizan con hamacas las calas de Ibiza y hartan a los vecinos: «La playa es un espacio público»
Desde Cala Espart a Cala Molí, los enseres e instalaciones de playa invaden el territorio sin el pertinente permiso de las administraciones, lo que ha obligado a algunos residentes a intervenir. «Hay ilegalidades por tierra, mar y aire», critican los ecologistas
Hamacas a 340 euros y una bandeja de sushi por 185: los precios prohibitivos de la costa de Ibiza
Es difícil acceder a Cala Espart, un pequeñísimo rincón natural ubicado en Santa Eulària, cerca de la exclusiva urbanización de lujo Roca Llisa. El vigilante de seguridad de este núcleo de villas de propietarios situado junto al campo de golf avisa: el camino está “imposible” debido a las últimas tormentas. Un hecho que extraña, ya que apenas queda el recuerdo de esas últimas lluvias cuando se está sufriendo el calor de finales de agosto. Indica que es mejor ir desde la localidad de Jesús. El acceso a la cala se complica para un bañista cualquiera, pero no a los inquilinos o propietarios de estas construcciones de lujo que plagan el litoral y este verano han sido objeto de polémica por intentar privatizar Cala Espart instalando hamacas y sombrillas sin permiso de Costas.
Sucedió en junio, cuando varios vecinos de viviendas adyacentes vieron cómo una trabajadora se dedicaba durante largo rato a desplegar los elementos de playa, ocupando gran parte de la arena sin poseer la licencia pertinente. Según establece la normativa, para que una empresa pueda proporcionar este servicio con fines comerciales requiere de una concesión pública por parte del Ayuntamiento en caso de que la playa sea urbana (y, por tanto, de competencia municipal) o por parte del Govern balear, a través de la Dirección General de Costas, si pertenece al dominio público marítimo-terrestre.
La situación no es nueva. Durante ese mismo mes sucedió algo similar en Cala Molí, en el término municipal de Sant Josep. En este caso, el hartazgo de un vecino lo llevó a desinstalar las desinstalar las hamacas y sombrillas que había puesto una villa por voluntad propia, ganándose el respeto de toda la comunidad, como publicó en junio Nou Diari. Román, director de operaciones de El Silencio Ibiza, el único beach club de esta cala josepina asegura que, en su negocio, están sometidos semanalmente a inspecciones del Ayuntamiento al tratarse de una concesión. De hecho, se pueden contar sobre la arena exactamente los mismos elementos que establece el hito.
Según establece la normativa, para que una empresa pueda proporcionar este servicio con fines comerciales requiere de una concesión pública por parte del Ayuntamiento en caso de que la playa sea urbana (y, por tanto, de competencia municipal) o por parte del Govern balear, a través de la Dirección General de Costas, si pertenece al dominio público marítimo-terrestre
Bañistas en Cala Molí
“Esta persona -afirma refiriéndose a los responsables de ocupar buena parte de la playa sin permiso- decidió llegar una mañana e instalar ahí en la punta varias hamacas y sombrillas”. Aunque él no lo vio en primera persona, los vecinos, con los que tiene buena relación, le contaron que se trataba de una familia extranjera propietaria de una villa situada en las laderas de Cala Molí.
Al parecer, era uno de sus trabajadores quien bajaba a la arena, durante todos los días de las vacaciones de sus jefes, a asentar todo tipo de objetos para su confort durante el día de sol y salitre. No se trataba, como habían confundido algunos, de una empresa privada, sino empleados contratados por la familia de alto poder adquisitivo. Así lo corrobora Román, quien asegura que nadie estaba “haciendo dinero” alquilando esos elementos de playa, sino que los utilizaban para disfrutar ellos mismos, a diferencia de otras villas turísticas que sí estarían cobrando un plus por ofrecer a sus clientes ese servicio.
Villa de lujo sobre Cala Molí
Aunque no conoce a la persona que retiró finalmente las hamacas y las sombrillas, corroboró a través de la prensa local que se trataba de un vecino de las casas cercanas a la cala. El pulso vecinal contra los propietarios culminó con un cartel que apareció junto a la desmantelación del acomodo: “La playa es un espacio público y no está incluida en la casa que habéis alquilado. Si queréis poner vuestra hamaca, venid como todo el mundo y colocadla donde queráis. ¡Eivissa libre de piratas!”, publicó en la misma información Nou Diari. Las acciones vecinales, sumadas a las publicaciones de los medios, fueron suficientes para cesar las prácticas invasivas de los propietarios de la casa de lujo.
El pulso vecinal contra los propietarios culminó con un cartel que apareció junto a la desmantelación del acomodo: ‘La playa es un espacio público y no está incluida en la casa que habéis alquilado. Si queréis poner vuestra hamaca, venid como todo el mundo y colocadla donde queráis. ¡Eivissa libre de piratas!’
Privatización del espacio público
“No quiero decir que se pensaran que la playa era suya, pero sí que podían acceder a ella con su elevado nivel de comodidad, desfavoreciendo a los demás bañistas”, señala el director de operaciones del beach club ibicenco. Esta escena no es muy habitual en la cala, asegura Román. Aunque la versión choca con la de los vecinos, quienes denunciaron que la instalación privada se producía desde por la mañana hasta por la tarde y que en ocasiones la escena se había repetido durante semanas.
Hamacas en Cala Molí
En Cala Molí, las villas de grandes dimensiones salpican el paisaje montañoso que se alza desde el pequeño enclave de aguas cristalinas y ‘còdols’ -piedras y rocas del litoral-, junto a antiguas casetas, a la derecha, que recuerdan la -no tan- antigua vida de los pescadores de Balears. Lo mismo sucede en otras calas de Sant Josep, como Cala Vadella, donde las edificaciones se multiplican entre los árboles demasiado cerca de la costa. Según ha asegurado el Ayuntamiento de Sant Josep a elDiario.es, este verano no se ha formalizado ante la administración municipal ninguna queja por la instalación de elementos de playa por parte de villas privadas.
En Cala Molí, las villas de grandes dimensiones salpican el paisaje montañoso que se alza desde el pequeño enclave de aguas cristalinas y ‘còdols’ -piedras y rocas del litoral-, con ‘escacs’ a la derecha que recuerdan la -no tan- antigua vida de los pescadores de Balears
Por otro lado, el caso de El Silencio de cumplir a rajatabla con el número de elementos marcados por la licitación y con el precio que cobra a sus clientes (un total de diez euros), no se repite en muchas de las concesionarias del litoral, como pudo averiguar este diario a principios de verano. En Cala Bassa, el despliegue de camas balinesas por parte del Cala Bassa Beach Club (CBbc) ocupa todo el kilómetro de costa, sin dejar apenas espacio a los demás bañistas. También obliga a los clientes a consumir en el establecimiento para disfrutar de las instalaciones del negocio, por las que algunos turistas llegan a pagar hasta 300 euros.
En Cala Bassa, el despliegue de camas balinesas por parte del Cala Bassa Beach Club (CBbc) ocupa todo el kilómetro de costa, sin dejar apenas espacio a los demás bañistas. También obliga a los clientes a consumir en el establecimiento para disfrutar de sus instalaciones, por las que algunos turistas llegan a pagar hasta 300 euros
Inspecciones policiales frustradas
Otro enclave que ha sido escenario de abusos esta temporada ha sido Cala d’en Serra (Sant Joan), donde el único chiringuito que hay sobrepasó sin pudor las hamacas permitidas en la arena, como denunció en su momento Diario de Ibiza. Los agentes de la Policía Local del municipio hicieron una inspección en la cala después de que una entidad ecologista de la isla criticara la situación a través de los medios y de las redes sociales. A su llegada, solo pudieron confirmar que sí se estaban cumpliendo los elementos máximos permitidos por normativa, informó el mismo medio local, que también publicó una imagen donde se pueden contabilizar perfectamente un total de 30 camas.
Turistas en Cala Molí
Bañistas en Cala Molí
Fue una de las integrantes de la entidad ecologista Amics de la Terra quien, en primera persona, comprobó que se estaban saltando los límites de la concesión, explica a elDiario.es Juanjo Torres, uno de sus portavoces. “Lo que pasó fue que se corrió la voz enseguida por las playas del municipio y las concesionarias recogieron a toda prisa lo que no podían tener”, detalla Torres. Se desconoce, sin embargo, desde donde se produjo el chivatazo. A partir de estos hechos, el Ayuntamiento de Sant Joan se comprometió a llevar a cabo inspecciones el resto del verano en todo el litoral de su competencia.
Torres lamenta que la falta de control sobre cualquier actividad en Eivissa se traduce en que se cometan continuamente ilegalidades por “tierra, mar y aire”. En el mar Mediterráneo, sobre todo, con el alquiler de charters que no cumplen casi nunca las normas medioambientales y destrozan durante la navegación el fondo marítimo, especialmente a través de los fondeos sobre praderas de posidonia, especie protegida en toda la comunidad autónoma balear.
Uno de los portavoces de Amics de la Terra, Juanjo Torres, lamenta que la falta de control sobre cualquier actividad en Eivissa se traduce en que se cometan continuamente ilegalidades por «tierra, mar y aire»
Pero la indignación va aún más allá cuando esas acciones también echan de los espacios naturales y públicos a los residentes, quienes han ido engendrando durante los últimos años, verano tras verano, una sensación de absoluta “injusticia” ante la que solo les queda hacer de tripas corazón. “Ahora pasa con la ocupación de playas, pero el problema al final es dejar todo lo relacionado con el turismo al libre albedrío y a merced del dinero”, concluye el portavoz de Amics de la Terra.