El «matorral» calcinado que Alfonso Rueda desprecia: hábitats protegidos, hogar de especies amenazadas y sumidero de carbono

El «matorral» calcinado que Alfonso Rueda desprecia: hábitats protegidos, hogar de especies amenazadas y sumidero de carbono

Expertos destacan el papel «valiosísimo» del monte bajo y ponen el foco en los animales salvajes que han muerto y los que se están viendo obligados a desplazarse en busca de alimento

Rueda minimiza la catástrofe de los incendios y dice que gran parte de lo que ardió en Galicia eran matorrales y piedras

El balance, aún provisional, de la superficie que ardió en los gigantescos incendios de agosto en Galicia deja sobre la mesa un máximo histórico. El cálculo que hace la Xunta es que han quedado arrasadas unas 96.500 hectáreas, la mayor cifra del siglo. El Gobierno gallego ha hecho un primer análisis sobre el tipo de terrenos calcinados y el presidente autonómico, Alfonso Rueda, lo está usando para intentar minimizar el impacto catastrófico del fuego: “Algo más del 60% de lo que ardió eran matorrales, monte bajo, no cultivado, y también había una parte importante, que vemos cuando circulamos desde las carreteras, de piedras, que también computan en la superficie. Por lo tanto, hay que poner las cosas en su exacto lugar”.

“El valor ambiental de muchos de los matorrales quemados es infinitamente mayor que el de todos los eucaliptales de Galicia juntos”, replica Serafín González, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural (SGNH), que subraya que el monte bajo es “imprescindible” para especies amenazadas o para proteger el suelo de la erosión. Otro biólogo, Xabier Vázquez Pumariño, recalca que era precisamente ese matorral lo que hacía que hubiese una figura de protección sobre buena parte de los espacios que han ardido. Son lugares “valiosísimos”, con un papel fundamental para flora y fauna, dice.

La normativa europea incluye entre los hábitats de interés comunitario matorrales secos y húmedos, prados y turberas que se pueden encontrar en zonas afectadas por el fuego el pasado mes de agosto. Su valor procede de las propias especies vegetales, pero también de la fauna que vive, cría o busca alimento en ese monte bajo. Los expertos coinciden en citar una especie: la gatafornelael aguilucho pálido-, que cría en zonas de matorral y que está muy amenazada en Galicia y en una situación grave en Europa. Pero la lista no se agota con esta rapaz e incluye también a la tartaraña cincenta -el aguilucho cenizo-, las pocas parejas de águila real que hay en Galicia, perdices, liebres o víboras. También son ricos en insectos porque son plantas con muchas flores y esos insectos sustentan a otros animales.

Los dos expertos consideran que no debe perpetuarse una idea muy extendida: que si lo que arde no son árboles, sino matojos, no importa porque eso es “maleza, suciedad, combustible que hay que eliminar”. Esa visión negativa del matorral “está muy equivocada”, insiste González.

En el primer cálculo por tipo de terreno que ha hecho la Xunta tras los incendios -publicado en el diario La Voz de Galicia– la distinción se hace en función de la vegetación presente. Según la Axencia Galega da Industria Forestal (un ente que depende de la Consellería de Economía), el 35% era matorral y el 28% “terreno desnudo”, que es a lo que se refiere Rueda cuando habla de que han ardido piedras. Hay un 8% de cultivos y pastos y un 11% que suman las áreas que ya habían ardido en los grandes fuegos de 2022, aquellas en las que hubo talas o las que son espacios urbanizados o con infraestructuras y explotaciones como canteras. En cuanto a las áreas arboladas, el Gobierno gallego distingue las de coníferas (el 13%), las de frondosas (el 5%) y las de eucalipto (el 0,2%). Este último dato, el de los eucaliptos, ha sido repetido por el presidente gallego en los últimos días, a pesar de que la especie no conforma un paisaje habitual en la provincia en la que se han concentrado los incendios, la de Ourense.

Rueda defendió el pasado lunes que “igual que está el debate de cuánto ardió, es bueno saber qué ardió”. La única clasificación hecha por la Xunta es la ya citada, que no incluye ninguna evaluación del valor ambiental de los espacios calcinados. Han ardido zonas de parques naturales -y el Gobierno gallego lo ocultó-, áreas incluidas en la escasa Red Natura de Galicia -y la Xunta tardó días en admitirlo en algún caso- y reservas de la biosfera. En las zonas arrasadas en agosto, como el Macizo Central ourensano o el entorno de Pena Trevinca, hay especies arbóreas autóctonas, pero también matorral. En cualquier caso, no hay una estimación del Gobierno gallego de cuántas de las hectáreas calcinadas tenían algún tipo de protección.

Bosques o plantaciones de árboles

Serafín González aclara que conviene distinguir bosques autóctonos de plantaciones productivas de árboles. Terrenos de ambos tipos quedaron calcinados en agosto. En la provincia de Ourense ardió mucha superficie de plantaciones de pinos, una especie que está identificada como un problema en el plan rector del único parque natural que es propiedad totalmente de la Xunta, el de O Invernadeiro, afectado en los incendios de 2022 y también el pasado agosto. En ninguna de las dos ocasiones el Gobierno gallego aclaró cuánta superficie protegida se vio afectada.

El fuego entró también en áreas con especies autóctonas como rebolos -rebollos, Quercus pyrenaica-, abedules, acebos o serbales. También amenazó el teixadal -bosque de tejos- de Casaio, en el área de Pena Trevinca. Aunque el dispositivo profesional y los voluntarios lograron que no ardiese, hay daños. González indica que el bosque se estaba extendiendo y que en este y en otros espacios de árboles autóctonos se han visto afectadas las franjas periféricas.

Más allá de los árboles, tanto González como Pumariño enfatizan la relevancia de los matorrales. Este último recuerda que acumulan mucha flora, adaptada a ambientes duros y muy resiliente. Esto quiere decir que va a volver a aparecer bastante rápido en los terrenos quemados. Además de la importancia para aves amenazadas, mamíferos o reptiles, el biólogo apunta también a las abejas. Y esto tiene incluso un valor económico, dado que la miel de las flores de varias especies de arbustos es muy valorada.

Pumariño agrega que los matorrales también funcionan como sumideros de carbono y que, si se deja que continúe la sucesión vegetal y no se degradan con fuegos o haciendo cultivos, son “prebosques”. “Estamos perdiendo la oportunidad de tener bosques en el futuro”, lamenta y señala que eso hace perder resiliencia al territorio. Apunta otro efecto de los fuegos, que es que provocan que se pierda capa fértil y hay riesgo de que llegue un momento en el que el suelo “no dé para más”. Ocurre en zonas que han ardido de forma recurrente, en las que ya no se recupera la vegetación original.

El experto explica que también las piedras tienen relevancia: “En las afloraciones de rocas, que son un hábitat muy escaso en Galicia, viven muchas especies. No solo plantas, sino líquenes o algunos de los reptiles y rapaces más amenazados de Galicia”.

Los “refugiados del fuego”

Los incendios dejan otro efecto difícil de cuantificar: el número de animales que han muerto asfixiados o calcinados. Serafín González apunta a invertebrados, animales pequeños y, en general, a cualquier especie a la que, por tamaño, no ha dado tiempo a huir de las llamas. Los que más posibilidades han tenido, añade, son las aves. Pero el impacto lo van a recibir todos los que vivían en las áreas quemadas porque “la pirámide trófica está cortada desde abajo”. Los supervivientes se van a ver obligados a instalarse en otros territorios: “Serán los refugiados del fuego”.

Herbívoros que no tienen ya alimento en las superficies calcinadas o mamíferos como los zorros, los lobos o las ginetas van a tener que desplazarse para buscar alimento “desesperadamente”, dice el experto, que avisa de que es probable que se acerquen con más frecuencia a zonas habitadas por humanos. “Sin duda”, reclama, es necesario que se prohíba la caza no solo en el terreno ardido, sino en franjas de protección alrededor a las que es previsible que lleguen estos “refugiados”.