
La inmensidad
Si repasan los discursos de todos los solemnes actos de Apertura del año judicial verán las repetidas y similares manidas invocaciones a la independencia de los jueces, mientras se ejercitan en influir y actuar políticamente y se dejan manosear para medrar por las altas instancias de la política
Dice la Real Academia Española que ‘inmenso’ es algo muy grande o muy difícil de contar o medir. Que no tiene medida, infinito o ilimitado… Dijo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, luego repetido por sus ministros Bolaños y Marlaska que la inmensa mayoría de los jueces son imparciales.
Todo dentro de un debate frecuente sobre si ciertos jueces y sus órganos de gobierno hacen política en vez de cumplir y hacer cumplir lo que las leyes emanadas del Parlamento dicen.
Lo contrario de ‘inmenso’, dice la misma autoridad, es decir, su antónimo, es ‘minúsculo’ o ‘diminuto’. Pues bien, si atendemos a dicha fuente de autoridad interpretativa de la lengua, resulta que una minúscula parte de los jueces se ha enojado porque el presidente del Gobierno se ha referido a ellos y, claro, a dónde íbamos a parar.
Un presidente elegido por el pueblo criticando a una diminuta fracción de jueces dolidos por sentirse aludidos; que diría con sorna el entonces constituyente estadounidense, Thomas Jefferson: jueces no elegidos por el pueblo porque se piensa que no es competente para elegir a sus jueces. Pero el nuevo mundo es otro mundo, sobre todo judicial.
Con ocasión de la apertura del nuevo año judicial, los representantes de esa diminuta minoría, sigo con la RAE, a través de sus elevados cargos han mostrado su desaliento y contrariedad por tan grande ofensa. Palabras graves y solemnes en defensa de la independencia judicial, su imparcialidad, la separación de poderes…
Algo que muy forzadamente se compadece con la actitud procesal, la personal es otra cosa, de sus colegas, con nombre y apellidos, con la insurrección de ciertos jueces a la hora de aplicar leyes emanadas del poder legislativo, huelgas cobardonas contra ese poder como contra el ejecutivo, con la existencia de una justicia patriótica, insultos amparados al presidente de Gobierno, y la guinda: las maniobras políticas de jueces individuales y sus mayorías “sindicales” contra la renovación del CGPJ (la no asociación alcanza el 42% de los jueces) y la detentación ilegítima de un poder que es, en todo caso, del pueblo a través de las mayorías parlamentarias.
El remate de los tomates ha podido ser observado en el agónico llamado a la independencia política de los jueces por una presidenta del Tribunal Supremo y del CGPJ que lo es gracias a un acuerdo, en mi opinión infame, entre el PSOE y el PP. Por cierto, un órgano que sigue jugueteando entre sectores conservadores y progresistas para conseguir o aumentar cotas de poder. ¿Político?
Pero no crean que hay nada nuevo, si repasan los discursos de todos los solemnes actos de Apertura verán las repetidas y similares manidas invocaciones mientras se ejercitan en influir y actuar políticamente y se dejan manosear para medrar por las altas instancias de la política. Claro que la devoción pedida a los jueces, inequívocamente a la ley emanada del órgano legislativo, se transforma, recordando al gran jurista italiano, Gustavo Zagrebelski, en fidelidad impropia a aquellos que han empujado hacia arriba sus carreras profesionales y no en la fidelidad a la ley. Pero son una parte diminuta de los jueces.
En septiembre también, el entonces ministro de Justicia y gran jurista, Eugenio Montero Ríos, con motivo de la Apertura del Año Judicial, ni más ni menos que en 1870, decía: “la inamovilidad de los jueces (una gran conquista) sin responsabilidad es la tiranía del poder judicial”. Es decir, independencia, sí, impunidad, no.