
Luis Barboo, el secundario gallego que murió cien veces, adiestró a Conan y robó planos a Sean Connery o Kirk Douglas
Los impulsores del Galician Freaky Film Festival preparan un documental sobre su vida y lo homenajerán en la edición de este año, donde otorgarán un galardón con su nombre al secundario «más sufrido»
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Fue uno de los pistoleros de la familia Baxter a los que Clint Eastwood acribilló a balazos en Por un puñado de dólares. Kirk Douglas lo arrojó al vacío desde un faro en La luz del fin del mundo. Como Gayaan el Terrible cabalgó con Sean Connery en El viento y el león. Y fue, sobre todo, el hombre que convirtió al esclavo Conan (Arnold Schwarzenegger) en un guerrero temido en toda Cimmeria. Se estima que Luis Barboo (Vigo, 1927-2001) apareció, como actor o como especialista, en unas 200 películas y posiblemente muriese —al menos— en la mitad de ellas. Una figura olvidada que caminó con las estrellas y que el Galician Freaky Film Festival (GFFF) se ha empeñado en reivindicar desde su propia ciudad natal. Tanto, que dará su nombre a un premio al actor secundario “más sufrido” de cada edición. Y si hablamos de géneros como el terror, eso puede significar sufrir… mucho.
Todo empezó, como tantas veces, de casualidad. El artista Alberto Ardid estaba buscando información sobre Xosé Bar Boo cuando dio con el hallazgo. En la entrada de wikipedia sobre el que está considerado como uno de los padres de la arquitectura moderna gallega —con calle y placa en Vigo— se destacan dos lazos familiares: hijo del futbolista Pepe Bar y hermano del actor Luis Bar Boo. Pepe fue uno de los fundadores del Celta, el club de la ciudad, y tiene su busto en el estadio de Balaídos, pero de su hermano no sabía nada. Lo que descubrió cuando pinchó el enlace hizo que llamase de inmediato a su amigo Josiño Araújo.
Araújo, escritor y cineasta, llevó el descubrimiento a Miriam P. Álvarez, la subdirectora del GFFF, “porque sabía que le sacaríamos provecho”. De esto no hace ni un año, tiempo suficiente para que la próxima edición del festival, la novena —que se celebrará entre el 19 y el 27 de este mes de septiembre—, llegue con Barboo como gran estrella. El homenaje incluye la proyección de Conan, el Bárbaro (John Milius, 1982) y un coloquio sobre su figura y su legado cinematográfico titulada “Luis Barboo: el vigués que caminó con las estrellas”. Estará conducido por Araujo y Álvarez, quienes ya están trabajando en un documental sobre su vida que esperan tener listo en abril.
Luis Barboo, puñal en mano
El hombre sin miedo
La filmografía oficial de Barboo arranca en 1963 con Sandokán, el magnífico (Umberto Lenzi), pero Álvarez y Araújo no tienen claro que en el inicio de la década no hubiese participado ya en otros rodajes como un especialista “olvidado y difícil de ubicar”. En muchas de las 150 películas ya localizadas —entre las que también hay series como Verano azul— su presencia no aparece acreditada, por eso sus biógrafos creen que, como él mismo contaba, podía haber llegado a trabajar en unas 200 producciones.
“Su filmografía es un reflejo del cine que se hizo en España en aquella época”, resume Álvarez. Así, junto a los spaguetti western de los Eastwood, Lee Van Cleef o Bud Spencer, apareció en películas junto estrellas ya consagradas —Charlton Heston, Raquel Welch…— “que venían a rodar aquí por las facilidades que se encontraban”. Barboo destacó además en el llamado fantaterror español de los años 70 con directores como Amando de Ossorio, Jesús Franco o el propio Paul Naschy.
El deporte fue quien llevó a Barboo (todavía Bar Boo) de Vigo a Madrid. Acróbata y culturista, parecía predestinado para convertirse en uno de los primeros dobles de acción de España. Pero a eso sumaba una característica que, según Araujo, fue determinante: “la falta de miedo”.
Esa naturaleza temeraria es algo en lo que coinciden quienes lo conocieron. “No tenía miedo a nada, era tan impulsivo que ni se planteaba cosas en las que se jugaba la vida”, remacha Álvarez. Y así, con ese físico y ese carácter, en aquella España de los 60 convertida en plató no le faltaba el trabajo. Él, según cuentan, se veía justo así, como un currante de la industria: “Hay a quien le toca ir a la obra, yo hoy tengo que saltar del caballo y mañana de un tejado”.
Barboo, tras Clint Eastwood, en ‘Por un puñado de dólares’ (Sergio Leone, 1964)
En pantalla ofrecía una presencia “bestial”, según Araújo, con ese cuerpo “musculadísimo” y la característica cicatriz en el rostro. “Lucía ante la cámara. Tiene muchísimos papeles como miembro de una banda, pero siempre era un miembro destacado. Podía haber treinta en el plano y él siempre aparecía en una posición destacada, porque llamaba la atención”. “No es ese actor que roba la escena, pero casi”, sentencia.
En una ciudad como Vigo, todo puede estar mucho más cerca de lo que parece. “Contactamos con el hijo de Luis a través de mi padre. Se conocían porque estudiaron juntos en los Maristas”, relata el cineasta. El vástago se prestó “encantado” y abrió el acceso a otros familiares “que nos aportaron documentos, fotos, recortes prensa”. Un filón del que tirar para reconstruir a ese “gran desconocido” ya que, casi un cuarto de siglo después de su muerte, “prácticamente no queda ninguna persona viva que trabajase con él”.
En su labor arqueológica “cada día encontramos algo que nos sorprende”. Además de la familia y bases de datos como IMDB, para su archivo están encontrando un filón en “una especie de Youtube ruso que nos está ayudando muchísimo”, ya que la mayor parte de sus películas no están distribuidas ni tampoco pueden encontrarse en ninguna plataforma de streaming. Como ya se consideran “fanáticos” de Barboo, admiten que les provoca “rabia” cuando encuentran alguna de esas cintas en las que —“injustamente”— no aparece acreditado.
“Empezó siendo un secundario, un supersecundario: una cara, una muerte…”, relata Araújo. “Después consiguió papeles con frase y en algún western es casi protagonista”.
‘Red Hair’, el hombre que convirtió a Conan en una «máquina de matar»
El maestro pelirrojo
Pero si en alguna película su presencia es crucial, ésa es Conan, el bárbaro. “Todo el mundo conoce esta película y todos los que son un poquito fans se acuerdan del pelirrojo”, sentencia Álvarez. “Que Luis ha compartido plano con Kirk Douglas, con Clint Eastwood… y es la hostia, pero en la mente del público ése puede ser su papel más relevante”.
Y eso que apenas pronuncia cuatro palabras —“Sit here… sit here!”— con las que ordena a Schwarzenegger que se siente. Sin embargo, su presencia es crucial en la trama. El Conan niño —interpretado por Jorge Sanz— había sido condenado como esclavo a empujar durante años un enorme molino, la Rueda del Dolor. Allí, convertido ya en hombre, es donde Red Hair lo recluta para convertilo en gladiador, una faceta en la que el bárbaro se mostrará invencible. Como recompensa, su mentor lo lleva al Este, donde recibirá educación y será entrenado por los mejores guerreros. Una vez Conan está preparado, sin darle más explicaciones, lo deja en libertad. Como sintetiza Álvarez, “un vigués fue quien convirtió a Conan en una máquina de matar”.
Para la subdirectora del GFFF, el germen de este papel hay que buscarlo siete años antes, cuando Barboo participó con John Milius en El viento y el león, como Conan, también rodada en España. “Ya había tenido una presencia importante con Connery, pero tiempo después, Milius contó con él de nuevo para un papel muy crucial”. Esa fue otra constante en su carrera: “repitió con muchos directores. Era un actor que gustaba tener en el equipo porque era fácil currar con él”. Y eso se debía, según Araujo, sobre todo, a su carácter, “muy afable, a veces incluso algo infantil”, en las antípodas de la imagen ruda y violenta de sus personajes.
Otro día en la oficina para Luis Barboo
El rostro de la muerte
“Si no muere, es raro. De hecho, si no muere en pantalla y no lo vemos más, decimos: ‘seguro que lo han matado’”, ríen Álvarez y Araujo. El GFFF enumeró el listado de algunas de las formas más creativas en las que perdieron la vida los personajes de Luis Barboo: a tiros, atravesado por flechas de ballesta, víctima de explosiones, desprendimientos de tierra, infartos, latigazos, quemado vivo o atravesado por una espada. “Un catálogo de muertes tan épico como su legado”.
Entre todas ellas —y las que aún no han localizado—, ¿es posible elegir una? La víspera de la conversación con elDiario.es, Álvarez acababa de ver la de La luz del fin del mundo (Kevin Billington, 1971), donde Kirk Douglas arrojaba a Barboo desde lo alto de un faro, y aún se mostraba conmocionada: “Me dolió”. Pero la variedad es tan extensa que no falta ni siquiera un fallecimiento de infarto tras recibir una mala noticia. Otras son bastante más sangrientas, como El ataque de los muertos sin ojos (Amando de Ossorio, 1973), donde le queman los suyos aún estando vivo para convertirlo en uno de los templarios zombies marca de la casa Ossorio.
El archivo de excel en el que apuntan todas las apariciones de Barboo no deja de crecer. “El descubrimiento se convirtió en una pasión: buscar a Luis en películas”, confiesa Álvarez quien, no duda al explicar por qué se produjo esa conexión instantánea: “Somos un festival de cine friqui y reivindicamos lo marginal”.
Y nadie mejor que este actor y especialista para poner rostro a su reivindicación, la de que “todos miremos más allá del protagonista que está en medio del plano y veamos a la gente que está detrás, rompiéndose la espalda, porque gracias a ellos la peli es coral y tiene sentido”. Por eso, desde este año le otorgarán el Premio Luis Barboo al actor secundario “más sufrido” —o, en sus palabras, “al que le den más cera”— de cada edición del GFFF.
Una reivindicación que salda —o empieza a hacerlo— una deuda de la ciudad con Barboo. Si su padre tiene un busto y su hermano una calle, él, de momento, ya tiene un premio con su nombre. “Era una frustración que no tuviese un reconocimiento aquí una persona de Vigo que participó en títulos tan importantes”, confiesa Araújo, antes de concluir: “¡Que tampoco tenemos tantas!”.
Fotograma de ‘Las garras de Lorelei’ (Armando de Ossorio, 1974)