
Wilhelm Schmid: “El gran vacío de la sociedad moderna es que no sabemos cómo vivir tras la muerte de un ser querido”
El pensador alemán presenta en España su último libro, en el que comparte un particular proceso de duelo que no rehuye de
grandes dosis de misticismo ante la pérdida de su mujer en 2021
El anterior ‘Rincón de pensar’ – Ingrid Guardiola: “Entre el capitalismo de plataformas y la extrema derecha hay una relación fraternal”
Semanas antes de que ella muriera en diciembre de 2021, le escribió una carta en un papel que desde entonces le acompaña, roído por el paso del tiempo en su bolsillo de la camisa. “Voy a una tierra en la que tú y yo nos encontraremos”, lee en voz alta. Él es Wilhelm Schmid, uno de los divulgadores filosóficos de mayor prestigio en Alemania, y presenta Sobrevivir a la muerte. Descubriendo lo insondable (Espasa, 2025) justo después de terminar el viaje alrededor del mundo que planeó con ella, Astrid Scheld, quien siempre quiso mantener su apellido.
El ensayo supone abrir una ventana nueva de pensamiento que por momentos roza lo místico y lo irracional. El filósofo alemán comparte su proceso de duelo y consuelo a través de un relato extremadamente personal en el que detalla su particular forma de entender la muerte. A pesar de su mirada racional, Schmid teoriza sobre la energía que las personas dejan al fallecer y los momentos “mágicos” que le acompañan.
Al principio del libro confiesa que una parte de la energía que irradiaba su esposa “ha penetrado” en usted y le mueve a pensar, sentir y actuar más como ella. ¿Cuándo muere realmente una persona?
La mayoría de científicos están de acuerdo en decir que una persona muere cuando muere su cerebro. Yo no estoy muy de acuerdo con eso, porque la energía de esa persona continúa presente, yo he sido capaz de sentirla en algunos momentos.
¿De qué forma ha notado a su mujer a su lado en estos últimos años?
Antes de que muriera, los dos teníamos el plan de viajar y dar la vuelta al mundo. Yo decidí seguir adelante con ese plan y en ningún momento me he sentido solo, sino al lado de mi mujer. Ha habido algunos momentos del viaje en el que se han dado situaciones, quizá casuales, o conflictos que se han resuelto de manera positiva, que no me he podido explicar muy bien y me he preguntado por qué ocurrían de esa forma. La respuesta que he encontrado es que mi mujer estaba detrás de ello.
Sus palabras están cargadas de amor. ¿Cómo cambia este vínculo con la persona querida una vez que ha fallecido?
Siempre tuve una relación muy fuerte e íntima con ella en los tres planos desde la que la veo: físico, emocional y espiritual. Después de que muriera yo he seguido conectado a ella, tanto emocional como espiritualmente. Echo mucho de menos el enlace desde el plano físico que ya no tengo ni tampoco me apetece buscar. A mis 72 años, no estoy interesado en retomar esa conexión física con nadie más.
Rechaza las visiones que buscan eternizar la vida mediante avances científicos y tecnológicos. ¿Por qué a algunas personas les cuesta tanto aceptar la muerte?
Es normal que ocurra algo así. La muerte es el suceso más extraño que podemos experimentar. Los seres humanos vivimos aterrorizados ante las cosas que no entendemos, ante aquello con lo que no estamos familiarizados. Además, es imposible explorar la muerte hasta que nos llega nuestro momento. Tras haber pasado por este proceso, considero que yo ya estoy familiarizado con ella, no le tengo a la muerte el pavor que le tenía al principio, aunque es algo a lo que todavía guardo algo de miedo.
La idea de la muerte ha cambiado mucho a lo largo de la historia. En la actualidad, la tónica general en nuestra sociedad es no querer morirse. Yo eso ni lo entiendo ni lo comparto. ¿Para qué quiero que la vida dure cientos de años? Me moriría de aburrimiento.
Una de las tesis que defiende en su libro es que el momento de morir también puede ser bello. ¿Qué le ha llevado a pensar así?
Para mí, la belleza reside en mi propia experiencia. El momento en que mi mujer murió se presentó como algo mágico. Es lo que me permitió enlazar y estar en contacto, no solo con su energía más pura, sino también con la esencia de la vida. Llegamos a estar conectados en un plano que nunca antes habíamos vivido. Mientras, durante el proceso, veía cómo su energía se agotaba por la enfermedad.
Al final, la belleza reside en que estás cerca de una persona a la que amas y en la que ves cómo les van fallando sus fuerzas, cómo se queda sin energía y sin ganas. Llega un momento en que ni siquiera pueden abrir los ojos, o comer, por el consumo de energía que eso les causa. Ahí está lo bello, en poder apoyar y ser el soporte de esa persona en un momento increíblemente íntimo que se crea entre los dos.
¿Para qué quiero que la vida dure cientos de años? Me moriría de aburrimiento.
Basado en su experiencia, propone diferentes fases del duelo como un proceso nada rígido. Entre ellas están algunas muy conocidas como la negación, la ira y la aceptación. Me ha llamado la atención otra fase que denomina como “magia”. ¿Qué ocurre en ella?
Soy filósofo y me considero una persona racional y práctica. Me he preguntado muchas veces cómo algo así, algo en contra de lo que creo, podría sucederme. Sin embargo, he llegado a poder conversar con ella. Antes de que muriera dejamos sin responder una difícil pregunta que compartíamos y un año después de su fallecimiento, en un estado de duermevela, fue ella la que me ayudó a tomar una decisión. Yo noté cómo tenía esa conversación tan extendida con ella. Cuando me desperté, tenía claro lo que había ocurrido y que juntos habíamos llegado a esa determinación.
¿Qué pregunta era esa?
Una cuestión muy compleja plagada de aspectos a tener en cuenta en donde había que saber muy bien qué era lo correcto y lo que no.
Se denomina como una persona racional y repite continuamente conceptos como “energía” y “espiritualidad”. ¿No le costó creerse todo lo que le ocurría?
Después de la muerte me encontré con ciertos acontecimientos que no me podía explicar, así que acepté que mi mujer podría estar detrás de ellos, aunque fueran pensamientos casi esotéricos.
¿Fue difícil aceptar este plano espiritual?
No sabemos todo, ni siquiera sabemos todo lo que todavía no sabemos. Conocemos una vasta cantidad de cosas, pero hay otras tantas, incluso más, que desconocemos. No tenemos problema en asumir que en el campo de la astrofísica, por ejemplo, desconocemos todavía una gran parte. Incluso Sócrates ya lo admitió con su cita “solo sé que no sé nada”.
En este momento, prefiero creer en la belleza antes que en pensamientos científicos. Prefiero pensar que mi mujer está aquí conmigo porque es un pensamiento bello, hermoso, y me hace sentir bien. Habrá mucha gente que me diga que esto es una ilusión, y yo les respondería lo mismo: prefiero quedarme con la belleza.
También expone que “consolarse es aprender a seguir adelante sin olvidar, es abrirse a lo que permanece en lugar de cerrar lo que se ha perdido”. ¿Cómo se consoló?
Como filósofo, lo que hice fue observar el fenómeno, solo que esta vez me tenía que observar a mí. Me vi sin consuelo posible y solo podía salir adelante si recuperaba algo de energía. Los primeros días me enfoqué en la alimentación. Me preparaba sopas calientes que me aportaban los nutrientes necesarios. Otro consuelo fueron los abrazos de los amigos, con los que he compartido mucho tiempo en estos años. En el plano más espiritual, también encontré cierto consuelo en mis propios pensamientos, en la lectura de libros que han acompañado el proceso.
¿Estamos educados para sabernos consolar?
El gran vacío de la sociedad moderna es que no sabemos cómo vivir tras la muerte de un ser querido. Yo intento llenar ese vacío con mis trabajos, como este libro. Antiguamente nos apoyábamos en religiones, tradiciones o convenciones sociales para entender la muerte, pero en gran parte ya nada de eso existe. No estamos educados para consolarnos porque nadie nos ha educado para hablar de la muerte. Mi libro intenta explicar eso y el proceso que yo he experimentado, pero nadie está obligado a seguir el mismo recorrido, tan solo es una posibilidad más.
No estamos educados para consolarnos porque nadie nos ha educado para hablar de la muerte.
A fin de cuentas, su ensayo trata algunas preguntas filosóficas que siempre han acompañado al ser humano, como si hay vida después de la muerte. ¿Cómo alguien puede seguir vivo una vez fallecido?
No tengo la respuesta a esa pregunta, pero tengo claro que hay algo. Y ese algo existe porque la energía de la persona, de una forma u otra, se mantiene. Mi mujer, antes de fallecer, estaba convencida de que iría a otro lugar, que viviría de otra forma en otro sitio y que su vida no acabaría una vez que se apagara su cuerpo.
Semanas antes de su marcha, me escribió una nota. Siempre llevo una copia conmigo. “Voy a una tierra en la que tú y yo nos encontraremos”, dice en un momento dado. Yo no sé qué hay después de la muerte, pero estoy seguro de que ahí encontraré a mi mujer.
Leyendo su libro he recordado la larga carta de amor que André Gorz escribió a su mujer, Dorin Keir. Se titula ‘Carta a D.’ y la redactó al poco de descubrir que ella estaba enferma. En 2007, la pareja se suicidó en su casa de Vosnon (Francia). Ahí, Gorz afirma: “Me resulta inimaginable seguir escribiendo si tú ya no estás. Tú eres lo esencial sin lo cual todo lo demás, por importante que me parezca mientras estás ahí, pierde su sentido y su importancia”. ¿Cómo de paralizante puede ser la muerte?
En mi caso, lo paralizante no fue la muerte de mi mujer, sino el momento en que me dijo que iba a fallecer. Mi primera respuesta también fue la de Gorz, irme con ella. Nunca me había planteado que yo no fuera el primero en fallecer de los dos. Fue ella quien me convenció para seguir con vida, ser la figura de padre que acompañe a sus hijos ante el duelo por la pérdida de su madre. Ahí fui consciente de que no la podría acompañar en este viaje.
Por último, ¿por qué cree que todavía nos cuesta tanto hablar sobre la muerte?
Todo está enfocado hacia cosas felices, plagado todo de pensamientos positivos, y la muerte no entra dentro de ellos. Nos cuenta hablar de la muerte porque todavía no hemos empezado a hacerlo, y ese es uno de los objetivos del libro: cómo gestionar la muerte más allá de tradiciones o religiones, aunque yo las respeto. La vida es tanto tristeza como alegría, lo bueno y lo malo, lo feliz y lo agridulce, y también la muerte.