
La línea que une a Charlie Kirk con José Calvo Sotelo
La trampa retórica que está usando el trumpismo es la misma estrategia de tensión usada durante la primavera de 1936. Consiste en eliminar los actos de violencia política promovida, alentada y realizada por la extrema derecha para poner en el foco en las que se producen contra ellos como si no existiesen otras
El problema de la violencia política es que una vez desatada adquiere propia vida y es inasible para cualquier proyecto que busca la realización de un contexto colectivo de respeto a la pluralidad, la diversidad y con la justicia social como base fundamental para el sostenimiento de esos proyectos. Solo quien se siente cómodo en el caos parainstitucional que siempre beneficia a los privilegiados puede entender que la violencia política como método para combatir las opiniones que censuramos es un mundo que merece ser transitado.
La violencia política, la institucional, es consustancial al mantenimiento de cualquier estado burgués. No vengo a rebatir la historia, la historiografía y la ciencia política básicas. El rechazo a la violencia política desde un punto de vista humanista se basa en la extensión de esa violencia a las calles por parte de cualquiera que se ofenda con las opiniones ajenas. Es necesario explicitar este paréntesis para que no venga nadie a contarme que la civilización occidental se fundamenta en el ejercicio de la violencia política; soy consciente y no quiero que el debate en las izquierdas se vea redirigido a un punto en el que no hay controversia por mi parte.
El rechazo a la violencia política por parte de la izquierda en sistemas democráticos es para mí un imperativo moral no solo por convencimiento ético, sino que además es indefendible por realismo estratégico. Quienes defienden hoy en día su necesidad como reacción a la violencia simbólica ultra saben, o deberían saber, que no ha habido periodo histórico en el que haya sido un éxito y haya servido a los intereses de sus posicionamientos. El libro de Carla Mosca y Rosana Rossanda sobre las Brigadas Rojas en el que entrevistan a su líder Mario Moretti es un ejemplo de la carencia argumentativa a la que se expone quien defiende la violencia política y el terrorismo como argumento aceptable en un país de estándares democráticos mínimos, porque ese es el contexto en el que nos movemos.
La extrema derecha se maneja mucho mejor en los momentos históricos en los que la disputa se enmarca en la polarización y la violencia extremas. Es necesario comprender cuáles son los puntos gatillo a los que se anclan para avanzar en sus procesos autoritarios y de persecución de la disidencia. Sin saber quién y por qué ha asesinado a Charlie Kirk todo el ecosistema ultra, desde el presidente al último de los actores con voz en la opinión pública han comenzado a señalar al diferente con la pretensión de emular una corriente macartista que trasciende únicamente a los comunistas para poner en la diana a todos y cada uno de los actores ideológicos que no estén plenamente alineados con Donald Trump. Es el comienzo de una estrategia que tiene como objetivo acabar con los pocos resortes democráticos que quedan en pie y que limitan la capacidad del presidente para dejar de ser un electo y convertirse en un sátrapa. La detención de Tyler Robinson, blanco, americano y heterosexual, de familia republicana y a favor de las armas, no cambia nada para el relato porque importa lo que pueden usar y no los hechos.
La trampa retórica que está usando el trumpismo es la misma estrategia de tensión usada durante la primavera de 1936. Consiste en eliminar los actos de violencia política promovida, alentada y realizada por la extrema derecha para poner en el foco en las que se producen contra ellos como si no existiesen otras. Insisten en el asesinato de Charlie Kirk como si fuera el único, aunque solo tres meses antes dos congresistas demócratas fueron asesinadas en sus propias casas. Necesitan para su proyecto hacer creer que la violencia es unidireccional aunque por desgracia una vez que se desata no hay quien esté a salvo de sufrirla y de ejercerla. No es casualidad que en la cultura de internet del mundo MAGA aceleracionista las referencias a José Calvo Sotelo sean habituales.
En España conocemos bien esta manera dialéctica de operar porque la violencia desatada tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 no existió en el relato oficialista y fue el asesinato de José Calvo Sotelo el que propició la Guerra Civil según la propaganda franquista que sigue plenamente vigente casi 90 años después. Desde la victoria de las izquierdas y hasta el asesinato de Calvo Sotelo los falangistas atentaron contra Luis Jiménez de Asúa, diputado del PSOE, y asesinaron a su escolta. Tirotearon el domicilio de Francisco Largo Caballero, asesinaron al magistrado Manuel Pedregal que investigaba a los falangistas que atentaron contra Jiménez de Asúa, asesinaron al periodista de izquierdas Luciano Malumbres y al teniente Castillo. Tras esos hechos se produjo el asesinato de Calvo Sotelo que los fascistas usaron para justificar el golpe de Estado que llevaban años preparando. Así funciona la estrategia de tensión, de 1936 en España a 2025 en EEUU.