
«Y que mida 1,80»: por qué es problemático que las mujeres pongan requisitos de altura para ligar con hombres
El personaje de Pedro Pascal en ‘Materialists’ confiesa su operación para ‘crecer’ 15 centímetros y, aunque extremo, su caso encarna la manera en la que la altura puede condicionar a algunas mujeres y afectar a la autoimagen de los hombres, y cómo estas expectativas reproducen los estereotipos de género
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15 centímetros de altura más o menos. El ‘mercado’ del amor es el protagonista de Materialists, la segunda película de la directora Celine Song. Sus personajes buscan o, al menos, anhelan una pareja, pero esa búsqueda aparece totalmente condicionada por los requisitos que, no solo debe tener esa persona, sino ellos y ellas mismas para posicionarse en ese marketplace. El dinero y la posición social son el foco de la película, pero no solo: la altura que ‘deben’ tener los hombres para, supuestamente, resultar más deseables es uno de esos requisitos asumidos en el día a día. Lejos de ser algo neutro, tiene todo que ver con los estereotipos de género.
Es una conversación recurrente con amigas y también un hecho comprobable en cualquier aplicación para ligar: la altura de los hombres parece algo importante. Pero, ¿por qué? Y también, ¿no deberíamos cuestionarnos que sea así, de la misma manera que cuestionamos que nuestra talla de pantalón-sujetador-lo que sea importe? Si queremos hombres distintos, ¿no debemos también pensarlos y construirlos distintos?
Para empezar, la tan nombrada masculinidad ni se construye sola ni la construyen solo los hombres. “Lo vemos como un abstracto, pero es construida por el sistema, por toda la sociedad, y todos y todas estamos dentro; se construye a base de ideas que se han ido heredando y transformando también. La masculinidad, como la feminidad, no es una identidad propia, responde a una identidad colectiva. Y lo corporal es fundamental en esa construcción porque nos construimos para el reconocimiento de los demás”, explica Fernando Herranz, historiador y doctor en Estudios de Género, que subraya que la manera en la que actuamos, nos relacionamos o nuestras expectativas van conformando lo que la sociedad espera de un hombre o una mujer.
“No podemos performar nuestra masculinidad sin tener en cuenta el cuerpo. Salvando diferencias culturales, cuando pensamos en un hombre alto evocamos una figura concreta de hombre fuerte, protector, valiente, el paradigma del héroe, del superhéroe y hasta del antihéroe”, prosigue Herranz. De hecho, una imagen en la que la mujer sea más alta o más grande que el hombre con el que aparece al lado rompe esos esquemas de género. En la memoria quedan esas fotos en las que Nicolás Sarkozy parecía más alto que Carla Bruni a pesar de medir ocho centímetros menos. O Lady Di con un aspecto mucho más pequeño que el del príncipe Carlos, a pesar de que medían prácticamente lo mismo.
La sexóloga Sonia Encinas confirma que es algo que se encuentra a su alrededor con frecuencia. “Lo interesante es hablar de cómo los estereotipos de género condicionan nuestro deseo, tanto en un sentido como en el otro”, propone. En ese sentido, la autora de Feminidad Salvaje explica que a las mujeres se les enseña como deseables ciertas características masculinas que encajan con el estereotipo de varón “fuerte, grande y poderoso”. En el caso de los hombres, esos atributos se manifiestan en el físico, pero no solo: la posición social o económica también influyen.
“El canon de belleza femenino es mucho más severo porque en el patriarcado nuestra deseabilidad está asociada a dos factores: la belleza y al amor/cuidados, es decir, ‘conseguir’ que alguien se quede nuestro lado y nos quiera. La deseabilidad social en los hombres, esa fuerza y poder, se encuentra también en otros ámbitos, en el dinero, en el trabajo…”, prosigue. Encinas confirma que la traducción física de ese estereotipo masculino alude a esas características de porte, talla y altura. “Habrá quien dirá que es porque es ese modelo de hombre el que hace no sé cuántos mil años podía defender a la manada, para mí es un claro condicionamiento social”, zanja.
Cumplir con el estándar
El personaje que interpreta Pedro Pascal en Materialists confiesa su operación para ‘crecer’ 15 centímetros y, aunque parece extremo, su caso encarna algo muy habitual: la manera en la que esa característica física puede condicionar a algunas mujeres y afectar a la autoimagen de los hombres. Muestra, también, cómo este tipo de comportamientos que ni identificamos como tan perjudiciales o problemáticos reproducen estereotipos machistas, aunque, cuando se trata de nuestro deseo, a nosotras nos cueste más asumirlo.
El psicólogo chileno y director del proyecto Ilusión Viril, Pedro Uribe, ha trabajado en su consulta con hombres bajos (o no lo altos que consideraban debían ser): “Para ellos era todo un tema de autoestima, tenía que ver con sentirse lo suficientemente viriles, potentes, masculinos para poder ser deseados por una mujer o por otro hombre. En el mundo gay son considerados automáticamente pasivos, también ahí se reproducen los roles”. En su experiencia clínica, dice Uribe, comprueba que existe una preocupación de los hombres por querer validarse respecto a estos mandatos de género y quien no lo consigue, “utiliza otros espacios o maneras de compensación”, desde hacerse con coches grandes y potentes, buscar mujeres de mucha belleza para mostrarse con ellas o comportarse como proveedores.
Fernando Herranz asegura que cumplir con los estándares puede generar cierto nivel de bienestar, “porque sientes que estás siguiendo una norma”, algo que también sucede cuando un hombre consigue encajar más o menos en esa masculinidad corporal ‘ideal’. “A los hombres también nos da esa sensación de jerarquía de poder y fuerza sobre las mujeres”, añade. Pues esto que esos cánones tienen impacto en las vidas cotidianas de mujeres y hombres, el experto anima a ser conscientes de que somos sujetos con agencia: “Saber que cuando hablamos de esto tenemos capacidad de cambio, puede ser limitada en algunos aspectos o tener costes, pero al menos ser conscientes de que nuestra atracción y nuestro deseo es algo que hemos ido aprendiendo”.
¿Podemos cambiar?
Para la sexóloga Sonia Encinas, el punto de partida también puede ser tomar conciencia e identificar de dónde vienen las características que nos gustan para, a partir de ahí, “poder poner la mirada en otras posibilidades que quizá se nos pasan por alto porque si no lo pensamos ni siquiera damos la posibilidad de que nos seduzcan otro tipo de factores”. “Eso nos hará ver que la actitud condiciona muchísimo nuestro deseo, también la actitud del otro, que puede abrir o cerrarnos al deseo. Creo que las mujeres estamos más abiertas a buscar otros condicionantes y factores. Lo veo más en ellas que en los hombres, porque a nosotras la deseabilidad nos la han colocado solo en la belleza, a ellos no. Por eso, a nosotras aún nos es más fácil que nos resulten atractivos otros factores. A los hombres heterosexuales se les ha condicionado mucho para que lo que consideren atractivo sea lo estético, lo superficial, eso tiene también que ver con el porno”, dice.
Si asumimos que nuestro deseo está condicionado y que el cambio no es sencillo, Encinas subraya que un enfoque liberador en lugar de culposo sobre el tema puede ser más útil y amable: “Podemos hacer un ejercicio de consciencia que nos ayude a erotizar otro tipo de factores que no sean únicamente los que coinciden con los estereotipos de género, pero eso pasa primero por entender y ver esos factores que nos han condicionado. O podemos ponernos el reto de no participar en ese tipo de dinámicas, que cuando nos veamos en esos comentarios o dinámicos podamos matizarlos: ‘me doy cuenta de que me cuesta que me atraiga esta persona por esto, pero lo voy a procesar’”. Y, sobre todo, enfatiza, no hacer mofa de quienes no cumplan con determinadas características.
Podemos hacernos también algunas preguntas. Por ejemplo: ¿protege y cuida quien tiene un físico determinado o quien quiere y se esfuerza por hacerlo?