El agónico rescate de los cinco bomberos quemados en el incendio forestal de Barreiros: «Se les fundía la ropa en la piel»

El agónico rescate de los cinco bomberos quemados en el incendio forestal de Barreiros: «Se les fundía la ropa en la piel»

Tras quedar rodeados por el fuego, uno de ellos consiguió llegar a la carretera y dar la alerta para que buscasen a sus compañeros desaparecidos, que se habían lanzado al río para huir de las llamas

Cinco brigadistas heridos con quemaduras de diferente consideración en el incendio de Barreiros (Lugo)

La escena parece salida de una película, pero los incendios que han arrasado Galicia este verano, también. Un bombero forestal desorientado y con graves quemaduras llega hasta el pequeño núcleo de Vilamar, en Barreiros, un concello de la Mariña de Lugo donde poco antes se había desatado un fuego que, muy cerca de allí, ya lamía la entrada de las casas. El herido formaba parte de una brigada helitransportada y se había separado de sus compañeros cuando el fuego los envolvió. Según su relato, el viento había virado y las llamas los atraparon en una vaguada que se convirtió en una auténtica ratonera. Al encontrarlo, se activa de inmediato un rescate contrarreloj que acabará con él y sus cuatro compañeros en la unidad de quemados del Complejo Hospitalario de A Coruña. Por apenas unos minutos, se salvaron de un desenlace fatal.

En la tarde de este domingo, los bomberos del parque comarcal de Barreiros —reforzados por los de Viveiro y Sarria— se empleaban a fondo para evitar que las llamas llegasen a las viviendas. “Estuvieron muy cerca”, confirmó la alcaldesa, la nacionalista Ana Ermida, “a sólo unos metros, y eso que no tenemos noticias de que se declarase en ningún momento la situación 2”, el nivel de alerta que se activa cuando el fuego amenaza a personas o domicilios. Una decena de vecinos fueron desalojados.

Fernando González, el sargento del parque de Barreiros, estaba al frente del dispositivo de bomberos urbanos encargado de proteger esas zonas pobladas. Doce efectivos y siete vehículos se dedicaban a la dura labor de contener el fuego cuando llegó la alerta prioritaria del 112: había que localizar a una brigada con la que se había perdido la comunicación. Se trataba de la unidad helitransportada de Castromaior, con base en el ayuntamiento coruñés de Abegondo. La integraba un grupo de jóvenes de 24 a 29 años.

Esa alerta llegó también al sargento de la Guardia Civil de Mondoñedo, Ángel López, que ya se encontraba en la zona. Lo habían movilizado para valorar si era necesario evacuar una docena de viviendas en el núcleo de Rexa. Entre los vecinos que asisten al operativo está Jorge Fraga, conocido por su segundo apellido, Lozano. Un hombre de 46 años que conoce bien los montes del lugar. López le pide que le acompañe en su búsqueda.

La fábrica de luz

El sargento y el civil encuentran primero otra brigada luchando contra el fuego, pero estos bomberos les aseguran que ellos no han sufrido ningún herido en sus filas. Es entonces cuando empiezan a llegar por radio las informaciones que apuntan a que los desaparecidos podrían estar en la fábrica de luz, una antigua central hidroeléctrica abandonada a la que sólo se llega por una pista de muy difícil acceso. Se trata de uno de esos caminos de monte por los que no pasa un turismo y, como tendrán ocasión de comprobar poco después, tampoco una ambulancia.

La vaguada en la que se perdieron los brigadistas es, según los rescatadores, “un horno”. “Hay muchísima vegetación en el entorno del río y está todo muy seco: es gasolina”, explica González. Un cambio de viento como los que se estaban dando de forma constante podía provocar que el incendio aumentase su “virulencia” y, con esa presencia de combustible, se “realimentase solo”.

“Ángel estaba convencido de que estaban allí, así que nos metimos por la pista con el todoterreno de la Guardia Civil”, relata Lozano. El helicóptero que había llevado a la brigada hasta el fuego no dejaba de sobrevolarlos, como si quisiera indicarles algo. La presencia de las llamas y lo escarpado del valle le impedían ni siquiera intentar aterrizar.

Como era habitual en las antiguas centrales eléctricas, junto a la instalación industrial se levantaron viviendas para los trabajadores. Los herederos de uno de ellos restauraron la suya para convertirla en un refugio rural. De allí salían los gritos que escucharon López y Lozano. “Al principio no los oíamos por el ruido del helicóptero. Debían de llevar como media hora pidiendo ayuda y seguro que vieron las luces del coche”.

Las puertas acristaladas de la vivienda estaban abiertas, así que los dos hombres pasaron al interior. Encontraron a los desaparecidos en el baño. Uno de ellos, el que presentaba mejor aspecto, regaba con la ducha a sus compañeros para ayudarles a sacarse una ropa que se les fundía en la piel. “Seguro que entraron porque en el exterior de la casa no había ni una manguera”.

Recurrían de nuevo al agua que les había salvado la vida. Como explicaron a sus rescatadores, un cambio repentino en el viento hizo que el fuego los rodease. “Los envolvió”, relata González. “Cuando se dieron cuenta, estaban rodeados por las llamas”. La única vía de escape era el río Masma y a él se arrojaron. Cruzaron hasta la otra orilla, en las proximidades de la presa, y buscaron refugio en la cabaña donde los encontraron, todavía empapados. No podían asegurarlo, pero creían que los medios aéreos también les habían lanzado agua para intentar librarlos del fuego.

Cuatro kilómetros eternos

González, el sargento del parque de Barreiros, llegó apenas unos minutos después que López y Lozano; después, casi inmediatamente, lo hicieron otra patrulla de la Guardia Civil y un agente forestal. Tras unos primeros auxilios muy básicos en el lugar, tocaba organizarse para trasladarlos. El operativo se planifica de manera urgente. Ya sabían que a las ambulancias les resultaría imposible acceder hasta allí, así que los repartieron: cuatro heridos, cuatro vehículos todoterreno. Abatieron los asientos y los trasladaron, tumbados boca abajo. El punto de encuentro era el núcleo de Rexa, a unos cuatro kilómetros de allí.

El trayecto, de apenas unos minutos, por una zona quemada, se les hizo eterno. “Al que llevábamos nosotros le hablábamos todo el tiempo, para que no se durmiera”, recuerda Lozano, quien al ver tumbado al bombero se fijó en cómo se había derretido la mochila que llevaba a la espalda. El estado de los brigadistas, con quemaduras de segundo grado y terribles dolores, obligaba a conducir extremadamente despacio. Y eso pudo haber provocado un final mucho más trágico: apenas unos minutos después del paso de la comitiva, el fuego cruzaba el Masma y cerraba la única pista de acceso a la central. Si no los hubiesen sacado entonces, los heridos hubiesen quedado aislados durante horas.

Pero ni siquiera esta parte iba a ser fácil. No había ambulancias para todos los heridos en Rexa así que López, tras pedir permiso a los mandos, decide llevar personalmente al que viaja en su coche hasta al Hospital da Mariña. No necesitó recorrer los 35 kilómetros que lo separaban de Burela. Unos minutos después, una ambulancia aparecía de frente y pudieron realizar el trasbordo del brigadista en plena carretera N-634. Lo hicieron entre los carriles llenos de coches parados: en ese momento —y al mismo tiempo que la autovía A-8—, la nacional había quedado momentáneamente cortada por el fuego. El sargento de la Guardia Civil todavía volvió para colaborar en las tareas de evacuación de los vecinos que, “por precaución”, pasaron la noche fuera de sus casas.

De Burela a A Coruña

Los cinco brigadistas heridos permanecen ingresados en la Unidad de Quemados del hospital coruñés, el CHUAC, la unidad de referencia a la que fueron trasladados desde el Hospital da Mariña. Todos presentan pronóstico grave por quemaduras de segundo grado. La peor situación es la de uno de los más jóvenes, de 24 años. Tiene afectado el 25% del cuerpo y además resultó intoxicado por inhalación de humo. El resto de sus compañeros sufrieron el mordisco del fuego entre el 15 y el 5% de su organismo.

Según los datos oficiales, el incendio se desató a las 16:14 del domingo en la parroquia de San Xurxo de Cabarcos. La Consellería de Medio Rural lo dio por estabilizado a las 10:29 de este lunes tras calcinar una superficie de 80 hectáreas, en su gran mayoría de eucalipto. El trabajo nocturno de los medios terrestres y la ligera lluvia de la mañana fueron determinantes para frenar el avance de las llamas.

En el listado de medios de extinción, la Xunta suma 4 técnicos, 24 agentes forestales, 28 motobombas, 2 unidades técnicas de apoyo, 7 helicópteros, 3 aviones y 32 brigadas, una de ellas, la que tuvo que saltar al río para salvar su vida. Todavía el pasado viernes, el director xeral de Montes elevaba a 40 el número de profesionales heridos durante la extinción de los fuegos de agosto, la peor oleada de incendios sufrida en Galicia desde que existen datos.