
‘Mi amiga Eva’, una comedia sobre separarse sin trauma, la menopausia y las ganas de enamorarse
Cesc Gay escribe junto a Eduard Sola una ‘dramedia’ sobre una mujer de 50 años, Nora Navas, que decide separarse para ser feliz
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Pocos directores han radiografiado las relaciones personales (desde las de amistad hasta las de la pareja) con tanta lucidez como Cesc Gay. Desde En la ciudad a Truman su cine ha sabido indagar en aquello que une y desune a las personas. Sin efectismos, con una naturalidad que ya es seña característica y a veces yéndose a la comedia (como en Sentimental, adaptación de su propia obra de teatro que se ha convertido en un éxito internacional del que ya van varios remakes, el próximo en inglés y con Penélope Cruz). Sin embargo, si uno revisa su cine verá que casi siempre ha apostado por personajes masculinos o, en su defecto, retratos corales de grupos.
Ahora, con una carrera ya consolidada y sin perder su sello característico, Gay se ha unido al guionista de moda, Eduard Sola —ganador del Goya por Casa en flames—, para centrarse en un personaje femenino complejo, con aristas y lleno de encanto en Mi amiga Eva, donde la Eva del título es una Nora Navas inconmensurable. Una mujer que, a los 50 años, decide que se quiere separar. Pero no lo hace por una infidelidad o por un motivo dramático o trágico. Simplemente, ha perdido la ilusión y quiere revivir la emoción de volver a enamorarse. Mientras tanto, su cuerpo se enfrenta a la menopausia, tema tabú en la ficción y que empieza a entrar en las tramas como ha demostrado Miranda July en la excelente novela A cuatro patas.
El director reconoce que este proyecto nace de sus “ganas de escribir sobre la mujer”. “Sobre el hombre he hecho mucho. Los hombres nos conocemos, y ya es un material que tenía abordado. Me ha gustado mucho hablar sobre la masculinidad, pero hablar de la mujer te permite otras cosas, y creo que además hablamos de un momento en el que les están pasando muchas cosas”, apunta.
Al director le interesaba contar que ahora mismo una mujer “no necesita tener excusas” para separarse de su pareja. “Pueden atreverse a hacer lo que hace Eva, y en mi entorno empecé a ver que estaba sucediendo y me dio mucha curiosidad intentar entender esa mujer que anhela ese romanticismo”, explica. Al decidir que el personaje tenía 50 años, eso impulsó que la menopausia entrara como parte de las cosas que le pasan a esta mujer. “Obviamente, tenía que estar, pero sin más, con la naturalidad con la que realmente se vive en la vida”, añade quitándole importancia.
Al final su película habla de “la posibilidad del cambio como algo bueno”, y en ese cambio Eva incluye volver a vivir la emoción de conocer a alguien nuevo. Un “anhelo quizás un poco infantil, o naif”, que para Gay sí que está en muchas personas, que “buscan ese sentimiento que extrañan y que, por qué no, lo van a buscar”.
Todo encarnado en el rostro de Nora Navas, que rápidamente llegó como opción del director al personaje. “No me gusta pensar en nadie mientras escribo porque no me ayuda. Intento escribir y entender el personaje sin ponerle cara, pero luego sí que fue muy rápido. Por la cercanía que tengo con ella, porque pensé que daba muy bien este equilibrio entre drama y comedia, entre intensidad y ligereza… Es una actriz que está en ese lugar que me permite el tono que tienen mis películas, que transitan entre un género y otro”, resume.
Me exijo intentar no entrar en esa velocidad que a veces la propia industria te pide. Los procesos creativos ya son de por sí difíciles y hay que darles el tiempo adecuado
Lleva más de 20 años como cronista de las relaciones personajes, y por eso puede valorar cómo han cambiado en todo este tiempo. Cree que hay un elemento fundamental; el tiempo. “Todo es más rápido hoy en día. Las cosas pasan en la vida y en las relaciones mucho más rápido. Estamos mucho más cerca unos de los otros con la tecnología, los teléfonos… estamos hablando todo el rato, enviándonos mensajes, analizándonos, escuchándonos. Hay algo que te permite, para bien y para mal, un ritmo de velocidad de crucero. Y eso es delicado, porque no sé hasta qué punto es el adecuado”, cuestiona.
Podría ser también una metáfora de la propia industria del cine, que también exige unos tiempos cada vez más frenéticos y en la que se consume de forma ansiosa esperando dar al play del siguiente episodio o la siguiente serie. Cesc Gay ha trabajado para no entrar en esa rueda. “Yo sigo trabajando bastante igual. Me exijo intentar no entrar en esa velocidad que a veces la propia industria te pide. Los procesos creativos ya son de por sí difíciles y si no les das el tiempo adecuado, pues como si te invito a una paella y me paso media hora. El arroz sale quemado. Pues es lo mismo. Y eso es lo más difícil de defender como creador. Se te imponen o te exigen unos tiempos y hay que saber parar un poco. Y luego cada uno es cada uno. Hay gente que tiene una capacidad de trabajo equis, pero yo cocino mis películas, yo las escribo y quiero intentar no cambiar eso”, zanja.
Valora positivamente la experiencia de trabajar con Eduard Sola a cuatro manos, como antes lo hizo con Tomás Aragay, con quien había escrito todos sus trabajos hasta ahora: “Primero he vivido un poco la separación con Tomás, porque por diferentes motivos se fue a vivir lejos de Barcelona y nos era muy difícil seguir trabajando el día a día, que es lo que yo necesito en el guion y decidimos que ahora no podíamos seguir escribiendo juntos. Ahí apareció Edu y enseguida nos entendimos. Ha sido un proceso muy igual, pero con alguien que tiene 15 años menos. Y en ese sentido la sensibilidad y la masculinidad de Edu ya es distinta y me ha ayudado mucho. Y luego muy feliz de ver su ese boom suyo, y ver cómo han llegado esos discursos que hace y que está bien que se hable de los guionistas, porque es una profesión muy importante en este sector y se habla poco de ellos”.