La “violencia política y social” en los Campos de Hellín en la guerra civil: «Las víctimas tienen derecho a la memoria»

La “violencia política y social” en los Campos de Hellín en la guerra civil: «Las víctimas tienen derecho a la memoria»

El filólogo Francisco José Peña Rodríguez busca llenar un vacío bibliográfico sobre lo ocurrido en esta comarca del sureste de Albacete con una reconstrucción histórica rigurosa y documentada, además de dignificar su recuerdo y ofrecer una herramienta pedagógica para comprender un pasado silenciado

2025, AÑO DE MEMORIA Y LIBERTAD – Amós, Sixto, Virgilio, Isabelo, Primitivo, Anastasio, Nilamón, Trinidad…, toledanos en el campo de Albatera

La ciudad albaceteña de Hellín tuvo un campo de concentración provisional en su plaza de Toros, que albergó hasta cinco mil prisioneros de forma simultánea hacia el final de la guerra civil española, entre el 1 de abril y el 12 de agosto de 1939. Su enfermería fue convertida en sala de vistas en la que un tribunal militar dictó centenares de condenas. Son algunos de los datos conocidos a través del trabajo investigador del periodista Carlos Hernández de Miguel.

Pero lo que ocurrió durante la contienda civil en toda la comarca de los Campos de Hellín va mucho más allá.  Un libro del filólogo especialista en novela política de posguerra y posterior a 1975, Francisco José Peña Rodríguez, bucea ahora en la violencia política y social desencadenada en esta parte de la provincia de Albacete a raíz de la guerra civil, especialmente en la represión durante el franquismo.

El 18 de julio de 1936 en los Campos de Hellín: de la violencia republicana a la represión franquista (Instituto de Estudios Albacetenses, 2025) analiza la rebelión militar del verano de 1936, la guerra civil y la posguerra en esta comarca del sureste de la provincia de Albacete, con referencia los protagonistas y circunstancias sociales, políticas y militares hasta ahora inéditas o escasamente tratadas en la historiografía especializada en este periodo.

Es un ensayo que también examina los años de la Segunda República, para explicar la vida política de la comarca, la movilización obrera o la organización comarcal de los diversos partidos políticos del momento.

La idea de escribir el libro surgió cuando el profesor, nacido en Tobarra, buscaba en el Registro Civil datos de su familia para elaborar el árbol genealógico. “Me topé con inscripciones de personas asesinadas durante la guerra civil que me llamaron la atención. De ahí surgió mi interés”. Su abuelo había sido un soldado republicano al que no llegó a conocer, y al que ha dedicado la publicación.

Primero indagó sobre los hechos acaecidos en la retaguardia de la guerra civil, en zona republicana, y después se preguntó por lo ocurrido a partir de 1939, con el fin de la contienda.

“Las víctimas del franquismo aún requieren una reparación por su derecho a ser tratadas con dignidad, pues muchas de ellas fueron sentenciadas con escasez de pruebas”, mantiene el autor que recuerda que llegó a haber hermanos enfrentados, en uno y otro bando, de los que cita algunos casos en el libro. “Hay muchos factores que determinaron que fuera una guerra fratricida, hubo cuestiones personales, más allá de lo puramente político”.

Las víctimas del franquismo aún requieren una reparación por su derecho a ser tratadas con dignidad, pues muchas de ellas fueron sentenciadas con escasez de pruebas

Francisco José Peña Rodríguez forma parte del Seminario de Estudios del Franquismo y la Transición de la Universidad de Castilla-La Mancha y también aborda diversas formas de castigo en la época, como la pena de muerte, el exilio, la depuración de funcionarios y la violencia económica. El libro también incluye apéndices fotográficos y listas de víctimas.

Prologado por el catedrático de Historia de la UCLM, Manuel Ortiz Heras, el libro se escribió con un objetivo claro: “Mi intención es cubrir un vacío historiográfico sobre la guerra civil y la violencia política de posguerra en la comarca de los Campos de Hellín, un tema apenas recogido por la bibliografía más reciente”, explica el filólogo, que actualmente ejerce como profesor de Secundaria.

Se trata también de completar la visión existente sobre el mismo periodo y aspecto en otras comarcas de Albacete como La Roda o Almansa.

Mi visión ha querido ser completa para evitar ese resorte que tiene una parte de la sociedad e incluso de la historiografía de decir que lo que hacemos es reescribir o manipular la guerra civil

El relato oficial impuesto durante la Dictadura, cuenta el profesor, “retrató una comarca tranquila donde nunca pasaba nada”, que no fue tal. En los últimos 15 años la microhistoria está siendo analizada por diversos investigadores, más allá de las grandes figuras o hechos de una época que fue “crucial para la vida de muchas personas”. En todo el país.

Solo en esta parte de Albacete hubo 900 encarcelados y 100 fusilados -cifras que no están completas y probablemente nunca lo estén- sin contar los depurados o exiliados, en una comarca que en el año 1939 estaba habitada por unas 45.000 personas. “Mi visión ha querido ser completa para evitar ese resorte automático que tiene una parte de la sociedad e incluso de la historiografía de decir que lo que hacemos es reescribir o manipular la guerra civil”.

Hemos permitido que la Ley de Memoria la expliquen los políticos y no los historiadores. Así la sociedad lo vería de otra forma porque ahora lo que les llega son las opiniones personales de quienes están en el debate político o en tertulias y ni siquiera se han leído la ley

En opinión del profesor, el único objetivo es visibilizar “los nombres y apellidos de gente que tiene derecho a la memoria”. Se muestra indignado, nos cuenta, cada vez que escucha “a algún parlamentario” decir que “la gente rescata el cuerpo de su abuelo porque le dan una subvención. No solo es una grosería, sino una irresponsabilidad tremenda”.

Sobre eso, tiene clara la razón de que esté ocurriendo: “Hemos permitido que la Ley de Memoria la expliquen los políticos y no los historiadores. Así la sociedad lo vería de otra forma porque ahora lo que les llega son las opiniones personales de quienes están en el debate político o en tertulias y da la sensación de que ni siquiera se han leído la ley”.

“Cuando algunos jóvenes hoy dicen que son franquistas y que con Franco se vivía mejor, me pregunto qué es lo que habremos hecho mal en la construcción de la democracia”, lamenta.

¿Qué ocurría en esta parte de España durante la II República?

La comarca de los Campos de Hellín, en el sureste de Albacete, abarcaba los municipios de Albatana, Hellín, Liétor, Ontur y Tobarra. Su economía dependía principalmente de una agricultura atrasada y de una ganadería lanar. Políticamente, la comarca mostró una fuerte inclinación hacia las izquierdas.

La paz social y agraria comenzó a deteriorarse con la Huelga de la Siega de 1934 y la Revolución de Asturias, que, aunque tuvo menor incidencia directa en Hellín, provocó incidentes y suspensiones de ayuntamientos. Figuras como Julián José Moreno, alcalde de Tobarra, y José María Silvestre, alcalde de Hellín, ambos de Izquierda Republicana, fueron líderes destacados de la izquierda local.

En la derecha, Edmundo Alfaro Gironda, del Partido Radical, fue el líder indiscutible en la comarca, aprovechando la problemática del agua para capitalizar el voto.

Alfaro Gironda participó activamente en las conspiraciones contra la República desde Madrid en la primavera de 1936 y fue posteriormente detenido, juzgado y fusilado. La prensa local y provincial, mayoritariamente conservadora y monárquica, apoyó la rebelión militar. La polarización política en la comarca se intensificó notablemente a partir de 1936.

El golpe militar en los Campos de Hellín en julio de 1936

Una de las principales incógnitas que aborda la investigación es cómo un grupo reducido de guardias civiles y derechistas pudo mantener la comarca en rebeldía hasta el 24 de julio de 1936, a pesar de la clara identificación electoral de la zona con partidos de izquierda.

La sublevación militar en los Campos de Hellín fue liderada por el capitán de la Guardia Civil Joaquín Serena Enamorado, un militar africanista con experiencia en las guerras de África. La rebelión contó con la participación de miembros de la Unión Militar Española (UME) y se inició el mismo 18 de julio de 1936, cuando una camioneta trasladó a los guardias de la comarca a Hellín. El episodio de la sublevación de Hellín se vincula con el alzamiento en Albacete y el fracaso de la sublevación de tropas de artillería de Murcia.

Los sucesos de la sublevación no se limitaron a Hellín; los pueblos del Partido Judicial, incluyendo Albatana, Liétor, Ontur y Fuenteálamo, también permanecieron sublevados. Las fuerzas republicanas, principalmente de artillería de Murcia, al mando del comandante Antonio Berdonces Martialay, se dirigieron a Hellín para sofocar el levantamiento, algo que consiguieron en la madrugada del 24 de julio.

La violencia en la retaguardia republicana

Tras el fracaso del golpe militar, se desató una “violencia caliente” en los Campos de Hellín caracterizada por la eliminación física y la represión económica. La cifra de víctimas de la represión republicana en la comarca se elevó a 106 muertos. La mayoría eran principalmente simpatizantes de derechas sin afiliación declarada, miembros de comités de partidos conservadores, o falangistas.

La violencia económica incluyó multas, embargos, saqueos de viviendas y comercios, y la creación de colectividades agrarias. El patrimonio artístico-religioso fue saqueado y destruido en todas las localidades, incluyendo obras de gran valor artístico en Hellín y Tobarra, como las dolorosas atribuidas a Francisco Salzillo.

El gobierno republicano intentó reconducir el caos inicial con la creación de Tribunales Populares, que condenaron a civiles por su participación en la sublevación, aunque sus sentencias fueron dispares. 


Once de las 13 Rosas de Fuenteálamo fotografiadas en el patio de
la cárcel de Chinchilla de Montearagón. Fueron recluidas en el castillo chinchillano durante la posguerra. Tenían familiares republicanos encarcelados, huidos, desaparecidos o en el exilio, y fueron llevadas a prisión para que desvelaran los paraderos de sus allegados

La represión franquista: cárcel, depuraciones y muerte

La guerra civil terminó en Albacete a finales de marzo de 1939 y comenzó la represión franquista. Se la conoció como el “terror azul” y el autor cuenta que fue mucho más extensa que la republicana.

Se estima que las muertes por ejecución de sentencias militares en la provincia superaron las 1.619 personas, frente a las 1.100 víctimas de la violencia republicana, lo que representa un aumento del 175,9% en la posguerra inmediata. En los Campos de Hellín, las penas de muerte por procedimientos sumarios alcanzaron el centenar.

La Causa General, un documento emanado directamente del gobierno de Franco, fue un instrumento fundamental para la represión, aunque carecía de imparcialidad y servía para la venganza política, eludiendo los crímenes cometidos por los vencedores. Los alcaldes nombrados en 1939 se implicaron activamente y señalaron a antiguos dirigentes republicanos. En paralelo se produjo un “revisionismo judicial”, con procesos a quienes habían sido testigos o denunciantes en juicios republicanos y varios alcaldes de la comarca fueron condenados a muerte.

También hubo violencia específica contra las mujeres, que además de sufrir la violencia sexual, fueron depuradas, rapadas al cero o condenadas al hambre por delitos como el robo famélico.

Como docente, a Francisco José Peña le interesa también lo que ocurrió con los maestros en aquella época. La represión supuso una depuración que también llegó a otros funcionarios. Llegó a afectar, según explica, a casi la mitad del magisterio en los Campos de Hellín. “En Albatana fueron depurados el cien por cien de ellos”.

Un número significativo de republicanos de los Campos de Hellín optó entonces por el exilio. De ellos, al menos 37 fueron deportados a campos de concentración nazis (Mauthausen, Dachau, Auschwitz), y 12 fallecieron allí.


Los hermanos Antonio (de pie) y Juan Coy Luzón formaron parte de la UGT y el PSOE de Tobarra. Ambos marcharon al exilio, pero fueron detenidos y acabaron en el campo de concentración de Mauthausen. Juan murió allí en 1941, mientras que Antonio fue liberado por los aliados en 1945, y se fue a vivir a Francia.

El franquismo recurrió después a los trabajos forzados para lograr la “redención” de penas. Los presos políticos fueron utilizados como mano de obra barata en las minas de azufre de Hellín. Tuvieron que trabajar para empresas afines al régimen a partir de 1942.

“Las consecuencias de la guerra civil fueron devastadoras, sumiendo a la sociedad en una realidad de hambre y miseria, y dejando heridas que aún persisten”, sostiene Francisco José Peña y por eso cree que la historiografía actual debe “incorporar todos los hechos, matizar inexactitudes y mitos, y defender la dignidad de todas las víctimas, superando las interpretaciones maniqueas y monocausales del pasado”.