
Cristina Fernández Cubas, la gran cuentista española, vuelve en busca de sus «lectores avispados»
La escritora catalana regresa tras diez años con su nueva obra ‘Lo que no se ve’, en la que se adentra en lo inquietante del día a día
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Diez años después de su último trabajo La habitación de Nona, Cristina Fernández Cubas regresa a las librerías con una nueva recopilación de relatos titulada Lo que no se ve (Tusquets). Una frase que podría resumir la temática de la mayoría de sus obras, porque a la escritora catalana le gusta mover a sus personajes por el terreno de las sombras, de las incertidumbres cotidianas que no se pueden explicar en el ámbito de la racionalidad. Hay nombramientos que se conceden demasiado rápido, pero no hay duda de que ella se merece el de ‘mejor cuentista española’, que ya lleva cosido a su nombre.
“A mí me gusta moverme en esos grises de la vida, en esos misterios cotidianos, más que en el blanco o el negro”, dice a elDiario.es en Barcelona, durante una mañana teñida de esos tonos que tanto le atraen. Está inquieta por si tanta entrevista –su vuelta al espacio público ha causado un pequeño terremoto en el sector literario– le afecta a la voz antes de la presentación al público, pero su carácter hace que sea espléndida con las respuestas. Declara que durante esta década alejada de la primera fila de la actualidad ha estado haciendo “muchas cosas” porque, a veces, “la vida también tiene sus exigencias”. “Pero estoy sorprendidísima de que hayan pasado diez años, el tiempo va muy rápido”, indica.
Estos nuevos seis relatos que componen Lo que no se ve vuelven a acercarse a lo inquietante del día a día. Gran parte del miedo que se experimenta al leer un cuento de Cristina Fernández Cubas emana de las relaciones que los personajes establecen entre ellos, que cuanto más intensas, más desasosegantes son. Un claro ejemplo es el del vínculo que pueden tener dos hermanas, un recurso muy habitual en la obra de la escritora y que está presente en dos de los cuentos del volumen: Tú Joan, yo Bette [una referencia a la película ¿Qué fue de Baby Jane?] y La hermana china.
Todos tienen orígenes diferentes. Algunos surgieron de un recuerdo, otros son pura invención y hay uno en concreto, Il Buco, que sale de un sueño del que se despertó alterada. Ella era la protagonista, aunque, cuando desarrolló la idea en el relato, decidió darle el papel principal a un hombre. “Me levanté muy sobresaltada porque de repente descubría el secreto del mundo en una catedral, aunque cuando me desperté ya se me había olvidado”, explica, “así que para desdramatizar le enjareté ese descubrimiento a un señor que está en un desfile de modelos que le importa un bledo porque lo único que quiere es descubrir lo que le ha pasado”. En su literatura hay misterio, pero también alguna dosis de humor que ayuda a ahuyentar la calamidad.
Este nuevo libro llega en un momento en el que el género del relato está en auge en España, en parte gracias a autoras latinoamericanas como Mariana Enríquez, Samanta Schweblin o Fernanda Melchor. En este país no existe esa buena consideración por la narrativa ‘corta’ que existe en Argentina o en el panorama anglosajón y menos aún en 1980, cuando Cristina Fernández publicó Mi hermana Elba, su primer libro. “Es algo que ocurre aquí y puede que en Francia también. Yo me cansé hasta la saciedad de repetir que el cuento es un género en sí mismo, porque no se veía así. Todo el mundo me preguntaba ‘¿Y para cuándo la novela?’. Se veía como el que hace un cortometraje con la idea de hacer un largo después”, rememora.
En su opinión, el relato es un género que tiene leyes propias y que permite jugar con el tiempo y el espacio como no es posible en un desarrollo más extenso. “El cuento pide un lector avispado y nada vago. Es decir, las cosas no te las dan machacadas ni repetidas. El lector de relatos incluso debe estar dispuesto a aportar su parte”, expone, “y, lo siento, pero no todo el mundo dispone de esas facultades. El cuento va más allá del número de páginas porque si te ha impresionado, vas pensando: ‘claro, el final no es el final’”.
La escritora Cristina Fernández Cubas
Fernández Cubas se adentró en el mundo de los relatos en su infancia, como casi todo el mundo. Fue gracias a su niñera, que le contaba historias truculentas a ella y sus hermanas por las noches, en un ejercicio de oralidad, que es la forma más antigua de literatura. Después, sus lecturas siguieron por los cauces habituales de su época: los libros de Celia de Elena Fortún, las Mujercitas de Louisa May Alcott, las capas y espadas de Robert Louis Stevenson –“No creo tener un bagaje muy distinto al de otra gente de mi edad”, sostiene– y, por fin, el terror de Edgar Allan Poe. Sus escritos, por temática y formato, le encantaron y solo hay que leer su propia obra para reconocer su influencia. “El relato es el formato idóneo para el misterio o para indagar en esas cosas que no comprendemos. No solo como escritora, sino como lectora, me parece buenísimo”, sostiene.
Pero aunque la mayoría de sus trabajos sean cortos, en su bibliografía también tiene tres novelas: El año de Gracia, El columpio y La puerta entreabierta. Las escribió porque lo que quería contar le pedía un formato largo, no porque se lo pidieran. “Y disfruté muchísimo, es otro placer diferente”, afirma. La tercera de ellas la firmó con el seudónimo Fernanda Kubbs, un disfraz nada discreto porque se trata de una “extranjerización”, comenta, de su nombre. “De hecho, el libro llevaba una faja que ponía Cristina Fernández Cubas”, rememora entre risas. Lo hizo así para advertir al lector de que había iniciado una línea diferente a la de sus trabajos anteriores. “Fernanda Kubbs es mi hermana de tinta. Y dije que continuaría, pero luego no me apeteció”, resuelve.
Unas cuantas páginas más
Antes de dedicarse por completo a la literatura, Cristina Fernández Cubas también trabajó como periodista. Recuerda aquellos tiempos con mucho cariño, pero después de dejarlo, nunca tuvo el gusanillo de volver. Lleva mal las fechas de entrega –no hace falta más que echarle un repaso al ritmo de su producción literaria para comprobarlo– y se considera “un poco desobediente” al respecto. Su experiencia periodística más especial fue en un periódico en Perú, donde vivió un tiempo junto a su marido el escritor Carlos Trías Sagnier. “Gracias a ese trabajo yo ya no era solo una persona que estaba allí de residente, y eso fue maravilloso. Pero en el periodismo tienes que ir a una conferencia y ser fiel a lo que se ha dicho y yo soy más de dejar volar la imaginación”.
La escritora tiene en su haber una buena lista de premios, como el de Ciudad de Barcelona que recibió en 2009 por Todos tus cuentos o el Premio Nacional de Narrativa que obtuvo en 2016 por La habitación de Nona. El último ha sido nada menos que el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2023, un galardón a su trayectoria que le pilló escribiendo en pijama. “Cuando me llamaron no lo entendía, porque me habían dado el de Narrativa y pensaba que me hablaban del mismo”, recuerda, “entonces me pasaron con el Ministro de Cultura, que por aquel entonces era Miquel Iceta. Le reconocí enseguida por su voz. Y después ya empezaron todas las llamadas de la prensa”. Fue una jornada frenética que vivió sin poder cambiarse de ropa, sin parar hasta las siete de la tarde, cuando terminó las entrevistas. “Entonces me comí el queso y el jamón que tenía en la nevera, me tomé un vasito de vino y me fui a la cama porque estaba agotada. Fue un día muy extraño pero interesantísimo”, mantiene.
Los premios a la trayectoria tienen cierto regusto a punto y final, pero Cristina Fernández Cubas no tiene intención de dejar de escribir y, de hecho, se sigue poniendo un poco nerviosa cuando presenta un título nuevo porque no ha perdido la emoción de publicar. Tampoco quiere pensar en otros posibles galardones. “Siempre digo que el libro es una invitación a un viaje: que se apunten y vayan contigo es el mejor de los premios”, concluye.