
El ‘gas de la risa’ arrasa entre los turistas británicos, que compran las bombonas en Amazon: «Los fabricantes se forran»
Aparcamientos, contenedores y habitaciones de hoteles de Ibiza amanecen durante la temporada casi a diario repletos de esta sustancia tóxica, que casi todas las ferreterías de esta zona de la isla han dejado de vender
“Nos dicen que aguantemos porque el turismo nos da de comer”: el hotel-discoteca que tortura a vecinos de Ibiza
Un grupo de turistas, todos sin camiseta, pasean por el centro de Sant Antoni bajo el sol implacable del verano que termina. Riñonera cruzada, bañador y zapatillas en dirección a la próxima fiesta que van a disfrutar durante las vacaciones. En la boca de cada uno de ellos, un globo que se hincha y deshincha al compás del ritmo al que quieren colocarse. Conseguirlo no es difícil. En el corazón de la localidad, otro de estos jóvenes turistas empina una botella en mitad de la plaza de s’Era d’en Manya en los últimos estertores del punto álgido de la temporada. En su hotel, que no recuerda muy bien cuál es al ser preguntado –por su estado de embriaguez–, tiene muchas unidades de este material considerado ya una droga a pesar de ser un gas que se comercializa legalmente para otros fines. Entre los más populares, recargar los sifones utilizados por restaurantes para montar la nata.
En este último lustro, la inhalación de óxido nitroso por parte de los visitantes provenientes principalmente de Reino Unido e Irlanda del Norte se ha convertido en una de las principales preocupaciones del municipio, como ha declarado en varias ocasiones la concejala de Gobernación y Seguridad del Consistorio, Neus Mateu, quien en una entrevista publicada en Diario de Ibiza aseguró que su consumo supone actualmente el mayor problema de seguridad de Sant Antoni.
El Ayuntamiento le declaró la guerra a la venta y compra del conocido como gas de la risa cuando empezó a popularizarse en la isla hace unos siete años y ya en agosto de 2018 la Guardia Civil de Eivissa, junto con inspectores de la Conselleria de Salut, examinaron cinco establecimientos de Sant Antoni donde vendían óxido nitroso de manera ilegal. Durante la operación intervinieron, en total, más de 55.000 cápsulas, alrededor de 400 dosificadores y más de 21.000 globos para su consumo. El valor del conjunto ascendía en el mercado negro a unos 800.000 euros, como informó en ese momento el instituto armado a la prensa local.
Pero hasta ahora no se ha conseguido erradicar la comercialización del gas de la risa por las calles y los establecimientos ni tampoco se está cerca de conseguirlo. Por el contrario, las bombonas que los turistas introducen en los hoteles camufladas en el equipaje se multiplican y suponen una carga extra de trabajo para el personal de mantenimiento y las camareras de piso, que se ven obligados a controlar y limpiar los restos de su uso. “En una ocasión llegamos a reunir después de un check out tantos envases –hechos de metal y de contenido altamente oxidante– que llenamos con ellos dos plazas de aparcamiento”, explica a elDiario.es el recepcionista de un hotel de cuatro estrellas de la zona de Cala de Bou (Sant Josep), un testigo de cómo la situación se ha agravado en el último lustro.
En una ocasión llegamos a reunir después de un check out tantos envases -hechos de metal y de contenido altamente oxidante- que llenamos con ellos dos plazas de aparcamiento
Una patrulla de la Policía Local se adentra en el West End tras el atardecer.
Dos turistas de Reino Unido transitan junto a la playa de Sant Antoni vestidas con transparencias
Fabricación para su consumo ilícito
De hecho, la sospecha de los trabajadores de hostelería es que los fabricantes o los distribuidores saben lo que está sucediendo. “Lo sé porque las mismas bombonas llevan pegatinas con mensajes como ‘Go Party, go fast’”, detalla el trabajador: “Se están forrando a costa de vender una droga, porque saben de sobra que sus clientes no son restaurantes que lo compran para repostería”.
Los vendedores ambulantes que se acercan con sus vehículos a la mismísima puerta de este establecimiento hotelero son ingleses o irlandeses que –según explica el recepcionista– las han comprado antes por Internet para revenderlas luego en la isla y así hacer negocio. También ha visto a vendedores de otro tipo de artículos, como gafas de sol, que “casualmente” se quedan parados en el mismo lugar de la acera durante “cuatro horas seguidas”.
La escena se repite en ciertos puntos del término municipal de Sant Antoni, como el callejón ubicado justo enfrente del hotel Ibiza Rocks, donde este verano han muerto tres turistas tras precipitarse de sus balcones. Dos de ellos durante el mes de julio, cuando el complejo –que orienta su oferta al público joven británico– decidió cancelar varios de sus eventos programados en señal de duelo. En Cala de Bou, una vez los vendedores han conseguido interceptar a los turistas, se dirigen a una esquina un poco más oscura donde hay un restaurante asiático y allí hacen escondidos la transacción.
Un agente habla con un transeúnte en la zona de ocio nocturno más conflictiva de la localidad
Visitantes de Eivissa observan la caída del sol desde Café del Mar a mitades de septiembre
Estas ventas se persiguen, pero la sospecha es que la gran mayoría de los turistas adquieren el material en ferreterías locales o a través de Internet. Dos de los comercios de este tipo ubicados muy cerca del West End aseguran a elDiario.es que dejaron de venderlos cuando estalló esta moda en Eivissa en el año 2018. En la ferretería Can Toni una de las encargadas señala que ellos regentan además un restaurante y solo pueden adquirirlas para el negocio presentando un certificado de restauración que corrobora el fin al que estará destinado.
Al ser preguntados por la venta de óxido nitroso, todos los pequeños propietarios responden rápidamente y rotundos: no venden ya ni una sola bombona y los turistas tampoco se acercan ya a preguntar. “Al principio sí venían, pero ahora ya saben que está prohibido”, recalca la misma encargada al ser preguntada por este diario.
La alternativa para hacerse con estos productos para las vacaciones es recurrir a gigantes dedicados al e-commerce como eBay o Amazon. En la tienda de Jeff Bezos se puede comprar una caja de diez recargas pequeñas de ocho gramos por 13 euros o una de mayor tamaño (con 24 recargas) por 18 euros. En cuanto a eBay, las cantidades que se pueden adquirir son mucho mayores: existe la opción de comprar un pack de 12 botellas (666 gramos en total) por 290 euros en total o hacerse con una maxi edición formada por un set de tres bombonas de 3,3 litros cada una por 180 euros.
Para introducir la droga en los alojamientos, a veces los turistas paran en la entrada del hotel y descargan sin complejos. Otros son un poco más sofisticados y lo que hacen es llevarse las maletas o bolsas, irse hacia un punto de encuentro con quien les venda, los cargan en el equipaje y lo metn de extranjis por la puerta del hotel o por el parking para que no les vea el personal de recepción.
El camuflaje de las bombonas y los globos ha ido aumentando desde que la plantilla se ha puesto “más estricta”. Esto ha hecho que también durante el check out, ya consumida la sustancia, saquen el material a escondidas para tirarlo en el primer contenedor de envases que les pilla de paso. Por otro lado, cuando las desechan, la mayoría de botellines no están vacíos del todo, lo que puede provocar pequeñas explosiones como la que vivió el personal de este hotel la temporada pasada.
Cuando las desechan, la mayoría de botellines no están vacíos del todo, lo que puede provocar pequeñas explosiones como la que vivió el personal de un hotel la temporada pasada
Un “grave problema” de reciclaje
Para los hoteles, el gas de la risa supone un “grave problema”, no solo por los efectos que produce la droga en los turistas, que la consumen las 24 horas del día durante su estancia en Eivissa, sino también por lo difícil que resulta el reciclaje de los dispensadores. Lo adecuado sería trasladarlos a un punto verde, ya que al tener propiedades químicas oxidantes puede favorecer, dentro de un contenedor, la combustión de otros materiales e intensificar el fuego en caso de incendio. Desde el Parque Insular de Bomberos de Eivissa señalan que, aunque los envases estén vacíos, no están desgasificados, por lo que siguen representando un peligro incluso después de haber sido consumidos del todo.
El gas de la risa también supone un problema medio ambiental: es difícil reciclarlo y, aunque los envases estén vacíos, no están desgasificados, por lo que siguen representando un peligro incluso después de haber sido consumidos del todo.
Pero el tener que trasladar las bombonas a los residuos supone además un trabajo extra para el personal de mantenimiento y las camareras de piso, que antes de hacer la limpieza habitual de la habitación se tienen que deshacer de todos los envases. Esto significa cargar con carros repletos de botellas vacías o semi vacías de óxido nitroso hasta el punto de contenedores más cercano.
Bombonas de óxido nitroso apiladas en la esquina de una habitación de Cala de Bou por las camareras de pisos
La estancia de un hotel de cuatro estrellas de Eivissa tras el ‘check out’ de un grupo de turistas
La situación es la misma para todos los alojamientos turísticos de la zona. La administrativa de un hotel de la cadena Vibra situado en la entrada de Sant Antoni, ubicado junto al emblemático monumento del huevo en homenaje a las carabelas de Cristóbal Colón, se encuentra cada día en su camino de ida hacia el trabajo con montañas de bombonas tiradas en el sueño del párquing en el que estaciona. “Está cada vez más lleno”, asegura esta empleada, que detalla cómo en otro solar de tierra donde solía aparcar antes sucedía exactamente lo mismo.
La Policía Local de Sant Antoni ha detenido este verano a 91 personas relacionadas por la comisión de delitos contra la salud pública, según datos aportados por el Ayuntamiento a elDiario.es. De estas, 49 han sido por la venta de gas de la risa. La droga ha vuelto a estar en el punto de mira después del accidente mortal en la bahía de Portmany en el que una joven turista escocesa perdió la vida y dos amigas suyas, junto a las que paseaba, resultaron heridas. Fueron arrolladas por un irlandés de 30 años que conducía bajo el efecto de las drogas. Entre otras sustancias, el conductor, que fue detenido y está bajo prisión provisional sin fianza, había consumido óxido nitroso.
La droga ha vuelto a estar en el punto de mira después del accidente mortal en la bahía de Portmany en el que una joven turista escocesa perdió la vida y dos amigas suyas, junto a las que paseaba, resultaron heridas. Fueron arrolladas por un irlandés de 30 años que conducía bajo el efecto de las drogas
Un camino rural de Sant Antoni que va hasta un aparcamiento público, lleno de recargas para consumir gas de la risa
Libres a las 24 o 48 horas de ser detenidos
El trágico suceso ha quedado reflejado en el punto en el que sucedió con un ramo de flores en señal de duelo, que cuelgan de un poste cercano del término municipal de Sant Josep. Desde el Ayuntamiento detallan a elDiario.es que las intervenciones por consumo de óxido nitroso se llevan a cabo en el municipio tan solo cuando se produce una transacción económica, ya sea en forma de menudeo o en casos que impliquen grandes cantidades. Aunque la venta ambulante no es la principal fuente de adquisición.
Actuar contra esta droga popularizada no es fácil. Al tratarse de una sustancia tóxica y no de un estupefaciente, el operativo desplegado es distinto y no cuenta con la colaboración de la Guardia Civil, como sí sucede en otros casos relacionados con la seguridad ciudadana. En cuanto a la Justicia, pone a los arrestados en libertad a las 24 o 48 horas después de haber sido detenidos, lo que dificulta el trabajo de la Policía. La concejala de Seguridad de Sant Antoni ha remarcado en ese sentido la necesidad de un cambio de normativa que permita a las fuerzas de seguridad actuar de manera “más efectiva y contundente”. Uno de los motivos de no poder erradicarla es que regular jurídicamente la penalización a los vendedores ambulantes de este tipo de droga que no es estrictamente ilegal es muy complicado.
Al tratarse de una sustancia tóxica y no de un estupefaciente, el operativo desplegado es distinto y no cuenta con la colaboración de la Guardia Civil. Los arrestados quedan en libertad a las 24 o 48 horas después de haber sido detenidos, lo que dificulta el trabajo de la Policía
El jefe de Policía Local, Álex Ponce, ha valorado el constante trabajo de los agentes para combatir esta lacra, que no existe en otros municipios de la isla como Vila, Santa Eulària o Sant Joan. Los camellos se mueven habitualmente por la zona del West End, que ahora el grupo socialista ha propuesto volver a bautizar con su nombre antiguo, sa Raval, para reconvertirlo en un lugar de comercios y restaurantes y dejar atrás su mala imagen. Así como por el paseo marítimo de s’Arenal, donde un relaciones públicas de un bar asegura que por las noches proliferan tanto vendedores como consumidores.
Una mujer habla con un Policía Local en la calle Santa Agnès, que el Ayuntamiento ha intentado reconvertir con el ‘Arcoíris Infinito’ de Okuda
La Guardia Civil patrulla por las calles de Sant Antoni recién caída la noche durante la temporada turística
“Ahora –al atardecer– es demasiado pronto, pero cuando cae la noche los tienes cada día todos aquí”, dice señalando el extenso paseo que llega hasta locales como el famoso O Beach, de público principalmente británico. Al principio de la playa está el nuevo centro de denuncias, la oficina SATE, que Sant Antoni ha inaugurado este año con la intención de dar más presencia policial y una mejor atención ciudadana en materia de seguridad, pero desde donde aún no se ha podido hacer nada –ni se podrá hacer hasta que cambie la normativa– para combatir al gas de la risa.