La laguna más grande de Doñana resiste y supera el verano sin secarse después de tres años seguidos evaporándose

La laguna más grande de Doñana resiste y supera el verano sin secarse después de tres años seguidos evaporándose

Santa Olalla se mantiene con agua tras un trienio sin lograr sobrevivir, una situación inédita desde que hay registros y que lleva a los investigadores a lamentar que ya no quedan humedales permanentes

Hemeroteca – El verano con más agua en una década multiplica las aves en Doñana, pero no garantiza la supervivencia de las lagunas

¿Una laguna con la etiqueta de permanente se puede considerar como tal si desaparece durante tres años? Y si al cuarto reaparece, ¿es que ha vuelto a la normalidad? La protagonista de esta situación es Santa Olalla, el humedal más grande de Doñana, y la respuesta a ambas preguntas es que no, aunque siempre hay espacio para la esperanza: este año ha logrado sobrevivir al verano tras un trienio en el que se ha evaporado estío tras estío, una situación inédita desde que se tienen registros históricos.

El caso es que Santa Olalla, la laguna más grande del parque nacional, ha aguantado el tirón pese a las altas temperaturas, una situación a la que ha ayudado que hablamos del año en el que más ha llovido tras una década seca. Eso sí, hay que tener en cuenta que del enorme complejo lagunar de Doñana (con unas 3.000) sólo han superado al verano tres, con La Dulce y El Hondón completando esta escueta relación.

“La situación tampoco es para tirar cohetes”, resume –de manera bastante gráfica– Carmen Díaz Paniagua, investigadora del Departamento de Ecología de Humedales de la Estación Biológica de Doñana (EBD), organismo adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Las lluvias de otoño y primavera han mejorado la situación del enclave, lo que ha permitido que “no se llegue a los extremos de los tres últimos años”.

“Ya no hay lagunas permanentes”

“Santa Olalla y La Dulce no es que estén espléndidas, pero no se van a secar”, apunta Díaz Paniagua, que lo tiene claro: “Aquí ya no hay lagunas permanentes”. La única digna de tal consideración sería El Hondón, junto al Cerro de los Ánsares, un punto en el que las dunas se juntan con la marisma “y siempre hay un hilillo de agua que rezuma”, aunque las condiciones de este humedal tampoco es que sean espectaculares.

Santa Olalla, como todas las lagunas de las arenas de Doñana, no dependen directamente de las precipitaciones sino del nivel del acuífero, que se recarga cuando llueve y de esta manera –si la capa freática asciende lo suficiente– aflora el agua al exterior inundando la cubeta. El problema es cuando un escenario poco lluvioso se completa con la sobreexplotación de los recursos subterráneos, lo que da lugar a una ecuación muy sencilla: se saca más agua de la que entra.


La vegetación va colonizando los bordes de la laguna de Santa Olalla.

“Las lagunas permanentes no eran tan dependientes de la lluvia, pero ahora sí”, aclara la investigadora, por lo que la supervivencia este año de Santa Olalla y La Dulce “no es para cantar victoria”. “El problema es que lo que antes no se secaba ahora sí lo hace y cada vez en menos tiempo”, reteniendo agua sólo unos meses.

Considera que las medidas que se están poniendo en marcha en el marco del Pacto de Doñana (como el pago de ayudas a los agricultores para que dejen de cultivar) dan pie a la esperanza. Pero lo cierto, apostilla, es que “por ahora no se ha arreglado la situación”, y todo hace prever que lo de secarse va a ser un ritual que todavía se repita con frecuencia verano tras verano. Nada nuevo bajo el sol: en los últimos años han desaparecido el 60% de las lagunas que existían en los 80.

Cada vez son más pequeñas

Otro factor a tener en cuenta es que estos humedales “pierden superficie y cada vez son más pequeñas”. ¿La razón? Que va invadiendo sus orillas la vegetación terrestre, incluidos pinares, devorando el espacio que antes era del agua. Un detalle revela a las claras este fenómeno: en las fotos aéreas, las cubetas secas se veían blancas por la arena del fondo, pero ahora el color dominante es el verde por esta colonización vegetal. “A simple vista no ves que aquello era antes una laguna”, señala Díaz Paniagua.

Así que la situación sigue muy frágil, con especial preocupación en el entorno de Matalascañas, la gran urbanización que concentra hasta a 300.000 personas en verano y que es el núcleo urbano más próximo a Doñana. Los anfibios cada vez lo tienen peor –“hay especies que no van a volver”–, y en estos últimos años se ha secado hasta la vegetación que ha invadido las lagunas. No sólo eso, sino también hasta muchos de los zacayones, que son charcas excavadas por el hombre para garantizar agua a los animales.

¿Significa esto que ya no hay vuelta atrás? Así será si las cosas siguen como hasta ahora, pero se está trabajando para recuperar el extenuado acuífero que es la clave de todo. Si se excava en las cubetas, muchas mantienen en su fondo semillas de plantas acuáticas o huevos de zooplancton, lo que indica que no todo está perdido. “Esto no se resucita de un año para otro, pero pueden volver”.