
De tres millones de visitantes a ocho, en cuatro años: los parques nacionales de Canarias, al borde del “colapso continuo”
Expertos piden limitar el número de accesos y dirigir a la población a zonas “menos frágiles” para salvaguardar las joyas de la corona de la naturaleza canaria, cada vez más masificadas
Ecologistas, contra el nuevo plan para el Teide: lo convierte en un “parque temático”
En el Parque Nacional del Teide, la masificación y el cambio climático tienen consecuencias: la cobertura media de la retama, su especie vegetal más emblemática, se ha reducido en un 28,7% en las últimas décadas por el aumento de las temperaturas y la presión de los herbívoros; el Cabildo de Tenerife reconoce como una amenaza de “alta” importancia la recolección de plantas amenazadas, como el cardo de plata; y es “notorio”, agrega también la Corporación insular, el “pisoteo y uso excesivo” del espacio natural por el tránsito de visitantes, incluso “fuera de senderos”.
Pero los impactos no se reducen al entorno del pico más alto de España. En Timanfaya (Lanzarote), la calidad de la visita en algunos puntos “está muy mermada por el exceso de afluencia”, señala la Memoria del Patronato de 2022. “Los aparcamientos están colapsados y no queda espacio para la circulación de personas”, incide ese documento.
La capacidad de carga del lugar parece haberse superado, al igual que la de los parques nacionales de Garajonay (La Gomera) y la Caldera de Taburiente (La Palma), sobre todo por el reciente aluvión de llegadas: 8,4 millones de personas accedieron a los cuatro parques nacionales de Canarias en 2024, el dato más alto de la serie histórica, por encima de los 7,7 millones registrados en el año inmediatamente anterior, en 2023.
Las cifras, publicadas esta misma semana por el Instituto Canario de Estadística (ISTAC), muestran un ascenso meteórico del número de visitantes desde el cero turístico por la pandemia de coronavirus en 2020. Ese año, apenas hubo 3,3 millones de visitas. En 2021 ascendió a 4,7 millones y en 2022 ya pasó a los 6,7 millones. Con el último registro disponible, el incremento en cuatro años es de más de cinco millones. Una subida sin parangón desde que comenzó a recopilarse esta información.
“Son datos que indican claramente que la presión que se está ejerciendo sobre nuestros parques nacionales, donde la biodiversidad es muy grande en espacios muy pequeños, se está viendo afectada por un incremento de los visitantes que además no parece tener fin”, reflexiona Eustaquio Villalba, portavoz de la Asociación Tinerfeña Amigos de la Naturaleza (ATAN). “Es absolutamente negativo que nuestros parques nacionales tengan tal número de visitantes para que puedan conservarse en perfectas condiciones”, añade.
Porque ese es el principal objetivo de un parque nacional: “conservar la integridad de sus valores naturales y sus paisajes y, supeditado a ello, el uso y disfrute social de todas las personas”, recoge la ley que los regula. Pero la masificación lo está poniendo todo en riesgo. En el Teide, donde las visitas aumentaron en casi 800.000 de 2023 a 2024 (en Timanfaya decrecieron y en Garajonay y la Caldera de Taburiente apenas subieron alrededor de 30.000), Villalba explica que cada vez más personas implican también más pisadas, salidas “fuera de los senderos” y “coches que ocupan todas las cunetas”.
“Existe una afectación directa a los valores por los que el Teide es parque nacional, su geología, fauna y flora. Es decir, su paisaje”, remacha el ecologista. Incluso el nuevo plan de gestión, avalado esta misma semana por el Patronato del Parque Nacional, reconoce que es necesario un “refuerzo” de los protocolos de vigilancia y control de las actividades, así como la implantación de sistemas que aseguren el “correcto funcionamiento” del parque, especialmente en zonas donde se produce una intensidad de visitas “superior a la recomendada”, como el cráter del Teide o los campos de pumitas.
Los técnicos encargados de determinar la capacidad de acogida del pico más alto de España han dividido en cinco zonas homogéneas el máximo de visitantes diario que pueden asumir sus principales polos de atracción: el parador Roques de García (4.403 personas al día), el teleférico (3.816), el pico del Teide (1.350), las Minas de San José-Montaña Blanca (1.028) y el Portillo (3.706). La suma total eleva a 14.303 las visitas. Multiplicado por los 365 días del año, el total asciende a 5,22 millones de entradas. El año pasado hubo precisamente 5,24 millones.
“El Parque Nacional del Teide es un parque temático donde se prima el negocio sobre la conservación del territorio”, critica Villalba. El portavoz de ATAN considera que la medida estrella del nuevo plan de gestión, la prohibición de acceso vía vehículo privado durante una franja horaria, es un “canto al sol” si no se apuesta decididamente por el transporte público, para el que no se ha hecho “absolutamente nada” en años. Cuestiona también el anuncio de una tasa de hasta 25 euros que se ha vendido como condición sine qua non para acceder al parque, pero que en realidad solo se aplicará para circular por dos de los 41 senderos existentes.
“La propuesta de las guaguas lanzaderas ya se venía discutiendo desde los años 90. No hay ninguna novedad. Y la tasa que dicen que van a cobrar es pura demagogia para ganar elecciones, pero desde luego no para lograr una solución real”, lamenta el también licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de La Laguna (ULL).
“Si tú estás fomentando, aumentando y celebrando, como hacen las autoridades aquí, que cada vez haya más turistas, ¿cómo vas a impedir que los parques nacionales, en concreto el de Tenerife, tenga más visitantes? Estás poniendo una venda donde no está la herida. La herida está en los más de siete millones de viajeros que Tenerife recibe cada año”, concluye Villalba.
Los 16 parques nacionales españoles recibieron el año pasado 16 millones de visitantes, cifra récord. La mayoría de ellos han admitido que tienen un problema serio de masificación. En Garajonay, por ejemplo, sus gestores han alertado del “elevado número de vehículos que generan atascos y problemas de seguridad”. En la Caldera de Taburiente, preocupa la alta afluencia en los aparcamientos del Roque de los Muchachos. Y en Timanfaya, el acceso al centro turístico de Las Montañas del Fuego “sigue teniendo colas diarias”.
Coches mal aparcados en el Parque Nacional del Teide
Juana Barber, ingeniera de montes por la Universidad Politécnica de Madrid y actualmente presidenta de EUROPARC-España, una organización que aglutina a profesionales vinculados con la gestión de las áreas protegidas del país, expresa que la figura de “parque nacional” funciona como una “marca mundial” y que es un “reclamo” cada vez mayor. Sin embargo, admite que “no podemos seguir creciendo de esta manera” porque el territorio “no lo puede aceptar”, por lo que habrá que limitar los accesos de alguna manera, aunque sea diciendo: “Solamente pueden pasar estos”, indica la experta.
Barber detalla que el perfil del visitante de los parques nacionales ha cambiado. Que el problema no es solo la cantidad, sino que mucha gente ha dejado de acudir a estos espacios naturales por sus valores intrínsecos y ahora solo lo hace para hacerse la foto. “Olvidan que lo que estás aportando es algo que no le toca a ese sitio”, ahonda la presidenta de EUROPARC-España.
Barber propone zonificar los lugares en función de su fragilidad. Cree que es esencial dirigir a los visitantes hacia las zonas “menos frágiles” para reducir la presión sobre las áreas sensibles. Y que eso se podría hacer distribuyendo en la periferia de los espacios naturales protegidos otros puntos de interés. Matiza, eso sí, que “no se trata de tener a todo el mundo por todos los sitios”, sino de controlarlos mejor. También abraza la medida de restringir el acceso por coche y priorizar el transporte público. A su juicio, la sociedad debe acostumbrarse a esto porque “no nos queda otra”.
Este tipo de limitaciones, continúa Barber, no pueden hacerse de golpe, sino que deben introducirse “poco a poco” para consolidar nuevos hábitos. “Somos animales de costumbre”, termina la experta.
En el documento Herramientas para evitar la masificación, las medidas que más funcionan entre los parques nacionales parecen ser el control de acceso (seis gestores así lo afirmaron), potenciar el transporte público (dos), desplegar el procedimiento de cita previa (también dos), limitar el número de personas (uno) y restringir también plazas de aparcamiento (también uno).