
Gitanos que han roto barreras: «Yo nunca decía mi etnia cuando buscaba trabajo»
A pesar de su baja tasa de acceso a la universidad, la precariedad que atraviesa al colectivo y el estigma que les señala constantemente, multitud de personas gitanas han logrado abrir camino y convertirse en referentes e inspirar a las futuras generaciones
Menos del 1% de los jóvenes gitanos se gradúa en la universidad
Ana Segovia, Noemí González, Antonio Maya y Ramón Román están donde quieren estar a nivel laboral, como tantos miles de personas en España. Sin embargo, a ellos les une el haber luchado contra el estigma que les ha acompañado desde que nacieron por pertenecer a familias gitanas. Más allá de los prejuicios impregnados todavía en la sociedad, son numerosos los casos en los que las personas gitanas han conseguido derribar estereotipos y llegar al lugar que siempre ansiaron.
La barrera educativa continúa siendo la principal cortapisa a la que se enfrentan. Tan solo el 0,8% de los estudiantes gitanos y gitanas se gradúa en la universidad. El dato lo aporta la Fundación Secretariado Gitano, quien tilda la situación de “alarmante”. Para contrarrestarlo, historias como la de Ana Segovia toman relevancia. Actualmente es la directora del departamento de Incidencia Social de esta Fundación: “Nuestro mayor reto es convencer a la gente de que nos tiene que mirar con otros ojos”, adelanta.
Natural de San Roque, un pequeño pueblo gaditano, se crio con referencias que le marcaron el camino. “Mujeres de mi familia ya habían ido a la universidad y siempre se le dio mucha importancia a los estudios, a que fuésemos personas independientes y formadas en el futuro”, comenta. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde más tarde estudió un máster. Todavía rememora cómo era la única gitana de su clase y echaba en falta alguien con quien compartir sus miedos e inquietudes.
Gracias a una acción desarrollada por Secretariado Gitano, Segovia empezó a colaborar con la entidad. La oportunidad definitiva apareció en 2014, cuando entró a formar parte de la Fundación. Ella ha llegado, no así otras tantas personas jóvenes gitanas. “El principal reto al que nos enfrentamos es la educación. Los datos nos dicen que solo seis de cada diez chicos gitanos se saca el título de la ESO, y eso limita muchísimo las oportunidades futuras”, desarrolla.
Segovia considera que la falta de referentes puede ser uno de los factores que hacen que la tasa de fracaso y abandono escolar en la población gitana sea más alta que en otros colectivos de la sociedad. A pesar de ello, esta comunicadora de 35 años afincada en Madrid se muestra optimista. “Desde la Fundación siempre intentamos que se vea la diversidad del pueblo gitano, y siempre que podemos promocionamos que los gitanos accedan a puestos de poder y responsabilidad, o que emprendan”, añade.
Una aspirante a jueza atravesada por la precariedad
Traspasar la frontera de la formación, sin embargo, no es sinónimo de alcanzar la posición que uno anhela. Como tantos otros jóvenes, Nazaret Jiménez no puede continuar su carrera laboral debido a la precariedad. Tiene 25 años y es vecina del barrio madrileño de Vallecas. Su excelente expediente académico tras cursar Derecho no es suficiente para encarar las oposiciones a magistrada, que es lo que le gustaría. Su historia no se diferencia mucho de la de miles de jóvenes españoles.
Se sacó la carrera mientras trabajaba de dependienta, reponedora o cajera, y actualmente coordina un servicio de asistencia a víctimas dependiente del Ministerio de Igualdad. “La oposición para jueces y fiscales requiere una preparación con dedicación absoluta, además de que te tienes que permitir estar parado unos cinco años de media o poder pagar a un preparador”, se queja antes de recalcar que ella hubiera opositado “sin dudarlo”.
Por otra parte, su alto rendimiento académico no fue suficiente para no sufrir el tan temido estigma para unas y, en ocasiones, invisible para otros. “Yo nunca decía que era gitana cuando buscaba trabajo porque sabía que me mirarían de otra manera. En la universidad también me encontré con comentarios feos, así que aprendes a convivir con ello, que no normalizarlo”, asevera. Jiménez reconoce que le hubiera ayudado que alguna persona gitana hubiera accedido a la judicatura antes que ella. “Ahora tengo un amigo gitano y sí que está preparándose la oposición. Si le hubiera conocido antes quizá me hubiera animado más a intentarlo”, determina.
Del despido por ser gitana al emprendimiento
Noemí González también decidió no decir que era gitana mientras trabajaba en una mercería muy antigua del centro de Madrid. Ahora tiene 33 años y es la dueña de K-uñaKas, un salón de belleza y academia que aglutina a seis personas contratadas entre profesionales y profesoras en Madrid. No siempre fue así. “En la mercería estuve dos años. Todo iba fenomenal hasta que entró una amiga de mi madre que me empezó a hablar en caló”, relata.
Todo cambió a partir de entonces. “Fue un antes y un después. Los compañeros, que hasta habían venido a verme al hospital cuando di a luz, me hacían el vacío. Empezaron a hablar de poner cámaras en la zona de taquillas. Yo salía del trabajo llorando”, recuerda.
Noemí González.
Un 30 de diciembre su jefe la despidió tras acusarla de haber robado, a pesar de no tener pruebas de ello. González consiguió el despido improcedente. Unos años después montó su actual negocio: “Aparte del salón de estética y la academia que tenemos en Embajadores, también hemos impulsado una academia online, y todos los fines de semana nos desplazamos donde haga falta para dar nuestros cursos”.
Esta esteticista, que procede de una familia que desde hace tres generaciones se ha dedicado al pequeño comercio en Madrid, sabe de la importancia de la educación. Madre de tres hijos, tampoco ella se libra del estigma: “Un profesor me llegó a decir que no les mandaba deberes porque no sabía si tendríamos el nivel suficiente en casa para ayudarles”, señala. En este sentido, González afirma tajante que “podemos llegar donde queramos”, y que cree “plenamente en la educación pública, aunque a veces a algunos profesores les falte formación y cierto tacto”.
“Tenemos que dejar de generalizar, de incentivar el odio. La cultura gitana es muy diversa, como lo es la sociedad. No hay nada más bello que la diversidad, así que no digamos al gitano que se integre, sino que intentemos respetar otras culturas distintas para dejar de creer que todo el mundo debe ser igual para ser aceptado”, reclama la misma González.
El primer gitano en la Bolsa de Madrid
Superar los muros del estigma es lo que ha conseguido Antonio Maya. Este granadino de 25 años se convirtió en el primer gitano supervisor del mercado de valores en la Bolsa de Madrid, contratado por Bolsa de Mercados Españoles. El ambiente de estudio y disciplina, enfatiza, le ha acompañado desde pequeño. “Mis dos padres son abogados, y en parte por eso me decanté por estudiar Derecho y Administración de empresas”, precisa.
Una vez graduado en la Universidad de Granada, consiguió el puesto en la Bolsa de Madrid. Tras unos años en la capital, ha decidido volverse a su tierra natal para crear la primera academia de inversiones en bolsa presencial de Granada, un proyecto que desea escalar a Málaga, Sevilla y Madrid.
“He sentido los prejuicios en muchas ocasiones, porque es algo inevitable en la sociedad actual. Lo he sentido en todas las edades, desde mi etapa en el colegio hasta en el trabajo, pero eso no me ha impedido llegar a donde he querido”, expresa Maya. Ahora, él se ha convertido en el referente que nunca tuvo. “Si ves que una persona lo ha logrado, ¿por qué no lo ibas a intentar tú? Me parece crucial que los jóvenes gitanos tengan gente en la que fijarse y que hayan alcanzado puestos de relevancia”, profundiza.
Ramón Román.
Contra la imagen estereotipada de los medios
Muy parecido es lo que piensa Ramón Román, quien a sus 43 años es el gerente de la agencia que creó hace tres años llamada Zendital, dedicada al marketing entre empresas y que gestiona junto a su mujer y una persona contratada. Nacido en Vélez-Málaga, ahora reside en el municipio cordobés de Lucena. Tras estudiar Comunicación Audiovisual en la Universidad de Málaga se formó en diseño web y marketing digital hasta que dio el paso de emprender. “Mi idea era trabajar como periodista. Jesús Hermida era mi referente”, admite.
La vida tenía otro destino para él, también halagüeño. “Quiero pensar que todo lo que hago puede servir para mostrar una imagen de los gitanos distinta de la que se exhibe continuamente en los medios de comunicación, que cuando alguien busque algo relacionado con nosotros no todo sean capítulos de violencia”, prosigue. Según finaliza el propio Román, “nosotros no somos excepciones, pero la gente tiene que empezar a ver también la diversidad del pueblo gitano”.