
Mario Armengol, el caricaturista catalán que ridiculizó a Hitler en los periódicos de todo el mundo
El Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) presenta la exposción ‘Tinta contra Hitler’, una muestra antologica sobre el trabajo del dibujante Mario Armengol, que entre 1941 y 1945, trabajó como caricaturista para el serivcio de propaganda británico
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El Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) acaba de presentar la exposición Tinta contra Hitler, que se podrá visitar en las salas del museo hasta el próximo 11 de enero de 2026. Se trata de la mayor muestra retrospectiva sobre el dibujante, pintor, escultor y caricaturista catalán Mario Armengol (Sant Joan de les Abadeses, 1909 – Nottingham, 1995), ya que amplía una exposción anterior, y del mismo nombre, acogida en octubre de 2024 por el Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat (MVIM), según han aclarado los dos comisarios encargados de ambas muestras, el periodista Plàcid García-Planas y el historiador Arnau González i Vilalta.
Además, la muestra se inscribe dentro de un eje tematico diseñado por el MNAC para llevar el museo hacia los temas de actualidad, tal como explicó en su día su director, Pepe Serra. En concreto, se trata del conjunto llamado Art, Guerra i Memòria, que acoge, además de Tinta contra Hitler, las muestras Dibuixos del Museu Nacional, sobre la guerra de 1912-1918; los depósitos franquistas del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN) o un compendio de nuevas obras de Helios Gómez relacionadas con su participación en la Guerra Civil.
En este sentido, García-Planas ha destacado “la profunda idoneidad de esta exposición, ya que los dibujos de Armengol nos enseñan cómo se abordaban a través del humor temas tan inquietantes con la guerra o el autoritarismo, así como la libertad de expresión”. A este respecto, Arnau González destaca que “cuando un gobernante no acepta que se haga humor sobre él, la democracia que gobierna tiembla”. Y ha añadido: “Valga esto para Hitler o Trump”, ya que, según el comisario, “las caricaturas que de él hacían Armengol y otros molestaban mucho a Hitler”.
Caricaturista por accidente
Tinta contra Hitler recoge un periodo muy concreto en la actividad artística de Mario Armengol, el que va de 1941 a 1945, años en que, residiendo en un pequeño pueblo de la campiña inglesa, es contratado por el servicio de propaganda de guerra británico para dibujar caricaturas de Hitler, que luego se distribuían entre periódicos de todo el mundo. Antes, había ejercido en España como ilustrador y diseñador industrial, pero de forma muy esporádica.
Aunque procedía de familia de empresarios textiles, se mostró siempre partidario de la República, si bien en 1937 se exilia en Francia, desengañado por el caos revolucionario en Catalunya y los asesinatos en la retaguardia del frente republicano en la Guerra Civil. Allí se alista en la Legión Extranjera Francesa, coincidiendo con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, y termina recabando en Inglaterra con otros refugiados catalanes.
Entrada a la muestra ‘Tinta contra Hitler’
“La condición de refugiado del 37 no es la misma que la del 39”; explica González, que aclara que “Armengol era moderadamente de izquierdas, pero ni comunista ni anarquista; catalanista y sobre todo pacifista”. Al parecer, según los comisarios, presumía de no haber disparado un solo tiro durante su estancia como legionario.
En 1941, residiendo en Inglaterra, recibe la propuesta de los británicos para dibujar caricaturas atacando a Hitler. “Él nunca antes había hecho caricaturismo y nunca después de 1945 volvió a hacerlo”, destaca García-Planas, que tilda de accidental esta vertiente artística de Armengol. “Fue un encargo propagandístico y él lo tomó como un medio de ganarse la vida en el exilio”, apostilla González, que de todas formas matiza que “aunque él no abordara esta tarea como un activista, lógicamente trabajaba para el bando que creía correcto”.
Una sola consigna: Hitler está perdiendo la guerra
Dentro del servicio de propaganda británico, Armengol comenzó a dibujar sus primeras viñetas. “Al principio lo hizo torpemente, en algunos dibujos iniciales se puede comprobar, pero poco a poco le fue cogiendo el pulso”, explica García-Planas, que define a Armengol como “un artista de la caricatura” y “un genio de la conceptualización del dibujo”. La consigna que debía insinuarse en las viñetas debía ser siempre la misma, tanto en 1941 como en 1945: “Hitler está perdiendo la guerra”, algo que en 1941 no estaba nada claro.
“Su trabajo era un gran reto, porque una misma viñeta se veía tanto en un diario de Buenos Aires como otro de Nueva Zelanda, por lo que había que dibujar un concepto entendible universalmente”, añade. Según este comisario, “en la muestra se pueden apreciar tres estilos distintos de caricatura, como si se tratase de tres dibujantes diferentes”, lo cual se explicaría tanto por si habilidad para la viñeta como por su procedencia profana en este mundo.
El viñetista catalán Mario Armengol.
Armengol no era el único dibujante de viñetas humorísticas sobre Hitler, sino que se trataba de un grupo nutrido de propagandistas tanto británicos como extranjeros, “pero fue el único español que llevó a cabo esa tarea de forma notable”, destaca González, que también reitera que tras la guerra cesa su actividad como caricaturista.
Respecto al modo de trabajar, explica que “Armengol dibujaba un esbozo del concepto en su casa, en la campiña, y lo enviaba a sus superiores; si le daban el OK, lo trabajaba a fondo en cartulinas, que luego enviaba para que se convirtieran en negativos que se mandaban a los diarios”. Algunas de estas cartulinas son las que ahora se pueden observar en las paredes del MNAC.
80 años metidas en cajas
Mario Armengol nunca regresó a su Catalunya natal, sino que murió en Nottingham en 1995 a los 85 años como un ciudadano británico más, anónimo salvo en su círculo de amistades, donde se conocía su actividad artística. Tras la guerra, dejó el dibujo y se centró en la pintura y la escultura, aunque con poco éxito.
Aun así, llegó a alcanzar algún éxito como escultor en la ciudad de Calgary, en Canadá, donde vendió un complejo escultórico que hoy en día es una de las referencias paisajísticas de la ciudad. Pero no prosperó más en esta vertiente. “Lo que le daba de comer era su vertiente como interiorista y decorador de escenarios para la BBC”, explican los comisarios.
De hecho, ambos destacan que la obra de Armengol ha sido hasta fechas muy recientes completamente desconocida tanto en Gran Bretaña como en España, y no ha sido sino una casualidad lo que ha conseguido desvelar su existencia. “Ni siquiera en la Universidad de Kent, donde se encuentra el grupo de investigación británico más importante sobre la historia del humor gráfico británico, donde tienen una base de datos de una página web extraordinaria, sabían quién era Mario Armengol”, afirma González.
No obstante, el artista dejó familia en España cuando se exilió y su hijo Benet restableció con los años el contacto con él. Tal vez ese sea el motivo de que Benet Armengol tuviera acumuladas en el sótano de su casa varias cajas con las cartulinas de las viñetas de su padre. La otra parte la conservaba, también en cajas, el matrimonio vecino de Armengol en Inglaterra.
Una caricatura de Mario Armengol.
“Fue durante una exposición sobre el fotógrafo Antonio Campañà que comisarié, cuando se me acercó Benet Armengol y me comentó que tenía en cajas cierto material de su padre, que había sido dibujante”, rememora García-Planas, que asegura que en cuanto pudo ver las cajas supo que estaba ante un gran descubrimiento.
Se puso en contacto con González y a partir de ese momento comenzaron a investigar la obra de Armengol, llegando hasta el matrimonio inglés que custodiaba la otra mitad del legado y recomponiéndolo así. También en eBay encontraron dos pequeños libros de caricaturas previos a la Segunda Guerra Mundial, pero poca cosa más.
“El valor de esta muestra”, concluye Arnau González, “es mayor ahora que si el descubrimiento se hubiera realizado hace 20 años, ya que la perspectiva entonces no es la que tenemos ahora, en que parece que nos acercamos a tiempos de una oscuridad similar a los que Armengol describió en sus viñetas”. “Tiempos en que el bigote y el flequillo de Hitler que caricaturizó Armengol en lugar de repugnar, vuelven a fascinar”, remacha García-Planas.