El cemento fue un tapón: por qué la tormenta del siglo arrasó Ibiza

El cemento fue un tapón: por qué la tormenta del siglo arrasó Ibiza

El crecimiento urbano de la capital ha eliminado en apenas unas décadas más de la mitad de unas marismas que llegaron a ocupar 60 hectáreas: fueron los barrios que se inundaron la semana pasada

La tormenta del siglo inunda casas y tumba chabolas en Ibiza: “Nunca había visto nada igual”

Cuando descuelga el teléfono, Joan Josep Estrany Bertos va directo al grano:

–Las precipitaciones que cayeron sobre Eivissa son homologables a las de Sant Llorenç en cuanto a intensidad y cantidad acumuladas. La única diferencia es que, en el caso ibicenco, la lluvia cayó en dos tandas diferentes y se concentró en la franja costera. Si hubiera caído sólo dos o tres kilómetros tierra adentro (la misma cantidad e intensidad), habría habido problemas graves. Muy graves.

Este experto –doctor en Geografía, catedrático de la Universitat de les Illes Balears (UIB), comprometido con desentrañar los misterios de las inundaciones desde que la Mallorca de su adolescencia sufriera fuertes riadas al final del verano de 1989, tres muertos en Felanitx– no cita por capricho el temporal que causó ocho víctimas en Sant Llorenç des Cardassar en octubre de 2018. Primero, porque tras aquella tragedia –un shock para la sociedad mallorquina– empezaron a moverse las fichas para crear el Observatori de Riscos i Emergències de les Illes Balears (RiscBal), que él mismo dirige. Segundo, porque entre el lunes y el martes de la semana pasada los responsables de esa ágora –que proporciona información actualizada al segundo de forma libre a través de su web– no dejaron de revisar y medir las consecuencias de la furia con la que Ex Gabrielle descargó 254 litros sobre la ciudad de Eivissa y su periferia, datos nunca vistos en este siglo. Fueron largas las primeras horas del 30 de septiembre. De madrugada, el RiscBal ya publicó un aviso: las inundaciones estaban llamando a las puertas de la capital ibicenca.


El día después de la tromba, las playas urbanas de Eivissa recordaron que, antes del boom turístico, fueron zonas húmedas.

“Cuando hay muertos”, explica el geógrafo Estrany, “es porque la velocidad del agua supera los tres o cuatro metros por segundos. Ese es el umbral para que arrastre, no digo ya a una persona, sino a un vehículo (quedarse dentro de un coche en un episodio así da una falsa sensación de seguridad, puede ser fatídico). En Eivissa hemos tenido suerte de que no haya habido una respuesta hidrológica en los cauces y las escorrentías que rodean al Pla de Vila. Estaríamos hablando entonces de una torrentada en vez de unas inundaciones”.

Cuando hay muertos es porque la velocidad del agua supera los tres o cuatro metros por segundos. Ese es el umbral para que arrastre, no digo ya a una persona, sino a un vehículo (quedarse dentro de un coche en un episodio así da una falsa sensación de seguridad, puede ser fatídico)

Joan Josep Estrany Bertos
Geógrafo

Cerca de la gran inundación

El análisis de Estrany coincide bastante con el de Miquel Grimalt Gelabert, otro geógrafo de la UIB que, igual que su colega (al que evaluó su tesis, centrada en las sedimentaciones de na Borges, el torrente más largo de Mallorca), también dedicó su doctorado a cuestiones hídricas. En su caso, a estudiar las inundaciones documentadas en su isla desde el siglo XIII. Mientras en Eivissa el primer balance institucional apuntaba algunos heridos –ninguno grave–, cero muertos, la voz de Grimalt fue la primera de un especialista que sonó en IB3 Televisió. Para apuntar, sin nombrarlos, al principal agravante de las gotas frías: los embudos y atascos que provoca el cemento.

“Evidentemente, ha llovido mucho y es natural que una área baja se inunde”, dijo Grimalt, durante el informativo nocturno de la cadena pública, en directo, “pero si hacemos un paseo marítimo que hace de frontera de un territorio que había sido una albufera, con una acequias que, antiguamente, lo irrigaban y terminaban sacando el agua a la mar… le hemos puesto un tapón. Hemos estado muy cerca de la tormenta perfecta para provocar una gran inundación. No ha llegado a serlo porque se ha quedado en el litoral y no ha llegado a las montañas del interior. En ese caso, habría sido una auténtica…”

‘Hemos estado muy cerca de la tormenta perfecta para provocar una gran inundación. No ha llegado a serlo porque se ha quedado en el litoral y no ha llegado a las montañas del interior. En ese caso, habría sido una auténtica…’, dijo Miquel Grimalt Gelabert, geógrafo, en IB3

La frase del geógrafo se quedó flotando porque el presentador del telenoticias le preguntó por otras zonas del archipiélago vulnerables. Inundables. Grimalt citó el distrito de Llevant, las barriadas –en su origen– obreras que permitieron crecer a Palma hacia el este a base de urbanizar huertos que se habían creado desecando marjales. Una réplica gigantesca de es Pratet, el barrio ibicenco que, en esos instantes, más estaba sufriendo las inundaciones. Luego, la conexión se fue hasta el parque de bomberos de Eivissa, donde los responsables políticos atendían a los periodistas.


Las fortísimas tormentas hicieron rebosar los humedales de ses Feixes.

Todos –Govern, Consell, ayuntamientos–, del PP, con la única excepción del socialista Alfonso Rodríguez, delegado del Gobierno. Marga Prohens, presidenta del Govern balear, Vicent Marí, presidente del Consell d’Eivissa, y Rafael Triguero Costa, alcalde de la capital insular, hicieron hincapié en la “rápida coordinación”; en los “refuerzos” de bomberos y militares, que desembarcaron desde Mallorca y Valencia; en la “incapacidad de las infraestructuras” para absorber un aguacero así; en que, “por primera vez”, se había activado en la comunidad la alerta ES-Alert, en el compromiso de “las fuerzas del orden” para evitar una tragedia humana. Como si quisiera remarcar el último punto, el alcalde Triguero llevaba puesto el chaquetón amarillo de la policía local con el que apareció en las redes sociales del ayuntamiento durante toda la jornada.

Silencio político

Ni en aquella primera comparecencia, ni en las que se han sucedido en los días siguientes, los mandos populares han aludido a la falta de planificación urbanística o la especulación inmobiliaria como factores de riesgo. Lo más parecido han sido unas declaraciones, en Periódico de Ibiza, donde Mariano Juan, conseller ibicenco de Territori, y Vicent Roig, alcalde de Sant Josep de sa Talaia, critican la falta de drenaje de los pasos subterráneos que se cavaron para construir la autovía del aeropuerto. Obviando que, hace dos décadas, fueron mayorías absolutas del PP –Jaume Matas, en el Govern; Pere Palau, en el Consell– los que sacaron adelante un proyecto que provocó una enorme respuesta social y unos sobrecostes millonarios. “Se ha demostrado que ese modelo faraónico de túneles y trincheras pone en peligro la seguridad de las personas”, contestó la federación ibicenca del PSOE a través de un comunicado.

Ni en su primera comparecencia, ni en las que se han sucedido en los días siguientes, los políticos del PP han aludido a la falta de planificación urbanística o la especulación inmobiliaria como factores de riesgo


Los habitantes de los bajos que se inundaron tuvieron que sacar muebles y colchones a la calle

El pleno extraordinario convocado por el Ajuntament d’Eivissa se centró en solicitar, por unanimidad, a Moncloa el estatus de zona catastrófica para la ciudad. Un Real Decreto significa dinero público para reparar destrozos y pérdidas. Más de un establecimiento –desde comercios a grandes hoteles de cinco estrellas– ha tenido que anticipar de forma anticipada la temporada turística y, una semana después, en viviendas, almacenes y garajes se sigue sacando fango. Los cargos públicos del PP tampoco han citado el crecimiento demográfico y turístico como el hilo que enhebra las causas del desastre. En 1977 y 1992, cuando también se registraron inundaciones importantes, la capital rondaba los 20.000 y 30.000 habitantes, respectivamente. Ahora roza los 54.000 –sin contar las 17.000 plazas turísticas legales ni a los habitantes de los poblados de chabolas que rodean el núcleo urbano– y, siendo un término minúsculo, se ha convertido en una pequeña gran urbe. Eivissa tiene la misma densidad de población que una capital como Sevilla.

Eivissa tiene la misma densidad de población que una capital como Sevilla. Los cargos públicos del PP tampoco han citado el crecimiento demográfico y turístico como el hilo que enhebra las causas del desastre. La expansión no hubiera sido posible sin construir encima de huerta y marisma

De Villa a ciudad

La expansión no hubiera sido posible sin construir encima de huerta y marisma. El geógrafo Grimalt recordó durante su intervención en IB3 que el emplazamiento original de Eivissa se eligió, precisamente, por ser un cerro, en la boca de una bahía, que rodeaban humedales. Un lugar fácil de defender a dos pasos de una llanura: fincas fértiles –al desbordarse los torrentes, el suelo se enriquecía– que, antes y después de la conquista cristiana, trabajaban esclavos, administraban mayorales y poseían nobles. Pero lo que un día fue la fortaleza de un lugar al que, por su tamaño, siempre se le ha llamado vila –villa– y no ciutat –ciudad– hoy es su talón de Aquiles. Hay naves, fábricas, cinturones de circunvalación, hoteles, discotecas, restaurantes, puertos deportivos y más edificios en obras en lo que desde siempre ha sido una zona inundable. El paisaje de bancales, paredes y muros, acequias, molinos, almendros y algarrobos que durante siglos había protegido de las catástrofes naturales a los pocos miles de vecinos que vivían a un lado y otro de las murallas desapareció en apenas unas décadas. La villa se convertía en ciudad. Era más grande, pero más débil: un tobogán que no infiltra el agua, un gigante con pies de barro. La antítesis de esta comarca inundable serían otros rincones de la isla donde llovió casi lo mismo la semana pasada, pero no hubo aluviones. La arquitectura agrícola minimizó el impacto.

Lo que un día fue la fortaleza de un lugar al que, por su tamaño, siempre se le ha llamado vila –villa– y no ciutat –ciudad– hoy es su talón de Aquiles. Hay naves, fábricas, cinturones de circunvalación, hoteles, discotecas, restaurantes, puertos deportivos y más edificios en obras en lo que desde siempre ha sido una zona inundable


Una de las favelas afectadas por las inundaciones del 30 de septiembre.

El PP no prohíbe construir en zona inundable

Esa amenaza ya la detalló –como recordaba esta semana el digital Noudiari– un mapa elaborado por la Conselleria de Medi Ambient durante el primer Govern de Francesc Antich (2001) y lo corroboran los estudios de los historiadores locales: hay documentación sobre inundaciones en la Edad Media y la Edad Moderna. Sobre todo, en ses Salines, donde las riadas que ahora se traga la autovía del aeropuerto golpeaban entonces a la industria que extraía mineral de los estanques. Pese a todos esos precedentes, el boom turístico –en dictadura– y los primeros planes de ordenación urbana –ya en democracia, a finales de los ochenta– fomentaron y normalizaron una práctica que Marga Prohens, presionada por Vox, se resiste a prohibir de forma tajante: la construcción en zonas inundables. Hace una semana, la presidenta autonómica analizaba los efectos del temporal mientras tenía a su espalda a un alcalde, Marcos Serra, que plantea aprobar un nuevo ordenamiento urbano que mantiene la posibilidad de construir hoteles junto a la desembocadura de dos torrentes en Sant Antoni de Portmany.

Este miércoles, el Govern está invitado a sentarse en la mesa de diálogo donde la Alianza por el Agua trata de reunir periódicamente a todos los actores de la sociedad civil: instituciones públicas, patronales, ecologistas, entidades culturales, científicos. “La primera prevención debería ser no construir en zonas inundables: no se pueden repetir en un futuro imágenes como las de Platja d’en Bossa –turistas saliendo de un hotel que se ha inundado– en la bahía de Sant Antoni. Vamos a pedir soluciones urgentes. Es un peligro –y lo vimos en el barranco del Poyo, en la dana de Valencia– cuando se encajonan ríos y ramblas, se cementa su lecho, y dejan de estar vinculados a su territorio fluvial: eso aumenta el riesgo de una crecida súbita del caudal”, anticipa Juan Calvo. El coordinador de la Alianza por el Agua confiesa que, a veces, se siente atrapado en el Día de la Marmota. Como si en vez de biólogo y doctor en Ecología fuera un trasunto de aquel reportero que, a principios de los noventa, encarnó Bill Murray en uno de sus papeles más celebrados. ¿La razón? Sant Llorenç des Cardassar y Eivissa vuelven a conectarse: en octubre de 2018 envió a la prensa insular un artículo –mucho análisis, poca opinión– casi calcado al que ha escrito en octubre de 2025.

Es un peligro –y lo vimos en el barranco del Poyo, en la DANA de Valencia– cuando se encajonan ríos y ramblas, se cimenta su lecho, y dejan de estar vinculados a su territorio fluvial: eso aumenta el riesgo de una crecida súbita del caudal

Juan Calvo
Coordinador de la Alianza por el Agua

– Eso quiere decir que la mayor parte de los anuncios que se hacen post desgracia quedan en el tintero por la estructura gubernativa que tenemos. Da igual el partido que gobierne, todo se demora muchísimo, y la realidad nos está pasando por encima. Lo mismo ocurre con la sequía: no hay que esperar a que se repita una como la que acabamos de pasar para aplicar medidas. Me releo y pienso: ¡si es que digo lo mismo que hace ocho años!


Cuatro bombas achican el agua del garaje de un edificio construido sobre uno de los torrentes que desembocan en la Badia d’Eivissa.

Dice Calvo que, pese a todo, es optimista. Considera que puede instalarse una red de tanques de tormentas “lejos de la cota cero” que alivien al que existe en el puerto –1.800 metros cúbicos, superado por completo el 30 de septiembre– en los días clave y sigue insistiendo, sobre todo, en que ses Feixes –des Prat de ses Monges y des Prat de Vila: ocuparon 60 hectáreas, ahora, menos de la mitad– pueden recuperarse.

“Para ser un espacio-esponja”, dice Calvo, y expone la cuestión de manera muy gráfica: “Conservamos todavía una parte de los humedales que rodean la ciudad. Hay que evitar que se siguen degradando. ¿Cómo? Reconectándonos con las escorrentías y los torrentes que, de forma natural, desaguan allí. Con la propuesta para ses Feixes no estamos inventando la rueda: tenemos un ejemplo muy obvio en Alicante, donde se recuperó una albufera convirtiéndola en parque urbano. Si hiciéramos eso en Eivissa lograríamos tres cosas: crearíamos un espacio donde el ciudadano pudiera disfrutar a diario, recuperaríamos biodiversidad (con el cambio climático debemos renaturalizar nuestras ciudades) y aumentaríamos nuestra capacidad de recogida de aguas”.

Los planteamientos del coordinador de la Alianza por el Agua tienen un enemigo: el altísimo valor del suelo. El PGOU que aprobó el gobierno municipal de la capital ibicenca en 2023, después de años y años de trámites. La nueva hoja de ruta urbanística eliminó la posibilidad de edificar en ses Feixes des Prat de Vila, casi un descampado al estar aprisionadas entre avenidas y rondas, y medio cubiertas por un aparcamiento gigante, que seguía anegado veinticuatro horas después de la última tormenta. La reacción no se hizo esperar: la comunidad de propietarios de la marisma presentó un contencioso-administrativo contra el Ajuntament d’Eivissa. No querían renunciar al derecho de construir dentro del humedal.