
Escandalazo en la Andalucía de Juanma
Estamos hablando de tumores creciendo durante meses y hasta años sin que las mujeres supieran que los tenían. Peor aún, pensando que estaban limpias porque no les habían informado de los resultados inquietantes que arrojaba una primera prueba
Juanma Moreno Bonilla es un suavón, que es como muchos andaluces llamamos a quien nos la mete doblada con una sonrisa iluminándole un rostro de mantecado de Estepa. Pero no es tonto, desde luego, y ya debe saber que el caso de las mamografías del Servicio Andaluz de Salud (SAS), quizá el mayor escándalo sanitario de la democracia, es una mancha muy gorda en su historial.
Estamos hablando de que centenares, quizá miles, de andaluzas no fueron diagnosticadas de un cáncer incipiente de mama, en contra de la propaganda de la Junta sobre sus maravillosos cribados. Estamos hablando de tumores creciendo durante meses y hasta años sin que las mujeres supieran que los tenían. Peor aún, pensando que estaban limpias porque no les habían informado de los resultados inquietantes que arrojaba una primera prueba realizada en el SAS. Estamos hablando de falta de información convertida en dolor y muerte.
Muy grave. Suficiente para cesar a la consejera de Sanidad, la gélida y arrogante Rocío Hernández, algo que probablemente hará Moreno Bonilla, que no es un borinot como Carlos Mazón y sabe que los fusibles están para cambiarlos. Pero el escandalazo que nos ocupa arroja una luz que va más allá de la consejera, que pone al descubierto la política de Moreno Bonilla en materia de sanidad pública: desmantelamiento paulatino para que la gente se haga seguros privados de salud.
Moreno Bonilla controla férreamente Canal Sur y pastorea con dinero público muchos medios de comunicación privados de Andalucía, como hace Ayuso en la capital del reino. Los dos consiguen que sus hagiógrafos les presenten como alternativas al liderazgo nacional del PP que hoy ejerce Feijóo con manifiesta incompetencia. Pero, en el caso del andaluz, los hagiógrafos subrayan que daría menos miedo a nivel nacional que Ayuso. Por suavón, precisamente.
El presidente de la Junta va atildado como un notario y siempre sonríe con el empalago de un señorito. Si vives en Andalucía, lo ves todos los días en la tele y los periódicos asistiendo a fiestas locales, ferias agrícolas y ganaderas y corridas de toros. Como va de moderado, suelta frases tontorronas a lo Paolo Coelho que los medios enfeudados llevan a sus portadas como si fueran de Marco Aurelio.
En el caso de los cribados de cáncer de mama, Moreno Bonilla ha llegado a decir que las mujeres no fueron informadas del resultado inquietante de la primera prueba para no generarles ansiedad. Así es su Andalucía ideal: ninguna ansiedad, que sea lo que Dios quiera y vámonos al ferial que estás muy guapa. Entretanto, un pellizco de angustia recorre a las mujeres que temen padecer cáncer de mama y, de paso, a todos los andaluces que esperan resultados de pruebas sobre el cáncer de próstata o de colon. Igual no me citan para no causarme ansiedad.
O igual me citan cuando ya esté muerto. “Si yo vendiese seguros médicos o tuviese una clínica privada, no gastaría ni un euro en publicidad: ya me la hacen gratis los gobiernos autonómicos que desguazan la sanidad pública”, escribía ayer Isaac Rosa en este diario. Así es, tal y cual. La peña se dice: vaya, igual tiene razón el bueno de Juanma, voy a suscribir un seguro privado, que eso sí funciona. Tal es la perversión que la derecha practica en Madrid desde hace décadas y Moreno Bonilla ha importado a Andalucía. No en vano es el esposo de una rociera devota que trabaja para una farmacéutica muy mimada por la Junta de Andalucía.
Los pregoneros de Moreno Bonilla buscan complicidades entre los progresistas señalando que, a diferencia del PP de Madrid, él no va por la vida con el ceño fruncido, las venas del cuello hinchadas, el ladrido permanente y el insulto fácil. Es un tipo con el que se puede hablar e incluso alcanzar algún acuerdo. Y esto, que es cierto, constituye su capital político frente a Ayuso, Feijóo y Abascal.
Pero Moreno Bonilla tiene un programa, claro que sí. Y es bueno que sepamos que coincide al 100% con el de los ultras de Madrid en lo que hace a la privatización de la sanidad y la educación públicas.
Lejos quedan los tiempos en que el Servicio Andaluz de Salud podía preciarse de su calidad y universalidad. El deterioro, ciertamente, empezó en los tiempos de Susana Díaz. Los granadinos no han olvidado que cincuenta mil de ellos salieron a la calle en 2016 para reclamar el mantenimiento de dos hospitales completos.
Pero esta verdad no es contradictoria con esta otra: bajo la presidencia de Moreno Bonilla, se ha hecho más largo, difícil y estresante que te atienda un generalista en un ambulatorio, un especialista en un hospital y un cirujano en un quirófano. Las “listas de la desesperación”, como las llama Agustín Martínez en El Independiente de Granada, se han hecho interminables. Si no nos creen, pregúntenles, por favor, a las pacientes oncológicas de la asociación Amama.