
El papa León XIV asume el legado de Francisco en su ‘programa’ de gobierno y pide luchar «contra los destructores efectos del imperio del dinero»
Prevost publica ‘Dilexi te’, un texto preparado por Bergoglio, como su primer documento magisterial, en el que denuncia las estructuras que perpetúan la violencia contra los pobres, las mujeres y los migrantes, y pide a los cristianos luchar “contra los destructores efectos del imperio del dinero”
“Que ‘Dilexi te’ ayude a la Iglesia a servir a los pobres y ayude a acercar a los pobres a Cristo”. Ese es el deseo del Papa León XIV, en la carta que ha enviado a los obispos de todo el mundo para mostrarles su primer texto magisterial, una exhortación apostólica preparada por Jorge Bergoglio que Robert Prevost ha hecho suya, en un gesto más de la continuidad del legado del Papa argentino y su apuesta por una Iglesia “pobre y para los pobres”.
Y es que ‘Dilexi te’ (Te he amado), el primer texto magisterial de León XIV, publicado cinco meses después de su elección, toma el testigo del Francisco más puro, incluso en el título. No en vano, resulta una continuación de la última encíclica de Bergoglio ‘Dilexi Nos’. Un texto breve, de unas 40 páginas y 121 puntos, profundamente impregnado por el aroma del Papa Francisco y su sueño de una Iglesia pobre y para los pobres. Un documento, que marca el ‘programa electoral’ del nuevo pontificado, en el que se asegura la continuidad entre ambos reinados en una cuestión central: “Los pobres están en el centro de la Iglesia” y “no se puede separar la fe del amor por los pobres”. Y con una rotunda crítica a un sistema social, económico y político “que descarta a los demás sin advertirlo siquiera y tolera con indiferencia que millones de personas mueran de hambre o sobrevivan en condiciones indignas del ser humano”.
En los cinco capítulos de la exhortación apostólica, León XIV denuncia las desigualdades entre ricos y pobres, cómo los más poderosos continúan beneficiándose de la explotación de los pueblos más desfavorecidos, y cómo esa pobreza también tiene su reflejo en “el sufrimiento de los inocentes”, con “una economía que mata”, que se ceba especialmente en la violencia contra la mujer, que hace del hambre un arma de guerra y que fomenta la falta de equidad, también, en la educación.
Al mismo tiempo, León XIV se posiciona en favor de los migrantes, y pide a los fieles que se conviertan en “una voz que denuncie” las desigualdades, porque “las estructuras de injusticia deben ser destruidas con la fuerza del bien”.
No bajar la guardia respecto de la pobreza
A lo largo de las páginas de ‘Dilexi te’, el Papa enumera “los rostros de la pobreza” y advierte: “No debemos bajar la guardia respecto de la pobreza”. Para Prevost, “existen muchas formas de pobreza: aquella de los que no tienen medios de sustento material, la pobreza del que está marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural, la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad”.
En este sentido, el Papa lamenta cómo la lucha contra la pobreza “sigue siendo insuficiente”, en buena medida por el cambio cultural de “un mundo donde los pobres son cada vez más numerosos” y, “paradójicamente, también vemos crecer algunas élites de ricos, que viven en una burbuja muy confortable y lujosa, casi en otro mundo respecto a la gente común”. En este punto, el Papa recuerda la imagen del pequeño Ailán muerto en las costas de Grecia, para denunciar cómo “hechos similares se están volviendo cada vez más irrelevantes, reduciéndose a noticias marginales”.
“Cada día mueren varios miles de personas por causas vinculadas a la malnutrición. En los países ricos las cifras relativas al número de pobres tampoco son menos preocupantes. En Europa hay cada vez más familias que no logran llegar a fin de mes”, traza Prevost, en un análisis certero de la situación actual, en el que no falta la situación de la mujer, “doblemente pobre”. “En todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones”, lamenta el Papa, “sobre todo si pensamos en las mujeres más pobres”.
“La falta de equidad es raíz de los males sociales”, constata Prevost, quien denuncia la “dictadura de una economía que mata” y en la que se difunden “ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera”, bajo los “criterios pseudocientíficos” que aseguran que “la libertad de mercado” acabará con la pobreza“ mientras ”tolera con indiferencia que millones de personas mueran de hambre o sobrevivan en condiciones indignas del ser humano“.
“No podemos decir que la mayor parte de los pobres lo son porque no hayan obtenido ‘méritos’, según esa falsa visión de la meritocracia en la que parecería que sólo tienen méritos aquellos que han tenido éxito en la vida”, lamenta el pontífice. Y es que las élites políticas y económicas, condena León XIV, “en vez de perder el tiempo con los pobres, es mejor ocuparse de los ricos, de los poderosos y de los profesionales”, lo que lleva al Papa a concluir que “los derechos humanos no son iguales para todos”.
Frente a esta realidad, el Papa apuesta por “un cambio de mentalidad” que acabe con “la ilusión de una felicidad” que sólo sirve para unos pocos, a través de “sistemas políticos y sociales injustos” que no apuestan por la igualdad de todos los seres humanos. “La dignidad de cada persona humana debe ser respetada ahora, no mañana”.
Como hiciera Francisco, Prevost asume los cuatro verbos para afrontar la migración: “Acoger, proteger, promover e integrar” y, al igual que Bergoglio, define a los pobres como “maestros del Evangelio”. “Servir a los pobres no es un gesto de arriba hacia abajo, sino un encuentro entre iguales”, relata el Papa, citando a su antecesor, y denunciando cómo entre los cristianos hay quienes se dejan “contagiar por actitudes marcadas por ideologías mundanas o por posicionamientos políticos y económicos que llevan a injustas generalizaciones y a conclusiones engañosas”.
¿Dejar a los pobres en la miseria?
En un dardo a las posiciones más cercanas al movimiento MAGA o la ultraderecha ‘católica’ española, Prevost condena a aquellos que piensan “que sería mejor dejar (a los pobres) en la miseria, para que aprendan a trabajar”. “A veces se percibe en algunos movimientos o grupos cristianos la carencia, o incluso, la ausencia del compromiso por el bien común de la sociedad y, en particular, por la defensa y la promoción de los más débiles y desfavorecidos”, critica León XIV, que advierte de que “cualquier comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos”.
En ‘Dilexi te’, León XIV reivindica el trabajo de los movimientos populares y su lucha “contra los destructores efectos del imperio del dinero” pese a la persecución sufrida por algunos de sus líderes. Su misión, añade el Papa, “nos invita a superar ‘esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres’”.
El texto concluye con un llamamiento al pueblo de Dios a ser “una voz que despierte, que denuncie y que se exponga”, aun a riesgo “de parecer estúpidos”. ¿Por qué? Porque “el cristiano no puede considerar a los pobres sólo como un problema social; estos son una ‘cuestión familiar’, son ‘de los nuestros’”. “Los pobres están en el centro de la Iglesia”, finaliza el Papa, con una petición: “Que todos nos dejemos evangelizar por los pobres”.
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