
Alberto, no pares, sigue, sigue…
El auge de Vox hace daño a la democracia, pero sobre todo sirve para evidenciar los pliegues del PP y, de paso, para que el votante progresista salga de la modorra, apueste decididamente por la defensa de los derechos conquistados y clame contra la España del odio, los enemigos y las venganzas irracionales. La extrema derecha es una mala compañía y Feijóo no ha sabido vencer la tentación de mimarla, emularla y pactar con ella
Feijóo anuncia que citará a Sánchez en la comisión de investigación del ‘caso Koldo’ en octubre y él responde: “Ánimo, Alberto”
Feijóo rechaza blindar el derecho al aborto en la Constitución
Cada vez que se encienden las luces y el micrófono está en on, caen las palabras más gruesas. Retumban las paredes del hemiciclo porque hoy se persigue con el odio y el insulto como si mañana fuera demasiado tarde y todo fuera a ocurrir en ese mismo instante. Cada día, la frase más gruesa. Cada sesión de control, el vituperio más malsonante. Cada intervención, el más contundente de los oprobios. Cuando la oposición se recrea y extiende el ¡Pedro Sánchez, hijo de puta! hasta el último rincón de España, pocos peldaños quedan ya por subir en la política basura. Cuando los populares tachan a todos los socialistas de puteros y corruptos -a pesar de la mochila que ellos mismos acumulan-, ya no les queda espacio para sumergirse un milímetro más en las profundidades del fango. Y cuando el líder de la oposición sostiene que el presidente del Gobierno ha vivido de la prostitución, ya ha cruzado definitivamente el umbral que conduce a la desnutrición moral.
Feijóo ya es Tellado como Tellado fue Ayuso y Ayuso fue Abascal, o Milei, o Trump. Ni rastro del centro reformista. Ni atisbo de partido conservador de principios inquebrantables. En esto se ha convertido el PP de Feijóo. En una exacta reproducción de la ultraderecha más rancia. Más faltona. Más lejana de los valores democráticos, del diálogo y de la convivencia entre desiguales.
No hay señal alguna de política digna, limpia y honesta porque la tendencia global no es votar por un partido en el que se cree, sino en contra de otro al que se teme, se desprecia o se odia. Los estrategas de Génova, que son tres y su mismidad, echan mano de la antipolítica porque creen que así obtendrán alguna ventaja. Más que trazar estrategias lo que hacen es seguidismo de lo que llaman periodismo y es desinformación, y manipulación. Pues ni por esas. Ya no es el CIS de Tezanos, sino incluso las encuestas de la demoscopia más cercana a los inquilinos de Génova las que certifican que ni Feijóo es un líder que despierte pasiones ni el PP está en posición de cantar victoria de cara a las próximas elecciones. Todo lo contrario.
Y, sin embargo, Feijóo persiste en el error entre el regocijo del adversario y la alarma desatada entre sus correligionarios Moreno, Mañueco, Guardiola o Rueda. Todo lo que hace o dice preocupa cada vez más, a pesar de los aplausos impostados de la bancada del Grupo Popular que vimos este miércoles en el Congreso de los Diputados.
Entrar, como ha entrado, en las guerras culturales de Ayuso y Abascal sobre el aborto, la identidad nacional, la ideología de género o la inexistencia de la desigualdad sólo le lleva a enredarse cada día un poco más en el laberinto de sus propias contradicciones.
El auge de Vox, sí, hace daño a la democracia, pero sobre todo sirve para evidenciar los pliegues del PP y sus tentaciones y, de paso, para que el votante progresista salga de la modorra, apueste decididamente por la defensa de los derechos conquistados y clame contra la España del odio, los enemigos y las venganzas irracionales. La extrema derecha es una mala compañía y el PP no ha sabido vencer la tentación de mimarla y pactar con ella.
Y enfrente tiene a Pedro Sánchez, a quien mil veces han dado por muerto y otras tantas ha resucitado. El presidente ha vuelto a sonreír, después de meses de zozobra y decaimiento por la trama de corrupción tejida por dos secretarios de Organización del PSOE. Hasta se toma ya a choteo las performances de Feijóo cuando este le interpela con intervenciones en las que mezcla todo y eleva a certeza lo que en ocasiones son rumores, sospechas e incluso bulos para anunciar con una ridícula solemnidad que llamará a Sánchez a comparecer ante la comisión que investiga la trama Ábalos/Koldo/Cerdán en el Senado. Se trata de un grupo de trabajo que el PP ha convertido en espectáculo circense tanto por la falta de preparación de sus senadores como por su lectura compulsiva de los titulares de la prensa amiga y su profundo desconocimiento del sumario judicial.
El caso es que ha tardado año y medio Feijóo en tomar la decisión, consciente de que Sánchez puede salir más airoso de lo que entre en la Cámara Alta. Es, según cuentan los populares, la última bala contra el presidente del Gobierno. Y por qué ahora. Salvo que en Génova, algo que no es de extrañar porque ya ha ocurrido en alguna ocasión, tengan información directa de los jueces sobre las siguientes decisiones procesales a adoptar contra Ábalos o Koldo, no se entiende ni el momento ni la solemnidad con la que el líder del PP hizo el anuncio y al que Sánchez respondió burlón con un “Ánimo, Alberto”. Una expresión que hasta en las filas del PP leyeron como una muestra más de que “este muerto está muy vivo” y, en parte, gracias a Feijóo.
Nadie como el líder de los populares para salir al rescate de Sánchez en sus peores momentos. Que si el aborto, que si la expulsión de inmigrantes, que si su contorsionismo para no condenar el genocidio de Netanyahu, que si quiero ser lo mismo que Ayuso y que Vox…. Y en el PSOE, mientras, se regocijan con un “no pares, sigue, sigue” que hizo célebre Proyecto Uno.