Así es ‘la ciudad muerta’, el yacimiento arqueológico de la península que impresiona a todo visitante

Así es ‘la ciudad muerta’, el yacimiento arqueológico de la península que impresiona a todo visitante

A 400 metros de altura y con más de mil años de historia, este enclave del norte de Portugal esconde una ciudad fantasma

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Portugal tiene ese talento innato para sorprenderte cuando crees que ya lo conoces. Más allá de Lisboa, de Oporto o del Algarve, el país guarda secretos tan impresionantes como Monte Mozinho, un yacimiento arqueológico apodado “la ciudad muerta”, donde las piedras cuentan una historia de más de mil años.

Situado en el municipio de Penafiel, a tan solo media hora de Oporto, este enclave se alza sobre una colina de 400 metros de altura. Desde allí domina el paisaje del norte portugués, y aunque fue redescubierto en 1943, todavía hoy sigue siendo uno de los lugares más desconocidos —y más fascinantes— de la península Ibérica.

Salvando las distancias, “el Machu Picchu” portugués

Monte Mozinho no es solo un conjunto de ruinas antiguas: es una ciudad fortificada que se extiende a lo largo de más de 20 hectáreas, el equivalente a unos 25 campos de fútbol. Una escala monumental para lo que en su día fue un enclave estratégico entre los mundos castreño y romano, y que hoy se compara, con toda justicia, con el Machu Picchu de la península.

Los arqueólogos creen que su origen se remonta al siglo I d. C., durante el reinado del emperador Augusto, y que se mantuvo habitada hasta bien entrado el siglo V. En ese tiempo fue un auténtico cruce de culturas: aquí convivieron tradiciones prerromanas con la arquitectura y la organización urbana propias del Imperio.

Dos mundos, una sola ciudad

Pasear por las ruinas de Monte Mozinho es, en cierto modo, caminar entre dos épocas. En la parte más antigua destacan las casas circulares con patio central, típicas de los castros galaicos prerromanos. Pero conforme uno avanza por el yacimiento, aparecen las viviendas cuadradas y rectangulares, herencia directa del urbanismo romano.

Esa mezcla entre lo local y lo imperial convierte a Monte Mozinho en un caso único en toda la península. El trazado de sus calles, las murallas y las torres defensivas hablan de una ciudad planificada con precisión, pensada tanto para resistir ataques como para mantener la vida cotidiana de sus habitantes: artesanos, comerciantes y soldados que un día llenaron de vida lo que hoy es silencio y piedra.

La “ciudad muerta” de Portugal

El sobrenombre no es casual. Desde la distancia, Monte Mozinho parece dormido en el tiempo, una especie de urbe petrificada donde el viento es el único habitante. Pero acercarse y recorrer sus caminos empedrados permite imaginar la vida que bullía en sus muros: el ruido de los martillos en los talleres, los intercambios en el mercado o el humo que salía de las casas de adobe y piedra.

El lugar forma parte de la Ruta de los Castros y Verracos que une los enclaves fortificados más importantes entre España y Portugal. Sin embargo, Monte Mozinho destaca sobre todos ellos por su extensión y su conservación. Es, sin duda, el mayor asentamiento romano del norte de Portugal y uno de los mejor preservados de la península Ibérica.

Un viaje a otra época, muy cerca de Oporto

Llegar a Monte Mozinho es sencillo: basta con salir de Oporto y conducir poco más de treinta minutos hacia el interior. Desde la base de la colina, un sendero señalizado lleva hasta las ruinas, donde el visitante puede recorrer libremente los restos del poblado y disfrutar de las vistas espectaculares del valle.

La visita incluye un pequeño centro de interpretación, donde se exponen herramientas, cerámicas y objetos hallados durante las excavaciones. Son piezas que ayudan a reconstruir la vida cotidiana de aquel enclave que, pese a su abandono, nunca ha dejado de contar su historia.

Monte Mozinho es uno de esos lugares que parecen hablar en voz baja. No tiene colas, ni multitudes, ni el ruido de los grandes destinos turísticos. Pero quien se aventura hasta su cima encuentra algo más valioso que eso: la sensación de estar frente a una ciudad detenida en el tiempo, un testimonio silencioso de las civilizaciones que moldearon la península Ibérica.

Si buscas un lugar diferente, cargado de historia y de misterio, ya tienes nombre y coordenadas. La “ciudad muerta” de Portugal no está tan muerta como parece: basta con visitarla para escucharla respirar entre las piedras.