¿Estás dispuesto a ser un trabajador 996?

¿Estás dispuesto a ser un trabajador 996?

Nos dirigimos a una nueva sociedad de castas en la que los nuevos parias son aquellos a los que pronto sustituirá una IA y nunca podrán retornar al mercado de trabajo o, si son muy jóvenes, nunca podrán entrar en él

En EEUU, esa fuente permanente de malas ideas y términos innovadores, se ha puesto de moda la expresión ‘996’ para aludir al horario de trabajo que desean los oligarcas tecnológicos y personas como Garamendi: trabajar de 9 a 9, 6 días a la semana. En descargo de los compatriotas de Trump aclararé que no lo han inventado ellos, lo han copiado de las empresas tecnológicas chinas. El descanso está sobrevalorado, o quizá sea vivir lo que está sobrevalorado: estar con tu hijo, tener tiempo para llorar la muerte de tu madre, ver la luz del sol en algún momento del día.

Al mismo tiempo que se habla del trabajador 996 y relacionado con ello, en redes sociales ya se bromea teóricamente sobre una ‘permanent underclass’ una ‘subclase permanente’ de ciudadanos a los que la Inteligencia Artificial va a convertir en inempleables e inservibles. El periodista de The New Yorker experto en tecnología Kyle Chayka dedicaba esta semana un artículo a esta subclase social, a lo que llama el “nuevo lumpenproletariado”, en una vuelta de tuerca robotizada del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. La nueva escoria de la sociedad que, para colmo, está desprovista de conciencia de clase y vota, si vota, a la ultraderecha. Nos dirigimos a una nueva sociedad de castas en la que los nuevos parias son aquellos a los que pronto sustituirá una IA y nunca podrán retornar al mercado de trabajo o, si son muy jóvenes, nunca podrán entrar en él. Como consecuencia, esta subclase de la que todos podremos formar parte, no tendrá trabajo, vivienda, seguro médico, hijos ni comida en la nevera a menos que se esfuerce y se convierta en un trabajador 996. La trampa perfecta.

Lo bueno de esta subclase es que no entiende de generaciones, sexo ni raza. Solo los ricos se libran de pertenecer potencialmente a los nuevos parias intocables de la modernidad tecnológica. Así que la solución sería la unión para una nueva revolución proletaria, algo impensable para un estadounidense medio, al que asusta la sola mención de la palabra socialista. A los españoles, al menos, nos une la aversión a tipos como Antonio Garamendi, que considera ocurrencias tener 10 días para llorar la muerte de un hijo o reducir la jornada laboral. Siempre se ha dicho que las sociedades occidentales postindustriales tenían una mala relación con la muerte, pero lo peor estaba por venir: tener una mala relación con la vida.

Carolyn Chen, socióloga de la Universidad de California y autora de “Work Pray Code” habla del trabajo como nueva religión y advierte de la existencia de una “cultura masculina heroica” que mueve a los hombres a la competitividad extrema y a pasar 70 horas semanales en la oficina, y que trae aparejada la idea de que las mujeres no pueden competir en ese campo y deben dedicarse a cuidar de la familia. Los gurús tecnológicos advierten de que aún no se sabe cómo ni cuándo la IA sustituirá una gran parte de los trabajos pero ese evento tendrá lugar, y una gran parte de la población tendrá que vivir en los márgenes de la sociedad, a menos que nos resignemos a trabajar más horas simplemente para sobrevivir. Agárrense, porque van a tener que desempolvar el Manifiesto Comunista, recordar, si los han olvidado, los fundamentos de la lucha colectiva y asumir que todos somos clase obrera. Y si no me creen, pregúntenle a ChatGPT.