
Escándalo
La mentira, el golpismo suave, siempre tiene tres patas. A la publicación de mentiras generadas en mentes turbulentas le sigue el escándalo y que alguien le dé acogida procesal, que llegue a algún juez dispuesto
Victor Klemperer fue un filólogo alemán que escribió La lengua del Tercer Reich. En primera persona se lamentaba de las veces que había advertido de las burdas mentiras de Goebbels, al que en ningún caso concedía el ser un genio de la publicidad. Sin embargo, se sintió en condición de afirmar que su éxito consistió en que muchos de los que se reían o escandalizaban de sus mentiras acababan, de una manera u otra, en la red de sus bulos sistemáticos gracias a su concierto con la propaganda periodística.
Y, ¿cómo acabó aquello formando parte del superlativo maligno del nazismo? El profesor Klemperer cuenta que en su estancia en la Universidad de Nápoles, escuchó en numerosas ocasiones cómo la gente se agolpaba delante de ciertas redacciones de periódicos para gritar: é pagato, denunciando la mentira por encargo; sin embargo, los mismos que gritaban, se dolía el escritor alemán, al otro día creían a pies juntillas las mismas mentiras de esos mismos periódicos.
Esto último me trae a la memoria una recomendación de Bertrand Russell: “Debería ser obligatorio en la educación primaria enseñar a los niños a leer la prensa con incredulidad”. Y, sí, me estoy refiriendo a los sesudos periódicos de papel y tinta y no a las redes sociales. Borges, que lo comentaba, decía que la gente se deja embaucar por artificios tipográficos o sintácticos, piensan que lo publicado es verdad porque viene en grandes letras negras, “confundiendo la verdad con el tipo doce”.
Ya tenemos el segundo elemento o pata, la publicación burda de las mentiras generadas en mentes turbulentas. ¿Qué falta? Falta desde luego el cemento, generar el escándalo y que alguien le dé acogida procesal, que llegue a algún juez dispuesto, la pata que restaba. Esa combinación perversa se dio con muchísima frecuencia en la Italia de los tiempos más cruentos de la mafia hasta el punto de hacer tambalear el propio sistema democrático.
Afortunadamente, en Italia, una buena partida de jueces y fiscales democráticos y periodistas valientes contribuyeron de manera definitiva a acabar con aquella maldición. Y aquí viene Norberto Bobbio, siempre periodista comprometido que, frente al escándalo golpista contra la ley y la democracia, salvó el escándalo que sirve: “quando lo escandalo serve”, reflexionó, para poner de manifiesto la utilidad de la denuncia constante frente al “periodismo de regadío”, el “pagato”.
Vuelvo a Alemania para cerrar el círculo, las tres patas. De aquellas mentiras malignas no se salvaron los jueces. Para los tiempos del comienzo de la gran tiranía de Adolf Hitler, la inmensa mayoría de ellos ya pertenecían a la Asociación de juristas nazis. Todo empezó con la cómplice actuación de los jueces en el juicio tras el “Golpe de la cervecería” que dejó a Hitler en su plataforma de salida.
Terminada la guerra en derrota, incluso los estadounidenses añadieron a Núremberg una sala especial para juzgar a muchos de aquellos jueces, pero solo fue simbólico, en mi opinión, aunque sí hubo alguna fuerte condena. Los alemanes, sabidos de sus males, tuvieron que esperar al momento constituyente de la Ley Fundamental de Bonn para que Alemania cambiara todo su sistema judicial. Escarmentados que estaban.
En conclusión, que la mentira, el golpismo suave, siempre tiene tres patas.