
Portugal confirma su vuelco conservador pero mantiene a la extrema derecha lejos del poder en los ayuntamientos
El bipartidismo portugués sobrevive a los comicios locales tras el varapalo de las elecciones generales de mayo, con los socialistas resistiendo pese a la derrota en las grandes urbes
El Partido Socialista portugués recupera Coimbra y Faro y logra un empate técnico en Lisboa y Oporto, según los sondeos
Las noticias sobre el fin del bipartidismo en Portugal tras las últimas elecciones generales de mayo fueron claramente exageradas. Las elecciones municipales de este domingo se caracterizaron por la clara victoria del partido de centroderecha que gobierna el país, el PSD. Pero, de la última noche, también se registró una resistencia inesperada del Partido Socialista y una derrota de la extrema derecha frente a las expectativas de poder dominar una buena parte del sur del país.
Si por un lado es cierto que el Partido Socialista no logró imponerse en las ciudades más grandes del país – Lisboa, Oporto, Sintra, Vila Nova de Gaia y Cascais –, todas ellas ganadas por el Partido Socialdemócrata, también lo es que el margen de la derrota electoral es estrecho si nos fijamos en el número de municipios conquistados en el total nacional. Los socialistas se quedan con 127 ayuntamientos frente a los 136 que consigue el partido de centroderecha, en un país con 308 municipios.
El PSD aprovecha el buen momento del Gobierno para reforzarse. Con estas elecciones consigue el pleno: lidera el Gobierno, es el partido más representado en la Asamblea de la República, tiene un presidente de la República de su color político, lidera los gobiernos de las dos regiones autónomas del país – los archipiélagos de las Azores y Madeira – y se queda con el liderazgo de las asociaciones de alcaldes.
¿Qué puede ayudar a explicar el éxito del centro-derecha en Portugal cuando hace poco más de dos años eran los socialistas quienes controlaban el país con mayoría absoluta? Con la salida de António Costa se produce una inversión del ciclo de victorias socialistas que duró prácticamente una década, ya acusando cierto desgaste debido a la suma de pequeños casos que debilitaron la confianza en el Gobierno. También es evidente un cambio profundo sustentado por el auge del discurso antiinmigración – que ha convertido a la extrema derecha en la segunda fuerza política parlamentaria – y por la pérdida de poder adquisitivo de las clases medias. Además, el Gobierno de centroderecha ha tomado una serie de medidas populares aprovechando los superávits de los presupuestos conseguidos en los últimos años.
La semana pasada, en plena campaña electoral para las elecciones municipales, se dio a conocer la propuesta de presupuesto del Estado para el próximo año y, una vez más, el Gobierno apareció ofreciendo aumentos para los jubilados y reducciones de impuestos.
La oleada de anuncios de medidas durante la campaña electoral mereció una reprimenda al Gobierno por parte del presidente de la República, también del PSD, que pidió al Gobierno que actuara con cautela en los anuncios a pocos días de las elecciones. La estrategia aparentemente funcionó para los socialdemócratas.
Además, hay que tener en cuenta la particularidad del sistema electoral municipal en Portugal. Muchos de los ayuntamientos que cambiaron de manos eran municipios que llegaban al final de su ciclo – en Portugal no es posible ser alcalde durante más de tres mandatos consecutivos – y también el hecho de que la ley electoral convierte automáticamente en alcalde al candidato de la lista más votada, incluso si hay una mayoría de concejales de otro campo político.
En Portugal, la concentración del voto es crucial para ganar un ayuntamiento, pero la izquierda en las principales ciudades fue víctima de una dispersión de votos que ella misma creó. El Partido Comunista se negó a unirse a coaliciones preelectorales con los socialistas, incluida la megacoalición de izquierda de Lisboa, que unió a cuatro partidos para derrotar al alcalde socialdemócrata, Carlos Moedas. Esto fue suficiente para que ganara el candidato de centroderecha, a pesar de la pérdida de apoyo en las últimas semanas debido a las consecuencias del accidente en el Elevador da Glória. Además, los comunistas quedaron en cuarto lugar en Lisboa, con solo 11 votos menos que la extrema derecha. Fueron votos suficientes para que la extrema derecha tuviera un concejal más que el partido de izquierda.
Por parte del Partido Socialista, hay una esperanza reforzada en una inversión del ciclo de pérdidas. A pesar de perder alcaldías, los socialistas se quedan con una sensación de alivio porque las indicaciones iniciales apuntaban a que las pérdidas serían mucho mayores de lo que fueron. El cambio de liderazgo del partido y la estabilización en el número de alcaldes dan un respiro al liderazgo de José Luís Carneiro, que ahora sueña con resistir hasta las elecciones legislativas de 2029.
El Partido Comunista tiene menos motivos para sonreír, aunque sigue siendo la tercera fuerza política en las municipales. De 19 ayuntamientos conquistados en 2021 pasa a 12. En 50 años de democracia, los comunistas nunca habían liderado tan pocos ayuntamientos.
Todos estos resultados se producen en un contexto de completa transformación, ya que Portugal ha cambiado mucho políticamente desde 2021. Hace cuatro años, la extrema derecha solo tenía un escaño en un parlamento de 230 diputados. En las elecciones municipales de ese año, Chega no consiguió ganar ningún ayuntamiento y solo se eligieron 19 concejales. De los elegidos, más de la mitad se desvinculó durante el mandato por no estar de acuerdo con la dirección del partido. Los elegidos de la extrema derecha tampoco dejaron buena reputación por donde pasaron, empezando por el propio líder: en 2021, el líder de la extrema derecha, André Ventura, se presentó como candidato a miembro de la Asamblea Municipal – un órgano que supervisa la actividad del Ayuntamiento – en Moura, una región rural cercana a Extremadura donde Chega había obtenido su mejor resultado gracias a la contestación a la población de origen gitano. Fue elegido, pero solo se presentó a dos reuniones en estos cuatro años. Cuatro años después, la extrema derecha ha perdido apoyo en este municipio del sur del país.
A pesar de haberse fijado un objetivo muy ambicioso – con la apuesta por elegir a 30 alcaldes –, la extrema derecha llega al final de la noche con solo tres alcaldes elegidos, dos en pequeños municipios y uno en la ciudad algarvia de Albufeira. Un fracaso que demuestra que, para gobernar su ciudad, los portugueses prefirieron optar por las caras y los partidos que siempre han conocido (y que las elecciones municipales son muy diferentes de las generales).