Radiografía del teletrabajo en España cinco años después de la ley: en alza hasta máximos por encima de la pandemia

Radiografía del teletrabajo en España cinco años después de la ley: en alza hasta máximos por encima de la pandemia

Más de 3,3 millones de personas trabajan desde su domicilio ocasional o frecuentemente, un 15,4% de los ocupados, un porcentaje que ha aumentado en 2024, aunque aún es reducido en comparación con Europa

Los hombres que teletrabajan dedican más tiempo al cuidado y las tareas de hogar

Victoria teletrabajó por primera vez durante la pandemia, como muchos otros empleados en España, donde esta fórmula antes era muy minoritaria. “Después he tenido teletrabajo en todos mis empleos”, en varias compañías y en la Administración Pública, explica. En plena crisis por la COVID, España aprobó una Ley de trabajo a distancia y, cinco años después, el panorama es muy distinto: desde 2019 se ha duplicado el número de personas que trabajan habitual u ocasionalmente desde sus domicilios, de 1,6 millones a los 3,3 millones. Es un 15,4% del total, según los últimos datos de 2024, un máximo en España tras la pandemia, aunque se trata de un porcentaje aún reducido en el contexto europeo, con una media del 22,2% de teletrabajadores.

Tras la irrupción atropellada del teletrabajo por la emergencia sanitaria, esta modalidad ha ido estabilizándose en los últimos años. Dado el contexto excepcional en el que llegó la medida, una de las preguntas más recurrentes era si el trabajo desde casa había venido para quedarse o si era algo pasajero. Cinco años después, los datos muestran un salto cualitativo de teletrabajadores en España que se ha mantenido muy por encima de los niveles prepandemia.

En 2019, había un 8,3% de personas ocupadas que teletrabajaban ocasional o frecuentemente desde sus casas (“más de la mitad de los días de la semana”, como pregunta la Encuesta de Población Activa). Con la pandemia, el dato casi se duplicó de media en 2020 (15%), con un gran aumento del teletrabajo más habitual, y en 2021 –todavía con muchas restricciones– ascendió al 15,3%.

Tras la vacunación, muchas empresas comenzaron a mandar a sus empleados de vuelta a las oficinas, con ciertas medidas de protección como las mascarillas. Sin embargo, el teletrabajo persistió en muchas de ellas al menos algunos días a la semana. En 2022 se registró el nivel de teletrabajo postpandemia más reducido (13,7%), pero en 2023 y 2024 el dato ha crecido hasta alcanzar el máximo del 15,4%.

Como refleja el anterior gráfico, ha ido descendiendo el trabajo desde casa de más de la mitad de los días de la semana y ganando terreno el teletrabajo “ocasional”. En términos generales, se ha impuesto un modelo “híbrido”, que combina el trabajo presencial y uno o dos días de teletrabajo, explican en empresas y sindicatos.

Para Eva Rimbau Gilabert, profesora de Economía de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), esta evolución está relacionada con la legislación aprobada en 2020. “Solamente se aplica para el teletrabajo que supere el 30% de la jornada, por lo que muchas empresas han decidido limitarlo por debajo del 30% no por razones organizativas, sino para evitarse costear los medios y gastos necesarios para teletrabajar”, considera la docente, que cree que este criterio es “un claro freno a la expansión de un teletrabajo un poco más habitual, que llegue o supere los dos días a la semana”.

En los últimos años, algunas grandes compañías, como recientemente Microsoft, han anunciado la vuelta a las oficinas de sus empleados. “Aunque existe cierto clima mediático de que parece que el teletrabajo está en retroceso, las cifras nos dicen que hemos superado en volumen los datos de la pandemia y en porcentaje también”, subraya José Varela, responsable de Digitalización del sindicato UGT, que destaca que hay “muchos intereses” en contra del teletrabajo entre los lobbys inmobiliarios y los empresarios más presencialistas.

El teletrabajo “también tiene que ver con el tejido productivo”, recuerda Carlos Arcas, director del Adecco Group Institute, y en muchas actividades como la hostelería, la construcción y la industria, no se puede trabajar en remoto. En aquellas donde sí es posible hacerlo desde casa, al menos para ciertas tareas, se ha registrado un aumento, “como en las profesiones intelectuales, las tecnológicas, departamentos de ventas, telecomunicaciones o informática”, enumera Arcas.

Las diferencias del tejido productivo se esconden en las desigualdades territoriales del teletrabajo, con más calado en la Comunidad de Madrid, con mucha más actividad de oficina y trabajadores de “cuello blanco”.

La Comunidad de Madrid, con casi un millón de personas teletrabajando, lidera el ranking territorial de trabajo a distancia, que alcanza a un 26,6% del total de sus trabajadores. Le siguen a cierta distancia Catalunya (16,5%) y la Comunitat Valenciana (16%). Si atendemos a la evolución en los últimos cinco años, la mayoría de las comunidades registran un crecimiento, con pocas excepciones, como Canarias y Castilla y León, las dos regiones en las que hay menos teletrabajadores.

Medida para atraer personal, sobre todo joven

La ley de 2020 puso el teletrabajo en el foco de la negociación colectiva y, desde entonces, se han incrementado mucho los convenios colectivos que regulan el trabajo a distancia. Las personas cubiertas por estos acuerdos colectivos han pasado de “unas 238.000 personas en 2019 a dos millones hasta 2024, es un crecimiento astronómico”, cifra el responsable de Digitalización de UGT.

El aumento del trabajo a distancia se explica también por el contexto económico, de máximos de empleo, falta de mano de obra y gran competencia para conseguir empleados en algunas actividades cualificadas. “El teletrabajo es una medida muy demandada por los trabajadores, influye muchísimo a la hora de elegir una empresa”, reconoce Carlos Arcas, debido a las facilidades de conciliación de la vida personal y laboral que supone. “Sobre todo de gente joven”, añade José Varela: “A las nuevas generaciones, si no les ofreces uno o dos días de teletrabajo, es muy difícil competir con una empresa que sí lo hace”.

Así, incluso en compañías menos convencidas con el teletrabajo, siguen ofreciendo esta opción como una manera de “atraer personal o evitar la rotación de trabajadores” a otras empresas, argumenta el director del Adecco Group Institute.

Jorge (nombre ficticio), periodista en una agencia de comunicación con el teletrabajo como modalidad preferente y una presencialidad en oficina muy reducida, reconoce que “un trabajo 100% presencial ahora mismo me parecería un problema”. Trabajar desde casa le concede “tiempo”, al ahorrarse los desplazamientos y además aprovecha las pausas para “hacer la comida o poner una lavadora”. También le permite viajar más, porque su empresa le permite teletrabajar fuera de su domicilio “60 días al año”. “Muy buenas tendrían que ser el resto de condiciones para que me compensara un trabajo solo presencial”, apunta.

Cuando se atiende al perfil por edad y sexo de los teletrabajadores, se observa que predomina ligeramente más entre las mujeres que entre los hombres, y con más intensidad entre los 35 y 44 años. Son edades vinculadas a la crianza de hijos, para la que el teletrabajo se ha convertido en un elemento que “facilita la conciliación”, considera Victoria, con un hijo de dos años. Por ejemplo, para llevarles o traerles de la escuela, o tener más tiempo para hacer comidas o flexibilidad para ir al médico, menciona la trabajadora.

Un estudio reflejó que el teletrabajo también puede mejorar la corresponsabilidad en los hogares, ya que los hombres que teletrabajan se ocupan de más tareas domésticas que los que no lo hacen. José Varela añade que el sindicato ha percibido que también se está demandando cada vez más la medida para conciliar los cuidados de personas mayores, una tendencia al alza por el envejecimiento de la población.

En cuanto a la conciliación, la economista Eva Rimbau Gilabert matiza que los estudios reflejan “evidencias contradictorias”: “Puede facilitar la conciliación de las esferas laboral y personal, pero también generar solapamiento entre ambas y sensación de no desconectar nunca”. En general, el mayor riesgo de falta de desconexión y aislamiento sitúan el teletrabajo como una modalidad más expuesta a los riesgos psicosociales, frente a los que las empresas deben diseñar medidas preventivas específicas.

Aún lejos de los niveles europeos

Aunque el teletrabajo ha crecido en los últimos años, el alza no es muy abultada desde la pandemia y se mantiene en un nivel reducido para los estándares europeos, muy lejos de muchos países de nuestro entorno, donde ya era más frecuente antes de la crisis del coronavirus.

Por ejemplo, en Francia el teletrabajo alcanza al 34% de sus trabajadores, en Portugal al 20,8% y en Alemania al 24%. Italia, en cambio, mantiene datos más bajos que nuestro país, con un 10%, así como Grecia, con un 8%. La media en la Unión Europea alcanza el 22%, con datos de 2023, los últimos que ofrece Eurostat.

Esta gran brecha europea se explica, además del tejido productivo, por el gran peso de las pequeñas y medianas empresas en nuestra economía, que son las más reacias al teletrabajo, señalan en Adecco. “A raíz de que grandes empresas lo han implementado, otras más pequeñas han ido adoptando también teletrabajo. Pero es un proceso lento, aún sigue existiendo presencialismo”, apunta Carlos Arcas.

Desde UGT señalan como punto a favor de la medida en el futuro que los estudios de productividad que se han hecho dentro de las empresas han reflejado que esta “no baja o que incluso aumenta” con el teletrabajo. “Una medición de la productividad que no es tan común, aunque se mencione mucho. Las empresas que la miden con técnicas objetivas se cuentan con los dedos de una mano”, sostiene Varela.

“La investigación más reciente nos ofrece una visión clara: el trabajo híbrido (teletrabajo unos días a la semana) no perjudica la productividad y, en determinadas condiciones, incluso la mejora”, coincide la economista Eva Rimbau Gilabert, que señala que es “también una oportunidad para digitalizar y modernizar la gestión” de las empresas.