Un siglo de defensa en la montaña: Canfranc recupera las obras que domesticaron los aludes

Un siglo de defensa en la montaña: Canfranc recupera las obras que domesticaron los aludes

Más de un siglo después de su construcción, las estructuras que salvaron a la localidad pirenaica de los aludes vuelven a cobrar vida en una obra del Gobierno de Aragón que mezcla historia, técnica y trabajo extremo en alta montaña

La reapertura de la línea del Canfranc: un tren en marcha con frenos políticos

A más de 2.000 metros de altitud, en un paisaje de alta montaña dominado por el pico del Midi d’Ossau y teñido por los colores del otoño, un helicóptero rompe el silencio varias veces al día. Transporta sacos de cemento, herramientas y operarios hasta los diques y canalizaciones que desde hace más de un siglo protegen la estación internacional de Canfranc, en el Pirineo aragonés, y el pueblo de los aludes y de las riadas torrenciales. En esta obra, que combina historia, técnica e innovación, no hay grúas ni camiones: todo llega por el aire.

La Dirección General de Gestión Forestal del Gobierno de Aragón ejecuta desde 2023 un ambicioso proyecto de restauración, consolidación y mejora de las infraestructuras históricas de defensa frente a aludes e inundaciones que rodean Canfranc. Con un presupuesto total de 4,4 millones de euros, financiados con fondos europeos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR), los trabajos se desarrollan entre 2023 y 2026 y se encuentran ya al 75% de ejecución.

Las intervenciones, encargadas a la empresa pública Tragsa, abarcan las cuencas de los barrancos de Estiviellas, Epifanio y Cargates, que desembocan bajo la explanada de la estación. Su función sigue siendo la misma que hace cien años: frenar la nieve, encauzar el agua y evitar que la fuerza de las laderas del monte de los Arañones ponga en peligro la estación, el pueblo y, ahora, las nuevas urbanizaciones proyectadas en su entorno.

Los diques, canalizaciones y mallas antialudes que hoy se consolidan forman parte de un conjunto de ingeniería forestal sin parangón en España. Fueron construidos principalmente entre 1907 y 1930, bajo la dirección de los ingenieros de montes Benito Ayerbe y Florentino Azpeitia, y completados hasta 1971 por José María Ayerbe.

La magnitud del proyecto de principios del siglo XX fue excepcional: más de 500 estructuras -diques de mampostería, muros de contención, banquetas, canalizaciones, estacadas, mallas metálicas- repartidas por los barrancos que vierten hacia Canfranc. Junto a ellas se levantaron caminos, refugios, almacenes y viviendas para los trabajadores. La estación internacional, inaugurada en 1928, necesitaba protección frente a un entorno tan bello como violento.


Equipo de trabajo de Canfranc

“Aquí se adoptaron soluciones muy variadas para resolver múltiples problemas: desprendimientos de roca, deslizamientos de laderas, avenidas torrenciales, coladas de sólidos y aludes de distintos tipos, tanto de polvo como de nieve húmeda”, explica Francisco Palú, jefe de la Sección de Restauración Hidrológico-Forestal del Gobierno de Aragón. “El conjunto de las obras que se ven en Canfranc es único: no hay otro lugar en España con tal variedad de estructuras y una historia técnica tan completa”.

Patrimonio vivo de la ingeniería forestal aragonesa

A pesar de su robustez, las defensas llevaban 45 años sin intervenciones de conservación, más allá de reparaciones puntuales. El deterioro era evidente en algunos diques y muros, con riesgo de pérdida de funcionalidad. “Había estructuras que estaban muy bien conservadas, pero otras requerían una reparación urgente para seguir cumpliendo su misión”, señala Palú. “Si hubiéramos dejado que avanzara el deterioro, el núcleo de Canfranc estaría cada vez más desprotegido frente a aludes y avenidas torrenciales”.

Las obras actuales tienen como objetivo devolver a la red de defensas su capacidad de servicio. En Estiviellas, se han restaurado tres diques en avanzado estado de deterioro, reconstruyendo coronaciones y mampostería, y se ha rehabilitado un histórico dique de rastrillo con aleros de hormigón, al que se han añadido almenas y teleros de madera para retener la nieve. En Epifanio, la actuación ha reforzado los diques de cabecera y de garganta y ha consolidado el dique de entrega a la canalización, pieza clave en el control de avenidas torrenciales. En Cargates, se ha limpiado la canalización, eliminado obstrucciones vegetales y reconstruido muros y saltos derrumbados.

“Los diques están concebidos para frenar la fuerza de las aguas cuando hay tormentas torrenciales, encauzando el caudal hasta que llega al alcantarillado de la estación”, explica Palú, mientras supervisa los trabajos en el barranco de Epifanio. “Son más necesarias que nunca con la nueva urbanización de la explanada de los Arañones, donde además del hotel está previsto construir viviendas. Si permitiéramos que avanzara el deterioro, Canfranc estaría más expuesta a los riesgos naturales”.

Trabajo extremo en alta montaña

Restaurar estas infraestructuras supone un desafío técnico y logístico extraordinario. Las obras se desarrollan entre 1.800 y 2.200 metros de altitud, con acceso exclusivamente aéreo. Desde el inicio de los trabajos, Tragsa ha acumulado 13.700 minutos de vuelo -unas 228 horas- de helicóptero para trasladar materiales y personal.

El tiempo de trabajo en altura es limitado: en las canalizaciones se puede intervenir desde marzo, mientras que las labores en cabecera se concentran entre mayo y noviembre. A partir del otoño, las primeras nevadas interrumpen toda actividad. “Es una obra singular en el sector forestal porque no tenemos acceso por tierra; todo debe ser trasladado en helicóptero. Y la climatología limita mucho: no se puede utilizar maquinaria pesada, así que todo requiere una planificación muy detallada”, explica Palú.

Las condiciones exigen equipos muy especializados. “No es fácil encontrar trabajadores expertos en mampostería y en trabajos verticales”, comenta Sergio Pérez, jefe de la Sección de Restauración Hidrológico Forestal en el Servicio Provincial de Medio Ambiente. “A veces los operarios tienen que colgarse de los muros para retirar vegetación o reponer piedras, en condiciones meteorológicas extremas. Pero tampoco es comparable con lo que se hacía hace un siglo: entonces los obreros subían con caballerías y vivían en refugios durante todo el verano”, añade.

La obra actual no solo refuerza las estructuras, sino también la memoria del esfuerzo humano que las levantó. En la ruta hacia el collado de Estiviellas, los montañeros pueden apreciar todavía los restos de los cinco albergues donde dormían los trabajadores, los 21 pequeños almacenes a pie de obra y las ocho viviendas que se construyeron para alojar a quienes hicieron posible aquella proeza de ingeniería.

Cuando los ingenieros Ayerbe y Azpeitia diseñaron las defensas de Canfranc, las montañas estaban peladas. La repoblación forestal fue entonces una pieza esencial del plan. Entre 1907 y 1930 se plantaron más de dos millones de árboles -pinos, hayas, arces, avellanos, sauces y hasta 23 especies distintas- para consolidar el suelo y retener el manto nivoso.


Barreras situadas para frenar los aludes

El Gobierno de Aragón ha retomado esa estrategia. En el otoño de 2024 se plantaron 2.500 pinos negros en las cabeceras de los barrancos de Estiviellas y Epifanio, procedentes de viveros de Teruel, y se instalaron 250 trípodes de madera para retener la nieve. Este otoño se completará la plantación con otros 4.000 ejemplares, con el mismo objetivo: evitar la formación de aludes mediante la estabilización del manto nivoso.

“Empezamos desde la cabecera, donde hay redes de retención de rocas y nieve; luego se escalonan las repoblaciones y una serie de diques de diferentes tipologías para frenar los aludes antes de que lleguen a las zonas habitadas”, resume Sergio Pérez. “Es el mismo principio que hace cien años, pero con materiales y medios mucho más seguros y precisos”.

El proyecto de restauración de las defensas coincide con un momento de transformación profunda para Canfranc. La recuperación de la estación internacional, su conversión en hotel de lujo y la reurbanización de la explanada de los Arañones están reactivando la vida económica y turística de la zona. Pero también incrementan la necesidad de garantizar la seguridad frente a los riesgos naturales.

“Canfranc tiene cada vez más actividad turística y más edificaciones en su entorno. Por eso, mantener la funcionalidad de estas defensas es fundamental. Son parte del patrimonio y, al mismo tiempo, una infraestructura viva y necesaria”, señala Palú.

El Gobierno de Aragón prevé concluir los trabajos en junio de 2026, con la restauración de unas 30 estructuras principales de las 558 inventariadas en el monte de los Arañones. A partir de entonces, se contempla un plan de mantenimiento periódico que evite repetir los 45 años de abandono acumulados.

Más allá del refuerzo físico de los diques, la intervención ha tenido un efecto simbólico: ha devuelto visibilidad a una parte olvidada del patrimonio de Canfranc. “Este conjunto de obras representa la historia de la ingeniería forestal aragonesa. Son una lección sobre cómo convivir con el medio natural en un entorno tan extremo como el Pirineo”, resume Palú.

Las jornadas en los barrancos de Canfranc comienzan temprano, con el sonido del helicóptero que sube al personal desde el valle. A media mañana, el viento puede cerrar el paso o forzar un repliegue. La ventana meteorológica manda. El trabajo es lento, minucioso, muchas veces invisible. Pero cada piedra recolocada y cada muro consolidado forman parte de una red que lleva cien años protegiendo a Canfranc. “Este es un patrimonio técnico, histórico y natural al mismo tiempo. Un ejemplo de cómo la ingeniería puede adaptarse a la montaña sin destruirla”, concluye Sergio Pérez.