 
			El agua también arrasó la salud mental: «Me tuve que buscar la vida para recibir atención psicológica gratuita»
Especialistas enfatizan en la necesidad de una red de apoyo y una respuesta institucional clara cuando se cumple el aniversario de la riada que dejó 229 víctimas mortales: «Si un año después no tienes nada, qué terapia te va a ayudar»
La factura emocional de la DANA: las unidades de trauma atienden a más de 2.000 personas
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La dana que azotó las comarcas valencianas el pasado 29 de octubre ha dejado una fractura emocional difícil de reparar. El impacto de la riada, que provocó directamente 229 muertes, miles de rescates y un número indeterminado de atenciones sanitarias es complicado de calcular. No hay datos concretos que puedan cuantificar el sufrimiento de las más de 300.000 personas que residen en las comarcas donde se desbordaron ríos y barrancos. Hay personas que han perdido a familiares y amigos, otras que pasaron horas tremendamente angustiosas, otras que fueron testigos de la tragedia, otras perdieron sus viviendas, enseres, todo rastro material de sus recuerdos. Miles de ellas siguen residiendo en municipios en los que la reconstrucción aún queda lejos, poblaciones que, un año después, siguen con la huella del barro presente. Todas ellas tienen heridas pendientes de cicatrizar, marcas personales que se solapan con un duelo colectivo.
El malestar emocional es visible en cualquier población del área metropolitana. Los vecinos están cansados, tristes, enfadados. Pelean por sacar adelante sus vidas mientras recuerdan sus pérdidas. En algunos casos, la situación es límite y requiere de una atención inmediata. Es lo que le sucede a J. O. C, vecina de Sedaví, que entró en “shock” en el desastre y con el tiempo fue desarrollando síntomas compatibles con la ansiedad: empezó a sentir “un dolor en el pecho que fue a más, por lo que finalmente me decidí a pedir cita en el médico de cabecera, que se limitó a darme una Diazepam”. No ha recibido atención psicológica ni psiquiátrica por parte de la sanidad pública valenciana, como detalla líneas más abajo.
El Ministerio de Sanidad y la Generalitat Valenciana han trasladado algunos datos de atención en las últimas semanas, un balance que trata de aproximarse a la situación. Su información recoge las atenciones más urgentes, casos de crisis o patologías. El Ministerio que dirige Mónica García anunció en diciembre la puesta en marcha de unidades de emergencia para mitigar el impacto psicológico de la dana, con 42 profesionales asignados. Empezaron a trabajar sobre el terreno hace dos meses y, según sus datos, ya han realizado 500 atenciones.
En algunos casos, el dolor ha tardado un tiempo en salir, como en el caso de Miguel, un policía de València que perdió su vivienda y rescató a 14 personas de una residencia, que explicó que ha sido casi un año después, al revivirlo, cuando ha sido consciente del impacto emocional. Otros vecinos de l’Horta Sud cuentan que han tenido pesadillas tras varios meses. A otros les llegó el golpe emocional en verano, con las vacaciones, al descansar. Hay familiares de víctimas que llevan desde entonces de baja. El aniversario de la riada, como cualquier efeméride de un momento traumático, supone un golpe.
Los menores, especialmente vulnerables
Los menores son una población especialmente vulnerable a la catástrofe. Los datos de la Generalitat Valenciana señalan que han atendido a 560 menores en l’Horta Sud, un 20% con tendencias suicidas, según trasladó el responsable de Salud Mental en rueda de prensa. Buena parte de la juventud valenciana lleva un lustro encadenando situaciones límite, empezando por la pandemia de Covid de 2020, y la dana supone un golpe especialmente fuerte. Los distintos departamentos de Salud han elaborado manuales con consejos sobre cómo afrontar situaciones extremas con menores, que pueden consultarse en el enlace sobre estas líneas o en la web de la Conselleria de Sanidad.
Javier Sarabia es psicólogo y coordinador del Congreso Nacional de Estudiantes de Psicología en la ciudad de Valencia, que este año se centra en el impacto de la DANA. De su experiencia de cinco años trabajando con niños, destaca que la riada supone un antes y un después en su desarrollo: “Aunque no puedas ponerle una etiqueta con un diagnóstico, es impactante ver la manera en la que les ha influido. Es un tema recurrente, hablan mucho en el tema de la dana. Tienen miedo. Lo notas en faltas de asistencia cuando llueve, tienen temor a la lluvia”. “Hay niños que lo han perdido todo. Hay institutos destruidos y esos chavales están dando clase en un colegio improvisado, con 30 barracones uno encima de otro”, expresa. El profesional relata que hay menores que son “plenamente conscientes” de los daños: “Cuentan que la casa de sus abuelos no tiene muebles, que han perdido fotografías… Hablan de pérdida material masiva y de la muerte con una normalidad que asusta. Están procesando algo que les vino de golpe. Han pasado por una situación muy traumática y aunque no desarrollen síntomas, cambia mucho su percepción de la seguridad y de la realidad”, destaca.
Los expertos destacan la importancia de la reconstrucción y el apoyo social: «Si un año después no tienes nada ¿qué terapia te va a ayudar?»
Para Sarabia, que es experto en voluntariado, la reconstrucción juega un papel fundamental en la recuperación emocional. “Tanto quienes han tenido una perdida humana y material no están esperanzados. Se sienten abandonados institucionalmente. Que un año después haya casas en esa situación es un abandono institucional. Muchos no son conscientes de la implicación social y no entienden cómo es posible”. Sarabia se muestra muy crítico con la lentitud y la falta de respuesta de la Administración Pública: “Sentirse respaldado por tu sociedad, por tu gobierno, hace mucho. Los niños que hacen vida más o menos normal tienen una actitud distinta a quienes viven con sus abuelos. El malestar ya se puede ver. La cuestión es cómo vaya evolucionando su situación. Si un año después no tienes nada ¿qué terapia te va a ayudar?”.
Con todo, destaca la necesidad de redes de apoyo mutuas, tanto de vecinos como del voluntariado. “Lo importante es que haya una red de apoyo, una red fuerte. Que no se sientan aislados, abandonados y una respuesta social acorde a la situación. La respuesta ciudadana ha sido mucho más decente”, señala, y cita como ejemplo iniciativas como Adopta un mayor, una red que ayuda a pedir prestaciones sociales y con voluntarios y donaciones compra muebles o contrata a albañiles para reformar domicilios dañados. Las iniciativas se presentarán en la Facultad de Psicología en un congreso que arranca el 29 de octubre.
“Sanidad me denegó la asistencia, la única solución que me dio el médico de cabecera fue empastillarme”
J. O. C. tiene 37 años y es vecina de Sedaví. El pasado 29 de octubre salvó la vida de milagro. Cuando vio que el agua empezó a entrar en su casa tuvo el impulso de tratar de sacar el coche del garaje, una decisión que por suerte pudo rectificar a tiempo, para ponerse a salvo: “Perdí la casa y el coche, pero el hecho de haber salvado la vida tanto yo como mi familia fue un alivio puesto que al final dentro de la tragedia los daños materiales se pueden reparar”.
Sin embargo, tras ese primer alivio, relata que entró en shock “al ver que en los primeros días posteriores a la riada no venían efectivos de los diferentes cuerpos de seguridad a ayudar”. Tras las primeras jornadas sacando barro de casa y de las calles empezó a notar “un dolor en el pecho que fue a más, por lo que finalmente me decidí a pedir cita en el médico de cabecera, que se limitó a darme una Diazepam, una dosis además alta para mí que nunca había tomado ese tipo de medicación, por lo que no me lo quise tomar porque tenía la casa destrozada y me hubiera quedado durmiendo todo el día”.
A las semanas, su situación anímica fue empeorando: “No paraba de llorar y no quería levantarme de la cama. Fui al médico de cabecera y pedí una cita de interconsulta con Salud Mental, pero me fue denegada sin ninguna explicación. Iba a peor, no paraba de llorar, pero por suerte reaccioné y pensé que si no me había matado la dana, no me iba a matar la postadana. Así, ante la falta de respuesta de Sanidad, me tuve que buscar la vida para recibir ayuda psicológica gratuita, ya que los daños de la riada y la falta de agilidad en el cobro de ayudas y del Consorcio, que aún no me ha pagado, me hacía inviable pagarme un psicólogo”.
Así, buscando por Internet encontró la referencia de la asociación YMCA de psicólogos que ofrecía entre 11 y 12 sesiones gratis a afectados de la dana, pero cuando las agotó, volvió al centro de salud, pidió nuevamente la derivación a salud mental, y nuevamente se la rechazaron. A cambio le recomendaron que acudiera a la Unidad de Salud Mental de Emergencias (Usme) abierta recientemente por el Gobierno.
“Tuve una reunión con ellos, son un equipo que ayuda a afectados por la dana. Desde entonces me están llevando ellos y también un psicólogo gratuito que ha dispuesto el Ayuntamiento de Sedaví. Son apoyos complementarios, para cuestiones emocionales diferentes. Desde mi experiencia y de otras personas que conozco, el apoyo que se está vendiendo en Salud Mental para damnificados desde la Conselleria de Sanidad es una mentira, o es que van desbordados y no pueden asumir más pacientes. Que yo sepa aquí hay una sola psicóloga para toda esta zona de Sedaví y Alfafar. La única solución que te dan es empastillarte y sin la supervisión de un psiquiatra. Si no te buscas la vida como hice yo, estás perdida”, lamenta.
La asistencia psicológica y psiquiátrica es una necesidad acuciante para cientos de vecinos como J. O. C. El estrés postraumático suele tardar un año en aflorar, indican los expertos, una línea de salida que está a punto de dibujarse. Pero los afectados por la dana no solo necesitan que alguien les escuche. Un relato esperanzador resulta crucial para la recuperación emocional tras la riada. También, como señalan las víctimas, la necesidad de verdad y justicia para comenzar la reparación. Pero sin recuperación material, sin proyecto que construir, el resto queda suspendido.
 
			 
			