La piedra y la luz de una bibliotecaria
Recuerdo las palabras de Lorca: «Que esta biblioteca sirva de paz, inquietud espiritual y alegría». Que así sea, porque es el legado de una mujer buena, valiente y comprometida
El día que se inauguró la Biblioteca Pública de Fuente Vaqueros, Lorca pronunció uno de los discursos más bellos que he leído. “Muchas veces, un pueblo está dormido como el agua de un estanque un día sin viento”, dijo. Ni el más leve temblor turba la ternura blanda del agua. Pero arrojad de pronto una piedra. Veréis una explosión de círculos concéntricos, de ondas redondas que se dilatan atropellándose unas a las otras y se estrellan contra los bordes. Veréis un estremecimiento total del agua, un bullir de ranas en todas direcciones, una inquietud por todas las orillas y hasta los pájaros que dormían en las ramas umbrosas saltan disparados en bandadas por todo el aire azul. Muchas veces un pueblo duerme como el agua de un estanque un día sin viento, y un libro o unos libros pueden estremecerle e inquietarle y enseñarle nuevos horizontes de superación y concordia“.
Estos días observo a mi madre recoger sus cosas del que ha sido su puesto de trabajo durante casi cuarenta años. He escrito “puesto de trabajo”, pero no encuentro término más erróneo para designar lo que mi madre deja allí. La Biblioteca Municipal de Tomares no ha sido su puesto de trabajo. Ha sido su sueño, su creación, el lugar al que ha entregado su vida con la convicción de quien sabe que trabajar por la cultura es cuidar la vida de una comunidad.
Mientras la veo guardar carpetas, meter viejos papeles en cajas, me doy cuenta de algo en lo que nunca había reparado. No soy hija única. Durante todos estos años, mi madre ha tenido otra hija, su biblioteca, a la que ha cuidado como solo se hace con los seres vivos a los que de verdad se ama.
Cuando llegó a la localidad, en 1988, apenas existía más que la intención de cumplir con la ley que obligaba a los municipios a tener una biblioteca. Se estaba llevando a cabo la rehabilitación del edificio que la alojaría pero no había fondos ni presupuesto. Entonces ella, Isabel, mi madre, se encargó de organizar una campaña de recogida de libros. Numerosos vecinos, amigos y conocidos, donaron sus propios ejemplares y así la biblioteca pudo abrir sus puertas en 1995.
Vayan ustedes a un club de lectura, observen a los usuarios de una biblioteca pública, escuchen los comentarios y reflexiones que se comparten tras una obra de teatro, una película o un espectáculo de danza. Se les llenará el corazón de esperanza porque es el sonido de un pueblo despierto. Cuando todo parece oscuro y el odio y la cerrazón parecen imponerse, la cultura siempre enciende una luz
Al año siguiente ya había conseguido una dotación presupuestaria para la compra de libros y al poco llegaron los cuentacuentos, los clubes de lectura, los talleres, las charlas, la vida.
Tras unos años, en los que compaginó el trabajo con la obtención de una segunda carrera y un máster universitarios, se convirtió en técnica de cultura y desarrolló, por primera vez, una programación cultural que, todavía hoy, es una auténtica referencia.
Lo cuento con orgullo porque pienso en mi madre como en la arrojadora de esa piedra en la quietud del estanque. En las ranas saltarinas y los pájaros que levantan el vuelo como en los pensamientos y las posibilidades generadas en tantas generaciones de asistentes a los espectáculos, al cineclub, a los talleres de pintura o escritura…
Vayan ustedes a un club de lectura, observen a los usuarios de una biblioteca pública, escuchen los comentarios y reflexiones que se comparten tras una obra de teatro, una película o un espectáculo de danza. Se les llenará el corazón de esperanza porque es el sonido de un pueblo despierto. Cuando todo parece oscuro y el odio y la cerrazón parecen imponerse, la cultura siempre enciende una luz.
Recuerdo de nuevo las palabras de Lorca: “Que esta biblioteca sirva de paz, inquietud espiritual y alegría”. Que así sea, porque es el legado de una mujer buena, valiente y comprometida.
Hoy una bibliotecaria se jubila, pero los círculos concéntricos que provocó no dejarán nunca de expandirse. No te preocupes mamá, los mantendremos a salvo, seguiremos tirando piedras al estanque tal y, como nos enseñaste, seguirán tus pájaros volando.