Las políticas que están pudriendo la sociedad

Las políticas que están pudriendo la sociedad

Asistimos atónitos a la revelación de que Mazón es una víctima del malvado sanchismo. A que el Supremo sufra un notable desprestigio con la declaración de M.A.R, el asesor de Ayuso, y su novio culpe al Fiscal General de «matarle publicamente» y no al bulo que difundieron

La sociedad española debería ser consciente de cómo el PP y sus cómplices la están pudriendo. No hay cuerpo individual o colectivo que soporte tales dosis de ponzoña como inyectan el Partido Popular, ciertos procedimientos judiciales y medios afines, y la ultraderecha política oficial. Todos ellos haciendo política, política sucia. La confluencia de varios objetivos estos días evidencia profundas anomalías. Asistimos atónitos a una nueva vuelta de tuerca en la que el presidente que abandonó a la Comunidad Valenciana en las terribles horas de una Dana que se llevó 229 vidas, para comer y charlar con una periodista, es una pobre víctima del malvado sanchismo. Y a niveles similares de ignominia, a la porquería que arrojan sobre un juicio al fiscal general del Estado que nunca debió iniciarse -dado que no hay ni indicios para ello-. La marea de fondo que se trasluce en este caso es muy preocupante.

Lo peor, si cabe, es que el PP reacciona a catastróficos fallos de gestión y al indisimulado objetivo de tumbar al gobierno con las malas artes que necesite, con una única estrategia: enmierdar la vida pública, expulsar culpas con el efecto tinta de calamar. Una ciudadanía responsable sería ya consciente de que hoy la cúspide del PP es un barco a la deriva, hipotecado por sus errores. La duda está en si el veneno inoculado todavía es reversible.  

El espectáculo de Carlos Mazón despidiéndose con un discurso cargado de mentiras y negando toda responsabilidad ha colmado el vaso de la desvergüenza, como señala Ignacio Escolar en su artículo al respecto. Mazón afirmó que la falta de ayuda en las dramáticas primeras horas fue clamorosa y sigue siendo hoy igual de clamorosa. Queríamos ayuda, la pedimos y jamás la recibimos“. Radical mentira. Lo cierto es que la UME se puso a trabajar ya cuando él estaba en el Ventorro, y llegó a sumar la participación de 1.100 soldados. Durante los siguientes días se añadieron 6.700 militares más. El enorme destrozo en las carreteras y el resto de comunicaciones se solucionó con una rapidez inusitada. A quien todos vimos pendiente en cada momento fue a Pilar Bernabé, la delegada del Gobierno. Las ayudas para la reconstrucción las usó Mazón para contratar con empresas conocidas del PP, incluso de la trama Gürtel.

El futuro gobierno de la Comunidad está en manos de Vox, a quien ya otorgó Mazón problemáticas cesiones. El partido ultra se encuentra en plena campaña electoral. De desestabilización, también. Abascal ha osado decir con toda impunidad que el máximo culpable de los daños de la dana es Sánchez (José María Aznar tambiénl, por cierto). El mensaje para el PP es que no se lo pondrá fácil. El conjunto compromete absolutamente a Feijóo. No ha controlado la crisis abierta por la gestión de la Dana, mintió cuando dijo que aquella tarde estuvo permanentemente informado por Mazón, en tiempo real, y ahora tiene la desfachatez de afirmar que el presidente valenciano ha sufrido una cacería y que “el PSOE es una organización criminal”. La deriva que lleva Feijóo es bastante penosa. Cada vez tiene menos futuro político.

Y, sin embargo, tanto el PP como sus medios de propaganda -hay que ser precisos con las palabras- siguen a piñón fijo, incluso repitiendo que lo de Mazón fue un error, su marcha una injusticia y Sánchez, en cambio, es “una mala persona”. Desde Carlos Herrera, a García Abadillo o el llamado “contenedor amarillo” del periodismo: The Objective, que va más allá. “El PSOE, dice, es una banda al servicio de un autócrata que se aprovecha del dolor para sacar rédito”. Tal cual si se estuvieran viendo ellos en un espejo.

Frente al proceso al fiscal general. también están absolutamente sincronizados el PP y sus medios. Es como si escucharan la mitad de lo que se habla en el tribunal y además le dieran una vuelta para dejarlo más presentable. Pero, aun así, ha servido para dar pistas esenciales: el personaje clave es la fiscal Lastra. Amiga de Ayuso -al punto de negarse a investigar todas las querellas por el Protocolo de la Vergüenza para las residencias- y enemiga declarada de Álvaro García Ortiz. El famoso email del abogado de Alberto González Amador lo conoció un día antes que el fiscal general y después rechazó enérgicamente que se desmintiera el bulo de Miguel Ángel Rodríguez. Sus acusaciones –que ha comprado con vehemencia la prensa afín a toda portada– han sido desmentidas por tres fiscales.

No es serio regirse por estos parámetros en algo de tal trascendencia como haberse atrevido a sentar en el banquillo al fiscal general del Estado. Aunque, claro, fue sin pruebas, como señaló el voto particular de uno de los tres magistrados que estudiaron la decisión a tomar.  

MAR es otra pieza clave. Me sumo con pasión al texto de Antón Losada. Todo él, pero sobre todo cuando destaca que “es la primera vez que quien informa lealmente a la opinión pública sobre la verdad de los hechos, se sienta en el banquillo acusado por quien mintió para engañarla y manipularla”. Y, desde luego, cuando dice que “para la historia de nuestro derecho penal queda la decisión de otorgar más valor al testimonio de un defraudador confeso y un difundidor de bulos reconocido, que a media docena de periodistas de reconocida trayectoria”.

Ante el Supremo, Rodríguez parecía en la tarde de este martes considerar al alto Tribunal como una reunión de colegas tomando una copa. Producía vergüenza ajena. Ha defendido su bulo sobre la confesión de su amigo Alberto “Quirón” porque “es una deducción lógica”, ha dicho. Más aún: ha soltado esta perla: “No tengo ninguna fuente, es un mensaje sin apoyo de ninguna fuente, soy periodista, no soy un notario que necesite una compulsa”. Esta justicia española no se fundamenta -por lo visto- en hechos probados sino por las intuiciones de un tipo bastante bocazas. Ha vuelto a insultar a ElDiario.es por desvelar el fraude fiscal del novio de su jefa. No le gustan los periodistas izquierdistas, decía, y ha calificado el mensaje del periodista que le llamó, José Precedo, como “una bravuconada más de este tipo de prensa”. Sus respuestas broncas a la abogada de Alvaro García Ortiz han sido tipo barra de bar. Flaco servicio le ha hecho al prestigio que debe tener la institución, merecería alguna reacción. Y dudosamente la tendrá, a pesar de algunas de sus afirmaciones. Prácticamente ha venido a confirmar que el Supremo estaba a su servicio, o en íntima relación.

González Amador en su turno ha acusado al fiscal general de “haberle matado públicamente” porque pasó a ser “el delincuente confeso”. Parece obviar dos importantes matices: está acusado de varios delitos y su abogado intentó un pacto por ello, los delitos están ahí. Y, sobre todo, que quien difundió esa circunstancia fue Miguel Ángel Rodríguez, el principal asesor de su novia, Isabel Díaz Ayuso, con su bulo.

Sigue siendo escandaloso que se esté celebrando un macrojuicio al fiscal general del Estado español porque le denunció un individuo, acusado de dos delitos fiscales de alta cuantía y otro de falsedad documental, al que el Tribunal Supremo prestó insólita atención. Todavía no se le ha juzgado a él, ni se han investigado a fondo actividades de mucha más trascendencia que ese secreto a voces que no reveló el fiscal general. No es propio de un Estado avanzado y limpio. Si este fuera el país que no es, y si a las altas instituciones -como puede ser la jefatura del Estado hereditaria- le preocuparan sus derivas, harían algo por solucionarlo. Esparcir excrementos como sueña hacer Trump sobre sus críticos y practican el PP y sus colaboradores lo empuerca todo. Lo envenena, lo pudre. Tanta ignominia pesa, cuesta actuar, aunque la rabia lo precise. Qué barbaridad el espectáculo diario, horario casi, de vileza, ruindad, infamia. Este menú no es sano para una sociedad.