Solo los jueces pueden acabar con el Gobierno

Solo los jueces pueden acabar con el Gobierno

Son los jueces los que van a decidir la suerte de la política española y, por lo que han venido a declarar en el pasado a más de uno de los magistrados implicados en los citados procesos no le importaría mucho que la izquierda perdiera en ese envite

El anuncio de Junts de que votará en contra de cualquier iniciativa legislativa del Gobierno es poco más que un golpe de efecto que cambia poco la compleja situación política que vive España. El mayor peligro para Sánchez, lo que podría precipitar un adelanto electoral, está en la ofensiva que contra él y su partido libra un reducido número de jueces, con el apoyo tácito o explícito de buena parte de ese colectivo. Y que, lejos de apaciguarse por la debilidad creciente de los argumentos que manejan esos magistrados, se intensifica cada día por motivos que solo pueden encontrarse en el terreno de la política.

Junts ha dejado bien claro que su ruptura con la izquierda tiene un límite: el de una moción de censura a Pedro Sánchez. Los independentistas no quieren presentarse a las futuras elecciones con el peso de haber sido el verdugo del partido que abrió las puertas a la amnistía de sus dirigentes. Y menos con el sambenito de haber facilitado la llegada del poder de la derecha en España. Y ese es un límite que no pueden superar ni podrán en los próximos dos años. Otra cosa es que, si la derecha gana las futuras elecciones generales, Junts podría establecer puentes o incluso alianzas con el gobierno conservador que surja de las mismas. Los vientos de derechas que soplan por toda Europa también corren por Cataluña y los pactos de Junts con la patronal catalana están marcados por ese signo.

Excluida la posibilidad de una moción de censura, queda el desierto legislativo al que los independentistas quieren llevar al Gobierno. La cosa no deja de ser importante, pero tampoco es decisiva para la suerte del Ejecutivo. Está claro que no habrá presupuestos, pero en el horizonte no se atisban otras iniciativas legislativas de calado o de las que dependa la suerte del Ejecutivo. Además, no está dicho que, en un determinado momento, dentro de un tiempo, la negativa de Junts a pactar algo con la izquierda vaya a ser tan férrea como lo es este jueves. Cosas más raras se han visto y en política el tiempo puede modificarlo casi todo.

En definitiva, que la salida de tono de Junts no cambia sustancialmente un panorama indefectiblemente marcado por la decisión de Pedro Sánchez de agotar la legislatura, hasta mediados de 2027, y que la oposición no tiene más remedio que aceptar como acaba de recordar a los suyos un José María Aznar que parece mandar más que nunca en su partido. Solo una decisión judicial escandalosa -como la implicación con pruebas incontestables de José Luis Ábalos en un caso importante de corrupción, o la condena del hermano de Pedro Sánchez o del fiscal general del Estado, o una acusación incontestable por graves delitos a la mujer del presidente- podrían alterar sustancialmente ese designio. La andadura de la izquierda en el gobierno podría quedar abruptamente interrumpida si se verificara cualquiera de esos supuestos.

El peligro para el PSOE, y por ende para Sumar, proviene de ese terreno. Son los jueces los que van a decidir la suerte de la política española y, por lo que han venido a declarar en el pasado, a más de uno de los magistrados implicados en los citados procesos no le importaría mucho que la izquierda perdiera en ese envite.

La obsesión del PP, y también de Vox, de ahondar todo lo posible en la corrupción socialista sería una confirmación indirecta de todo ello. Con una falta de rigor característica de la derecha española y con cada vez menos solvencia, Feijóo y Abascal solo hablan de eso y rehúyen cualquier otro argumento. En su primera intervención tras conocerse la dimisión de Carlos Mazón, el líder del PP empezó denunciando la corrupción del PSOE y así siguió casi hasta el final, cuando tuvo a bien citar que su líder regional en Valencia había dejado el cargo.

Solo al día siguiente volvió al asunto con una breve alocución en la que se limitó a pedir a Vox que tuviera la “altura de miras” necesaria para evitar un adelanto electoral en esa comunidad autónoma. Para valorar lo ridículo de tal petición, rayana en la estupidez, cabe recordar que el PP y VOX están enfrentados en una guerra abierta por los votos tanto en esa comunidad como en el resto de España, que el partido de Santiago Abascal sube sin parar en los sondeos, hasta el 19% en la Comunidad Valenciana, y que los expertos no descartan que para cuando lleguen las elecciones Vox estaría en condiciones de superar al PP.

Pedir altura de miras a quien está dispuesto a morderte en la yugular no parece lo más razonable. Y todo sugiere que la salida de la crisis valenciana -acelerada por una dimisión que nadie quería y que puede que haya sido propiciada por factores externos, ¿la reacción del Rey ante las críticas de las víctimas de la dana en el funeral entre ellos?, no va a ir por ahí.