La revolución sensorial de Lucía C. Pino convierte los objetos en armas de resistencia ‘queer’

La revolución sensorial de Lucía C. Pino convierte los objetos en armas de resistencia ‘queer’

La artista valenciana presenta en el CA2M ‘Tú, que tienes ademanes de ensueño’, su primera exposición en Madrid donde los objetos hablan de colonialismo y afectos

Lo primero que sorprende del arte de Lucía C. Pino (Valencia, 1977) es su mirada profundamente animista hacia los objetos, como si encontrara en cada uno una forma particular de alma. Esta fascinación toma forma en Tú, que tienes ademanes de ensueño [You Who Have Beautiful Manners], tercera entrega de su trilogía sobre el amor que comenzó con But if u love us (Centro Botín, Santander, 2023) y continuó con U Said ‘Stay’, So I Stayed (Galería Elba Benítez, Madrid, 2024-2025). Comisariada por Aimar Arriola, la muestra —que se podrá visitar del 6 de noviembre de 2025 al 28 de marzo de 2026 en el Museo CA2M— supone además la primera exposición individual de la artista en un museo madrileño.

Lucía C. Pino vive y trabaja en Barcelona, donde ha desarrollado una práctica artística de carácter marcadamente interdisciplinar, en la que abarca formatos diversos que van desde la escultura y la fotografía, hasta la performance, la instalación y la investigación. “El aporte de la práctica de Lucía, facilitó la entrada de nuevas perspectivas dentro del mundo artístico catalán, que estaba sobre todo atravesado por el lenguaje y la semiótica” destaca Arriola “por eso tiene muchos admiradores entre los artistas jóvenes, la ven como una artista que ha permitido de alguna manera nuevas vías de investigación”. Más allá de esta versatilidad formal, su obra destaca por crear asociaciones contrapuestas entre materiales, texturas, y estructuras, explorando siempre sus cualidades táctiles y sensoriales. 

Si observamos su obra en conjunto, la trayectoria de C. Pino se alinea con la fluidez de lo queer y destaca cómo el acto de crear es en sí mismo una performance. “Lucía pone por encima de todas las cosas la vida del material con el que trabaja, y descentraliza un poco la perspectiva humana” explica Arriola. Con una carrera sólida y proyección internacional, ha expuesto en ciudades como Sídney, Nueva York y Berlín. En 2020 fue reconocida como la mejor artista española por los premios DKV-Swab y ahora expone con unas piezas echas ex profeso para esta exposición en el Museo CA2M. “Es importante que la exposición tenga lugar aquí”, explica Arriola “por la genealogía que se ha venido desarrollando en el museo en torno a la escultura contemporánea española, con artistas como Jorge Satorre, June Crespo o Julia Spínola”. 

De la chatarrería al museo: la segunda vida de los materiales

La exposición se articula en dos ambientes diferenciados que podrían leerse, en principio, como el contraste entre la calidez del tejido y la frialdad del metal.

El espacio de lo cálido agrupa el trabajo de C. Pino vinculado a la intimidad y, como señala el comisario, a “la investigación y el diálogo con el archivo queer” que la artista trabaja vinculando con las propias experiencias que le ha producido encontrarse con esos archivos. Aquí, las piezas sugieren una sensualidad abierta y no normativa, a través de una relación entre materiales que resulta a la vez chocante y evocadora. Una materialidad cruda que, con el tiempo, termina siendo no solo familiar, sino capaz de generar una conexión sentimental con quien observa. 


Imagen general de una de las salas de la exposición de Lucía C. Pino

“Creo que esta exposición requiere tiempo para poder visitarla”, explica la artista. Y es cierto: en una segunda o tercera mirada emergen detalles delicados y amorosos hacia los objetos —remaches, apliques, cremalleras, corazones— que nos introducen en su universo. Como ese pequeño fragmento de rama incrustado en una reja metálica que parece haber pertenecido al patio de un colegio en la pieza ALLAEDINE, que activando una constelación de significados afectivos.

Pero estas piezas trascienden lo simbólico para conectar con la dimensión política de los materiales. Un ejemplo claro es el uso del denim, un tejido cargado de historia. “El vaquero es un material tan cotidiano que por su proximidad no siempre visibilizamos todo el peso histórico que arrastra —señala Arriola—. Su origen se remonta a la vestimenta de trabajo para mano de obra esclava”. A ello se suma la historia del índigo, la planta con la que se teñía, que llegó a Occidente a través del comercio colonial y fue posteriormente cooptada por la industria de la moda global. “En la obra de Lucía hay una fe en que la presencia del material dice algo de ese peso —concluye el comisario—, y nos sitúa frente a esa carga casi espectral que contiene”.

La reutilización de los materiales también se da en la parte “fría” de la exposición, donde se pueden encontrar piezas formadas por una suerte de enrejados y metales que la artista encontró en diversos lugares como chatarrerías. C. Pino lija, somete a varios procesos, trata siempre amorosamente, “trabajé todo el verano con estas piezas, dándoles una nueva vida” indica ella misma. De ese cariño nacen piezas como KARIM ROSA o ERON, acompañadas de unas cadenas que repiten el mismo gesto que en las otras dos exposiciones que forman parte de la trilogía. “He querido que durante el montaje el linóleo se instalase antes que ningún otro elemento y que contuviese por ello todas las marcas y signos del trabajo en sala” Cuenta la artista.


Otro de los rincones de la exposición de la obra de Lucía C. Pino

Lejos de plantear una división binaria, la exposición tiende puentes entre ambas atmósferas, permitiendo que las ideas fluyan libremente entre lo cálido y lo frío. Este diálogo se materializa en los reflejos anaranjados de los focos sobre el metal lijado de las rejas, o en el contraste entre el azul de algunas piezas de denim y la atmósfera sensual que emana de las fotografías de cuerpos de tonos dorados de la serie PORTE.

Dónde están los límites del arte

Esta aproximación se refleja también en el proceso creativo de la artista. “No me interesa tanto una forma determinada y su simbología, sino los materiales con los que trabajo —explica C. Pino—. Necesito explorar y aprender técnicas. Cuando trabajo pienso en todo lo que sucede: cosas del pasado, los libros que leo, las urgencias del presente. Entonces me pregunto cómo relacionarme con todo ello a través de la escultura”. Su práctica consiste, en esencia, en “lanzar conexiones entre cosas que en teoría serían dispares, pero que son presentes”.

Esta metodología deriva en una subversión constante de categorías y jerarquías, detalles que se pueden observar en la forma en la que algunas obras están enmarcadas y otras no, subrayando que los significados que asignamos a las cosas son, en el fondo, convenciones arbitrarias.

 “En general no busco una forma concreta. Las formas van apareciendo conforme trabajo los materiales”, añade y concluye: “Quiero seguir indagando en este proceso de hibridación, entre qué es escultura y qué no lo es”. Una fusión que alcanza su expresión más tangible en piezas como CADERA MIAMIA o PLISSÉ PERNERA MELAZ, donde el tejido se pone en relación con metales como el acero inoxidable aportando volúmenes determinados y se convierte en vehículo de memoria y resistencia.