Sacas y represión en la antigua prisión que el Ayuntamiento de Málaga destina a la educación privada: «Entrabas por nada”

Sacas y represión en la antigua prisión que el Ayuntamiento de Málaga destina a la educación privada: «Entrabas por nada”

Una historiadora y dos sindicalistas relatan los capítulos que han marcado el pasado de este antiguo centro penitenciario: desde una fuga de película a los años de la heroína

El Ayuntamiento de Málaga promueve un centro de enseñanza privada en la prisión símbolo de la represión franquista

Desde la antigua prisión provincial de Cruz del Humilladero hasta el Cementerio de San Rafael hay apenas un kilómetro de distancia. Miles de prisioneros hicieron ese recorrido en los años de la Guerra Civil. Se han recuperado restos esqueléticos de 2.840 cuerpos, aunque aparecen como registradas 4.471 personas como inhumadas en las fosas del antiguo Cementerio, lo que la convierte en la mayor zona de exterminio de la represión franquista en España y una de las más grandes de Europa. La mayoría murieron fusiladas contra su muro tras el paseíllo desde la cercana cárcel. Los restos exhumados hace veinte años aún no han sido cotejados con el ADN de sus familiares y permanecen sin identificar bajo la pirámide del Parque, que sigue sin completarse.

Por su parte, la prisión enfila un futuro como centro privado de formación profesional, una vez que el Ayuntamiento adjudique la parcela y las instalaciones a la oferta más ventajosa. El Consistorio pretende publicar los pliegos pretende publicar antes de final de año. De momento, cuenta con un plan, presentado por la Universidad Alfonso X el Sabio, que ha dado el pistoletazo de salida al trámite de competencia de proyectos.

La idea la rechazan los grupos de izquierda y una incipiente plataforma vecinal, además del movimiento memorialista, que denuncian su escasa sensibilidad con el simbolismo del espacio, y el “afán privatizador” del Ayuntamiento. En 2009 todos los grupos políticos acordaron destinar la prisión, ya vacía de presos, a un uso público. Pero desde que el Consistorio, gobernado por el PP, se hizo con la titularidad del inmueble, en 2012, no ha cuajado ningún proyecto, y el inmueble languidece.

Sacas diarias hacia el Cementerio de San Rafael

La prisión, de más de 14.000 metros cuadrados, fue construida en la primera mitad de los años 30, incorporando la visión humanista de la malagueña Victoria Kent, por entonces directora de prisiones de la República. Poco podía imaginar que en los años siguientes la población reclusa se multiplicaría fruto de la represión: primero de un bando, durante los meses de desgobierno que siguieron al fracaso del golpe en la ciudad; y luego, multiplicada con la llegada de las tropas fascistas lideradas por Queipo de Llano en febrero de 1937. En 1938, el propio Gobernador civil franquista denunció el hacinamiento de más de 3.000 presos en una cárcel pensada para 800. Entre ellos, Arthur Koestler, autor de El cero y el infinito, periodista y colaborador del Komintern, antes de ser enviado a Sevilla e intercambiado por Luis Bolín.

En los primeros compases tras la toma de Málaga las sacas hacia el Cementerio eran diarias. “Cualquiera que no se sumó al golpe de estado podía acabar ahí, y eso incluye a mucha gente que vuelve de La Desbandá, a quien se considera contraria”, cuenta la historiadora Raquel Zugasti, vecina del barrio, que ha estudiado a fondo los expedientes del Archivo del Juzgado Militar Territorial de Málaga.

La prisión es para muchos la antesala de la muerte. 13 de marzo de 1938: alguien lanza vivas a la República y al Comunismo durante una saca. “¡Abajo el fascismo!”, se oye. Los carceleros, la mayoría miembros de Falange no profesionales, reprimen a golpes la protesta y aíslan la galería. La sentencia se dicta rápido: de los 68 acusados de rebelión militar, 39 son declarados culpables y condenados a pena de muerte, y son ejecutados el 15 de marzo. La confirmación de la sentencia no llegó hasta dos meses después. “Al final, el juez hizo una selección indiscriminada. Son juicios sumarísimos sin garantía legal”, resume la historiadora.

La represión convirtió al penal en símbolo de resistencia y expresión de la crueldad del régimen. También de expresiones de solidaridad: “En el momento de la saca hay un muchacho que se desmaya. Los compañeros lo recogen y se lo llevan a la celda. Hay otro que está enfermo y el expediente recoge que los compañeros le preparan una cena especial”.

A mediados de los 40 abundan los guerrilleros, pero también represaliados por nivel socioeconómico, etnia u orientación sexual. Y entre los primeros, un grupo protagoniza una fuga de película: aprovechando las cámaras de aire bajo la prisión, organizan turnos para cavar durante semanas un túnel bajo la enfermería con la ayuda de herramientas hechas con el metal de los útiles de cocina. Los lidera un guerrillero de gran autoridad moral, Ramón Vía. Se fugan durante la madrugada del 1 de mayo de 1946. Escapan al menos 26: algunos murieron en refriegas con la Guardia Civil, otros fueron delatados y algunos llegaron a la sierra y murieron allí, luchando contra la dictadura.


Portada del expediente del Archivo Militar Territorial

Detenida por pintar “pan, trabajo y libertad”

La cárcel es reflejo de la evolución del franquismo y sus opositores. En los años previos a la Transición se llena de gente muy joven, incluso menores de edad, militantes de sindicatos clandestinos que esperan en prisión a que un tribunal de orden público dicte sentencia.

“En aquella época te enviaban a la cárcel por nada”, cuenta Soledad Garbero, a la que descubrieron haciendo una pintada donde se leía “pan, trabajo y libertad”. “Me tuvieron en el cuartel durante tres días, recibiendo alguna que otra hostia, sentada en el suelo, para intentar sacarme información. Luego me enviaron a la cárcel un par de meses”. De la segunda detención llegó “en volandas” al juzgado, en tan malas condiciones que el juez llamó al forense y la dejaron en libertad bajo palabra.

José Galisteo, también militante de CCOO, pisó tres veces la cárcel. La primera, en 1967, tras una acción de protesta en la Plaza de la Constitución (por entonces Plaza de José Antonio). “Estaba lo más desgraciado de la sociedad: carrilanos [gente sin casa a la que aplicaban la ley de vagos y maleantes] que pedían ayuda, algún bocadillo, jabón. También delincuentes habituales de baja estofa”. La segunda vez, por organizar la comisión obrera en Intelhorce, aunque formalmente su acusación era la habitual: propaganda y manifestación ilegal. En aquella le maltrataron en el cuartel para intentar sacarle nombres. De la tercera, en mayo del 68, salió condenado a un año y tres meses, así que huyó a Barcelona.

En los ochenta hizo estragos la heroína. “Los vecinos son testigos de cómo se lanza la droga por encima de las tapias”. Son, también, los años de plomo de ETA, que en 1991 hace explotar aquí un coche bomba que hiere a siete personas y destroza comercios, viviendas y el centro escolar contiguo. A partir de ese año, la mayoría de presos fueron trasladados a la nueva prisión en Alhaurín de la Torre, y la de Cruz de Humilladero quedó como prisión de régimen abierto, hasta su cierre definitivo en 2009.  

Salvador es un vecino que la conoce bien: pasa muchos ratos junto a la valla, por robar un coche pasó 15 días en ella en 1982, y su padre estuvo décadas proveyendo la madera para la panadería. “Es una pena que esté así, me parece muy bien que se haga algo con ella y que gente como yo pueda hacer cursillos”. Pero cuando se le dice que será privada tuerce el gesto: “Ya no saben cómo trincar”.

“Queda una labor por hacer, a nivel histórico, para valorar el tiempo de detención y cómo afecta a la vida de estas personas. La prisión es un reflejo de nuestra sociedad”, concluye Zugasti. “Es muy distópico que eso se pueda convertir en un centro educativo”. “Privatizarla es un crimen”, rechaza Garbero. Y Galisteo recuerda que la Modelo de Barcelona es hoy un gran espacio cultural con una biblioteca y un centro de la memoria. “Un centro privado de FP es inadmisible, una falta de respeto”.