El casino de Quirón
Sánchez entra en campaña electoral, acusa a la derecha de usar el dinero público para hacer negocios a costa del Estado de Bienestar y pone el dedo en la llaga de la empresa vinculada al novio de Ayuso, la que provocó la caída de Cifuentes y la que recibió más de 5.000 millones de euros de la Comunidad de Madrid en seis años
Sánchez carga contra la “oposición destructiva” y acusa al PP de “recortar los servicios públicos a cambio de favores”
Si hoy es jueves, toca hablar de corrupción. Lo pretendía el PP durante la comparecencia del presidente del Gobierno en el Congreso. Y así fue. Pero no solo de la que los tribunales imputan a Ábalos, a Koldo, a Cerdán, a Aldama, a Leire Díez… Porque la corrupción anida más allá de lo que la oposición denuncia, de lo que el PP difunde a través de sus terminales mediáticas o de lo que la UCO investiga. Corrupción no es solo, en palabras de Pedro Sánchez, cobrar mordidas o que los lobistas crucen la frontera de la ley. También es que los políticos recorten y privaticen los servicios públicos a cambio de favores o apoyos económicos del poder empresarial. Es “usar dinero público para hacer negocios inmorales y destructivos” a costa del Estado de Bienestar (sic). Es provocar a conciencia el deterioro de la sanidad, la educación o la dependencia.
Y, de repente, Quirón. ¿Les suena? Es la empresa a la que Isabel Díaz Ayuso ha transferido más de 5.000 millones de euros en los últimos seis años. La entidad con la que su pareja hizo negocios. La que provocó la caída de Cristina Cifuentes, como ella bien sabe pero calla. La que se lleva cada año un gran pellizco de los impuestos que pagan los madrileños. La gran beneficiaria del deterioro progresivo de la sanidad pública. Y la principal agraciada de la doctrina neoliberal que defiende la presidenta madrileña.
Sánchez, que ha decidido entrar ya en campaña a las puertas del nuevo ciclo electoral que abrirá en diciembre Extremadura, seguida de Castilla y León y Andalucía en 2026, se parapetó en algunos datos. Por ejemplo, que el Gobierno de coalición ha dado 300.000 millones de euros más a las autonomías y que las del PP los destinan a beneficiar a los ricos y a privatizar la sanidad, la educación y la dependencia. Habló de las cifras de Andalucía, de las de Galicia, Castilla y León o Valencia. Pero quiso poner en el centro de la diana de este modelo de gestión a Isabel Díaz Ayuso, a su pareja y al gigante de la sanidad privada. “Han convertido Madrid en un casino en el que Quirón siempre gana y los ciudadanos siempre pierden”, espetó para poner el dedo en la llaga sobre uno de los asuntos que envenena los sueños de la baronesa de la Puerta del Sol.
En materia de Sanidad, el Gobierno de España ha puesto a disposición de la sanidad pública en los últimos siete años 40.000 millones de euros. Y por eso se preguntó algo que puede generar dudas en cualquier ciudadano: si hay recursos y los gobiernos autonómicos los reciben puntualmente, ¿dónde va el dinero? ¿Por qué aumentan las listas de espera? ¿Por qué el deterioro de los servicios públicos? La respuesta se la dio él mismo: “Porque hay gobiernos autonómicos que usan el dinero de la gente para comprar el voto de las élites y hacer negocios” (sic).
Más que donde se cruzan los caminos, Madrid es, como escribió Miguel Hernández, una ciudad que vive entre el júbilo y la desolación, entre la muerte y la vida. Entre el lujo y la miseria. Entre los que se forran y los que trabajan por un sueldo mísero. Entre los que se llenan la boca de patria pero burlan al fisco y los que hacen patria con el sudor de su frente y cumplen con sus obligaciones tributarias.
Y Quirón es, en buena medida, la razón por la que la confianza de los madrileños en su sistema sanitario haya caído 23 puntos desde 2019, por la que haya que esperar hasta dos años para que a una mujer le hagan una ecografía de mama o por la que más de 360.000 madrileños se hayan visto obligados a hacerse un seguro privado. Y todo porque del dinero que Madrid recibe del Estado y destina a la sanidad acaba siempre en la cuenta de resultados de las empresas privadas.
Otro dato: una de cada tres euros del gasto madrileño en salud se deriva a los conciertos con clínicas privadas. Hay otros muchos en relación a la empresa Quirón que resumen el modelo de sociedad que la derecha defiende y que en Madrid impera desde hace lustros. Por ejemplo, que en relación a lo presupuestado por el gobierno regional para afrontar los pagos a esta empresa, en 2024, se han producido desviaciones presupuestarias de hasta un 125%. Una cifra que no aportó el presidente del Gobierno, pero que aparece en las liquidaciones del presupuesto consolidado y los gastos de la Cuenta General de Comunidad de Madrid sin que Manos Limpias, Hazte Oir o cualquiera de las organizaciones ultraderechistas, que acostumbra a presentar querellas por los asuntos más estrambóticos, hayan movido un dedo al respecto.
En relación a Quirón hay un patrón de gestión presupuestaria que se repite desde hace años en la Comunidad de Madrid y que pasa por una práctica reiterada. Primero, se estima una previsión de gasto a la baja (presupuesto inferior al necesario o adecuado). Después, se ejecutan modificaciones crediticias que duplican o triplican los importes aprobados por la Asamblea autonómica. El resto es bien sabido.
Alberto González Amador en el juicio contra el fiscal general
Un análisis de los últimos cinco ejercicios confirma un modus operandi en la ejecución presupuestaria de las partidas que la Comunidad de Madrid destina a las concesiones hospitalarias del grupo sanitario. En 2021, 2022 y 2024, el exceso de gasto al crédito inicial superó con creces el 100% mientras que en 2020 (año de la pandemia) y 2023 las desviaciones fueron más moderadas, aunque reflejaron igualmente aplicaciones de crédito no previstas en el presupuesto inicial. Entre 2020 y 2024, los cuatro hospitales de concesión privada acumularon una sobreejecución agregada de más de 3.300 millones de euros respecto al crédito inicialmente autorizado en la Cámara regional. La Fundación Jiménez Díaz registró una desviación del 93%; el hospital Rey Juan Carlos, del 210%; el Infanta Elena, del 207% y el Villalba, del 148% en el año 2022.
El patrón que sigue el gobierno de Ayuso demuestra la infrafinanciación sistemática en los gastos de los hospitales de concesión privada para luego inflarlos al margen de la fiscalización parlamentaria. Un comportamiento que distorsiona el principio de transparencia, oculta el verdadero coste de la sanidad privatizada en Madrid y evidencia un déficit estructural de planificación y de control sin que nadie rinda cuentas por ello. Y, todo ello, mientras la Comunidad de Madrid oculta el dato de 2024 sobre las derivaciones de pacientes desde los hospitales públicos a los privados de Quirón, que en 2021 fue de 160.837 enfermos; en 2022, de 188.472 y en 2023, de 202.561.
Que Ayuso es Quirón y que su modelo y las cifras invitan a algo más que a la sospecha es una realidad que subyace en el dinero que destina al gigante sanitario, en los negocios de su pareja, a quien investiga la justicia, y en la relación que su consejera de Sanidad, Fátima Matute, ocultó que mantenía con la citada empresa. ¿Acaso fue un despiste declarar que trabajó en un hospital público hace 20 años, pero obviar, en su ficha oficial del Portal del Transparencia, que sus últimos 17 estuvo en nómina de Quirón?
Corrupciones hay muchas, en efecto. No todas están en las páginas de los diarios, ni en la apertura de los informativos, ni en los juzgados, ni en las tertulias televisivas, ni en las sesiones parlamentarias. Hay datos, como los aportados en estas líneas, que justificarían lo contrario, pero quienes se erigen en adalides del llamado periodismo de investigación han decidido que corrupción es que una asesora de Begoña Gómez enviase un correo electrónico en nombre de la esposa del presidente del Gobierno o que el hermano de Pedro Sánchez residiera unas semanas en La Moncloa.
Pues va a ser que el periodismo no es siempre el oficio más bello del mundo, como dijo García Márquez o que los cínicos sí sirven para este trabajo porque algunos caraduras han decidido, en su día a día, desvalorizar el periodismo y practicar el silencio selectivo.
Así andamos.