La charla de cinco minutos que puede cambiar la educación sexual en casa
Comentar una noticia a la semana sobre sexualidad en la mesa del desayuno puede ser la clave para educar con naturalidad y sin tabúes: “Las conversaciones no tienen que ser largas, tediosas o técnicas; hay que normalizarlas”
Consultorio – “Me siento juzgada como abuela cuando cuido a mis nietos, ¿cómo lo hablo con mi hija para evitar conflictos?”
Una madre hojea el periódico del domingo mientras su hijo de ocho años moja el cruasán en la leche. “Anda, ¿sabías que en algunos países ya enseñan en el cole lo que significa el consentimiento?”, comenta ella, leyendo una noticia breve.
El niño levanta la vista, curioso. “¿Qué es eso?”. Lo que sigue no es una charla solemne ni una clase improvisada, sino una conversación ligera, casual, que se interrumpe para reírse de un chiste o hablar del partido del sábado. Pero lo importante ya ha ocurrido: hablar de sexualidad ha dejado de ser un tabú.
Esta escena ilustra la propuesta que el terapeuta estadounidense Steven Ing lanzó en septiembre de este año en su artículo Un hábito semanal de cinco minutos que lo cambia todo en la educación sexual, publicado en Psychology Today.
Ing sugiere en su texto que bastan unos minutos a la semana para crear un espacio de confianza donde los niños aprendan que la sexualidad es parte natural de la vida. No se trata de dar lecciones ni sermones, no hay que encontrar “el momento adecuado”, sino aprovechar una noticia, una película o la letra de una canción para abrir el diálogo y escuchar qué piensan ellos. Con el tiempo, esas pequeñas conversaciones sumarán cientos de momentos que marcarán la diferencia.
Para chequear la idoneidad o no de esta propuesta de Ing, preguntamos a dos especialistas en educación sexual de nuestro país su opinión al respecto.
La educación sexual no tiene que empezar en la adolescencia
“Las conversaciones sobre educación afectivo-sexual no tienen que ser largas, tediosas o técnicas, sino que hay que normalizarlas”, explica el psicólogo y sexólogo clínico Alejandro Villena. “Hacerlo de esta forma permite tener una conversación distendida sobre el tema, lo cual es fundamental para prevenir la vergüenza o la sensación de rareza cuando se habla de ello”, añade.
La educación sexual debe integrarse como cualquier otro ámbito de la educación básica y de la crianza
Por su parte, la educadora sexual Laura Ferrer coincide: “El modelo tradicional de la ‘charla específica’, ese momento solemne de ‘tenemos que hablar’, está obsoleto y ha demostrado ser poco eficiente”. Y añade: “La educación sexual debe integrarse como cualquier otro ámbito de la educación básica y de la crianza”. En su opinión, hablar de sexualidad no es una conversación aislada, sino un hilo que atraviesa la educación emocional, el respeto, la empatía y el conocimiento del propio cuerpo.
Hablar desde la infancia
La realidad digital ha cambiado los tiempos, explica Ferrer. La exposición a la pornografía puede llegar antes de los diez y el acceso a redes sociales se produce cada vez más pronto. “Esperar a la adolescencia para hablar de sexualidad supone ser reactivo y no preventivo”, advierte Ferrer. “La educación sexual debe ser proactiva y continua desde la primera infancia”.
Villena lo resume con claridad: “Los beneficios de hablar desde edades tempranas son muchos: se previenen enfermedades de transmisión sexual, actos de violencia sexual o la adicción a la pornografía, y se fomenta una sexualidad sana, libre y consensuada”.
Además, esas charlas tempranas ayudan a desarrollar un pensamiento crítico frente a los mensajes distorsionados que los menores reciben en Internet. “Al final, van a vivir su sexualidad de una manera más saludable y auténtica”, añade el sexólogo.
Consecuencias de los silencios del pasado
Uno de los principales obstáculos que podría encontrarse esta técnica de introducir la educación sexual en la vida familiar es, sin duda, el reparo que todavía tienen muchos padres a la hora de hablar de estos temas con sus hijos.
Las familias no han tenido educación sexual en casa y muchas veces lo acaban tratando desde la culpa o la vergüenza
La razón de esta incomodidad es, en opinión de los expertos, que ellos crecieron en el silencio. “En lugar de información y diálogo, lo que vivieron fue tensión y evasión”, recuerda Ferrer. “El simple hecho de que se evitara el tema ya educaba: asociábamos la sexualidad con lo prohibido, lo vergonzoso o lo negativo”. Esa herencia explica el miedo y la incomodidad actuales.
Villena apunta a otra causa: la falta de referentes. “Las familias no han tenido educación sexual en casa y muchas veces lo acaban tratando desde la culpa o la vergüenza”. De ahí que, cuando intentan hablar, lo hagan tarde y en un tono negativo, centrado en el peligro o el control, en lugar de en la curiosidad o el placer saludable. “También hay sesgos de género”, añade. “Se trata de una manera a las chicas y de otra a los chicos, eso contribuye a perpetuar algunos estereotipos de género con respecto a la sexualidad”.
Los errores más comunes
Entre los fallos más habituales que suelen cometer las familias cuando intentan educar sexualmente hoy en día, Ferrer destaca “la tendencia a interrogar al menor”, algo que puede provocar un cierre comunicativo y desconfianza. “Cuando se le presiona con preguntas directas, el menor se bloquea y se refugia en evasivas. Y, por otro lado, delegar la educación sexual en sus amistades o en Internet implica perder la oportunidad de transmitir unos valores y un contexto valiosos”.
Si la conversación existe desde siempre, el adolescente sabrá que puede acudir a su familia sin miedo ni juicios
También es frecuente, dice, “el error de timing”. Muchas familias esperan a que el tema “toque” en el colegio, pero para entonces la realidad ya va por delante. “Si la escuela ofrece la primera charla a los 15 años, llegamos tardísimo. La educación sexual debe empezar años antes, en casa y de forma natural”.
Villena añade otro tema recurrente: “A menudo se habla solo cuando hay un problema”, explica. “Y no se trata de apagar fuegos, sino de crear un clima de confianza previo. Si la conversación existe desde siempre, el adolescente sabrá que puede acudir a su familia sin miedo ni juicios”.
Padres ausentes, madres sobrecargadas
Otro desequilibrio señalado por los expertos es la habitual falta de implicación de los hombres. “La educación sexual recae mayoritariamente en las madres”, observa Ferrer. “Los padres se mantienen al margen, y eso priva a niños y niñas de referentes masculinos que eduquen en valores de respeto, consentimiento y autocuidado. Si no lo hace el padre, lo hará un influencer”.
Cómo crear un espacio de conversación real
Según la educadora sexual, para hablar de sexualidad en casa, basta con tener en cuenta tres pilares: formarse, sanar la propia relación con el tema y aprovechar las oportunidades cotidianas. “Es esencial que padres y madres se informen sobre qué temas son pertinentes en cada edad y, sobre todo, que se anticipen a la realidad digital”, explica. En su opinión, no hay que esperar al momento indicado según el manual: si un menor ya ha estado expuesto a ciertos contenidos, es el momento de hablarlo.
Ferrer también insiste en mirar hacia dentro: “Todo lo que vivimos en la infancia (los silencios, los tabúes, las incomodidades) influye en cómo transmitimos la sexualidad. Si no resolvemos esos miedos, los heredarán nuestros hijos”.
Finalmente, anima a seguir lo que señalábamos al inicio de este artículo, aprovechar cualquier momento del día: una noticia, una escena de película o incluso un comentario en la calle, como punto de partida natural para hablar de respeto, cuerpo o consentimiento.
Todo lo que vivimos en la infancia (los silencios, los tabúes, las incomodidades) influye en cómo transmitimos la sexualidad
El psicólogo y sexólogo Álvaro Villena propone lo mismo, y lo baja a un terreno más práctico. “Se pueden generar espacios para hablar de forma relajada, como un cinefórum familiar una vez al mes o incluso un buzón de preguntas anónimas en casa o en el colegio”, sugiere. “También funcionan los recursos adaptados a su edad —un podcast, una canción o un cómic—”, el propio Villena es autor de uno titulado El Tiburón de Internet (Editorial Sentir), que trata sobre los peligros de la red. “Siempre que estén supervisados por los adultos y se comenten juntos. Lo importante es que la conversación esté viva, no que sea perfecta”, concluye.
En su artículo Steven Ing calculaba que si una familia comenta una noticia sobre sexualidad una vez por semana, acumulará más de 500 conversaciones antes de que el hijo cumpla los 18 años. Cinco minutos cada domingo que pueden cambiar por completo la manera en la que una persona se relaciona con su cuerpo, sus emociones y los demás.
Ferrer lo resume en una frase que podría servir de epílogo: “Hablar de sexualidad desde la infancia es la mejor inversión que podemos hacer. Es enseñar a vivir bien”.