«Nuestra» RTVE

«Nuestra» RTVE

Cualquier gobierno que de verdad esté preocupado por la polarización de la sociedad, la difusión de bulos, la calidad de la información y la fragilidad de la democracia debería ayudar a fortalecer la radio y la televisión públicas y a mantenerlas lo más lejos posible del poder político

Los redactores de informativos de RNE piden por carta a la dirección que deje de “desguazarse” la radio pública

En el Reino Unido, la crisis en la BBC por las dimisiones de sus líderes y el debate sobre sesgos, imparcialidad y la campaña de algunas voces extremas contra la radiotelevisión pública están estos días en la Cámara de los Comunes, en la revista cómica Private Eye y en los tabloides en el supermercado. Se han pronunciado el primer ministro, la líder de la oposición, los defensores, los críticos, los periodistas, los ciudadanos de a pie. El futuro es incierto, pero importa. El líder de los liberaldemócratas hablaba este miércoles en el Parlamento orgulloso de “nuestra BBC” contra los ataques y posible querella de Donald Trump

Justo esta semana también, los periodistas de informativos de Radio Nacional han publicado una carta de protesta por “el desprecio” a su plantilla en medio de fichajes externos con falta de experiencia en la radio, marcados por “discursos sesgados incompatibles con una radio pública”, los fallos y el recorte de recursos para los equipos profesionales de la casa. “La radio se está desguazando por momentos y sin sentido”, dice la carta de trabajadores que, además, están siendo “regañados” por ir vestidos de negro los viernes como símbolo de protesta. 

El panorama que describen de mezcla de opinión e información, contratación de recursos externos para hacer programas y decisiones sin explicación que vienen “desde arriba” coincide con el patrón que también hemos visto de manera acelerada en la televisión pública en el último par de años. Una televisión pública dominada por las tertulias, los presentadores de tono partidista que cada vez se parecen más a la peor versión de las televisiones privadas y las productoras externas mientras arrincona a los profesionales de la casa dedicados a la información.

Pero, ¿dónde está la indignación? ¿Dónde está el debate? ¿Por qué ni políticos ni ciudadanos piden cuentas de lo que está pasando con algo tan importante como la radiotelevisión pública?

Hay un mundo de diferencias con el modelo de la BBC, cuyo estatuto garantiza la autonomía del Gobierno de turno y obliga a reglas públicas y claras de imparcialidad y estándares profesionales aunque el sistema no siempre funcione. Una de las diferencias con España es la relevancia cultivada durante décadas que todavía tiene la radiotelevisión pública en la vida común y lo que le importa a los ciudadanos, aunque sea para criticarla.

La mayoría de los ciudadanos confían en las noticias que ven, oyen y leen en la BBC -de hecho, más que en ningún otro medio en el Reino Unido y también en Estados Unidos- y ha conseguido que la confianza llegue de personas de toda inclinación ideológica, algo cada vez más difícil en estos tiempos fragmentados y partidistas. Otra de las medidas que más llama la atención es el alcance de la BBC en todas sus versiones. La BBC llega al 61% de la audiencia entre la radio y la televisión convencionales y las múltiples plataformas; en el caso de RTVE, es solo el 30%, el dato más bajo entre los 15 medios públicos analizados en Europa por el Instituto Reuters para el estudio del periodismo de la Universidad de Oxford.

Cualquier gobierno que de verdad esté preocupado por la polarización de la sociedad, la difusión de bulos, la calidad de la información y la fragilidad de la democracia debería ayudar a fortalecer la radio y la televisión públicas y a mantenerlas lo más lejos posible del poder político. 

En España, por desgracia, estamos viendo cada vez más justo lo contrario tanto por parte del Gobierno nacional como de los gobiernos autonómicos. La manipulación de unos sirve para justificar las interferencias de otros en una espiral peligrosa. El beneficio a corto plazo que tal vez saquen los partidos políticos en el poder costará caro a todos. Pero el cuidado de la cosa pública común no depende solo de los políticos. Faltan más ciudadanos a los que les importe, más ciudadanos que hablen de “nuestra” RTVE.