La extrema derecha trata de colarse en las mentes de los jóvenes: ¿qué hacemos ahora?
Encuestas y estudios recientes apuntan a que la población joven se siente más atraída por posturas más conservadoras, pero los expertos piden no caer en el alarmismo ante una realidad compleja: «Interesa que perdamos la esperanza»
El ‘tour’ universitario de Vito Quiles que ha acabado en disturbios: “El conflicto, no la charla, es el verdadero evento”
Solo hace falta una búsqueda rápida. “De derechas, porque quiero un país que premie al que trabaje y no al que no hace nada”. “Imagínate ir de feministas y votar a un partido político que baja las condenas a violadores”. “De derechas porque amo mi bandera”. TikTok está plagado de vídeos que reproducen proclamas de extrema derecha: mensajes simples, pero eficaces, con miles de ‘likes’ y cuyos protagonistas en muchas ocasiones son personas jóvenes —muchos de ellos, menores—. La tendencia muestra un síntoma común: el hartazgo de una generación que siente que no tiene oportunidades. A esto hay que sumarle un algoritmo que premia ese discurso, intereses políticos y una preocupación que resuena a momentos pasados: ¿son las nuevas generaciones cada vez más de derechas? Y, en ese caso, ¿qué podemos hacer ahora?
Según la última encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) de este año, los jóvenes varones de entre 18 y 24 años prefieren líderes de extrema derecha, como Santiago Abascal, mientras que los mayores de 65 prefieren a líderes de partidos tradicionales para presidir el Gobierno.
Sin embargo, las personas que investigan este fenómeno piden no dejarse llevar por las encuestas. Como tantas otras cosas, esto tampoco parece tener una explicación sencilla y hay muchos intereses para que la sociedad baje los brazos y se rinda ante la expansión de las posiciones más conservadoras.
Abascal supera a Sánchez como favorito para presidente entre los jóvenes
Evolución del % de respuesta promedio trimestral entre enero de 2024 y octubre de 2025 a la pregunta: «¿Quién preferiría que fuese presidente del Gobierno?» según el grupo de edad de los encuestados
Fuente: CIS
Hemos hablado con expertos de diferentes campos para tratar de arrojar luz sobre este asunto.
¿Qué está pasando?
¿Realmente los jóvenes se acercan cada vez más hacia posturas más conservadoras? En parte sí, pero con matices. Los expertos coinciden: hay una parte de los chavales, especialmente los hombres, que se sienten apelados por postulados más conservadores, pero eso no significa que toda una generación sea de derechas.
“Los estudios nos dicen que una parte de los jóvenes”, asegura Isa Duque (@lapsicowoman), autora de Acercarse a la generación Zeta, “en concreto, una parte de los hombres jóvenes españoles, cuando se les hace preguntas sobre la aceptación de ideología relacionada con extrema derecha y en contra del avance del movimiento feminista, responden positivamente”.
La politóloga Anna López Ortega, autora de La extrema derecha en Europa, lo resume: las conclusiones de encuestas y estudios no indican que tengamos una generación de extrema derecha, “sino que hay una parte del discurso de extrema derecha, el del hartazgo, que conecta con el malestar juvenil. Muchos jóvenes no se identifican ideológicamente con la extrema derecha, pero sí con esas narrativas que se presentan como rebeldes frente al sistema. Es una trampa comunicativa muy eficaz”. No es casualidad que la gira del agitador ultra Vito Quiles sea por universidades, en las que se presenta sin pedir autorización para luego denunciar una campaña de “censura” del sistema en su contra.
Tanto los expertos como los datos destacan que hay una diferencia entre mujeres y hombres: “Hay un salto ideológico en las formaciones entre chicas y chicos”. Aunque ellas puedan ir virando también hacia el conservadurismo, “la predisposición a la escucha y la empatía está mucho más presente. La derecha ha sabido ofrecer un espacio de hermanamiento a los chicos en un contexto en el que ya no tenemos muy claro cómo ser un hombre o una mujer de verdad”, añade Iván Gombel, experto en género y diversidad, que destaca que, en general, los que simpatizan más por la extrema derecha son ellos.
También hay cambios si se tiene en cuenta la clase social: donde más crece la extrema derecha es en los hogares con ingresos más altos, aunque en el caso de los más jóvenes (de 18 a 24 años) también aumenta su porcentaje de votos en los hogares con menores ingresos (menos de 1.800 euros al mes).
Esta inclinación que muestra una parte de los grupos más jóvenes la estudian sociólogos como Luis Miller, investigador del CSIC: “Lo apreciamos también en estudios cualitativos [no solo en datos cuantitativos], esta tendencia la observamos incluso en jóvenes antes de los 18 años”. “Lo que más nos preocupan son aquellos que van a acudir a votar”, añade por su parte el también sociólogo Antonio Álvarez de Benavides.
«No tenemos una generación de extrema derecha, sino que hay una parte del discurso de extrema derecha, el del hartazgo, que conecta con el malestar juvenil. Muchos jóvenes no se identifican ideológicamente con la extrema derecha pero sí con esas narrativas que se presentan como rebeldes frente al sistema, es una trampa comunicativa muy eficaz»
Otro aspecto fundamental es el de la polarización y la normalización de la ultraderecha, que no solo se da entre los más jóvenes, sino en toda la sociedad. “No hay que predisponer nuestra comprensión de la juventud negativamente como si los jóvenes fueran machistas, pero la gente adulta no”, indica Iván Gombel.
Y esa polarización en ocasiones se une a la tendencia de la juventud de ser contestatarios, de retar el status quo: “En este momento, por desgracia se entiende como contestatario volver a recuperar unos posicionamientos más conservadores”, argumenta Fernando Herranz, especialista en estudios de género de la Universidad de Alicante, que pide no olvidar esos otros jóvenes que viran hacia el lado opuesto: “Una parte importante de la juventud ha abrazado posicionamientos más progresistas, saben identificar mejor las violencias, hay una polarización en ese sentido”.
¿Qué papel juegan las redes sociales en la radicalización?
Ya en 2023, Vox arrasó en plataformas como TikTok: a pesar de tener menos de la mitad de seguidores que Unidas Podemos, sus cifras de visualizaciones triplicaban a la de la formación de izquierdas. Dos años más tarde, la diferencia es notable: el partido de Santiago Abascal arrasa respecto a los demás en cuanto a seguidores y ‘me gusta’. También en Instagram: el único que llega al millón de seguidores es el partido de extrema derecha.
“La extrema derecha lleva años adaptando su discurso y sus códigos al lenguaje de los jóvenes”, explica Anna López. De hecho, fueron los primeros en tener presencia en redes sociales e internet y ahora han comprendido que deben copiar la estrategia de sus colegas de otros países, como Francia. “Instrumentalizan las redes mejor que los partidos tradicionales”, explica Anna. Según explica, a través del humor, los memes o la cultura pop “despolitizan su mensaje y lo hacen digerible”.
Entienden los algoritmos y hablan el lenguaje de las nuevas generaciones, escapando de consignas políticas y resignificando conceptos: “En cambio, la izquierda suele ir varios pasos atrás con un tono a veces moralizante o institucional”. Pero es que, además, la extrema derecha cuenta con influencers y todo un “ejército” de usuarios en redes sociales. “Han convertido las redes en su hábitat natural”. El objetivo: moldear la conversación pública con la ayuda, además, de los propios dueños de las redes sociales.
La extrema derecha lleva años adaptando su discurso y sus códigos al lenguaje de los jóvenes. Usan recursos como el humor para despolitizar su mensaje y hacerlo digerible. Ya no necesitan hablar de nación o raza. Hablan de libertad de expresión resignificando el concepto, de sentido común, de ‘anti woke’, en cambio, la izquierda tradicional suele ir varios pasos atrás con un tono a veces moralizante o institucional que no conecta con las nuevas generaciones
“En las redes sociales se puede crear contenido rápido que esté cargado de bulos y mitos y que también conecte con tus emociones, malestares o soledades”, comenta la psicóloga Isa Duque. Y en un momento de búsqueda de respuestas como es la adolescencia y la juventud, los chavales recurren a ellas. ¿Y qué encuentran? Contenido que apela a su identidad [como hombres, generalmente] y que les ayuda a reforzar su sentimiento de pertenecer a algo, de sentirse entendidos y no juzgados.
Este aspecto se ve en aquellos estudios que investigan la llamada ‘manosfera’, esos espacios de internet en los que los hombres diseminan mensajes misóginos y que dan a entender a los más jóvenes que si se esfuerzan lo suficiente pueden llegar a ser hombres “de éxito” dentro de la lógica neoliberal. “Cuando se habla del poder de las redes sociales, lo planteamos mal. Los chicos tienen incertidumbres y encuentran en esos contenidos respuestas. Además, encuentran respuestas muy radicales y vehementes que encajan en esa socialización de género, lo que necesitan para volver a sentir que su vida no se está yendo de las manos”, explica el psicólogo Iván Gombel.
¿Qué hemos hecho mal?
De las palabras de los expertos se extrae un gran punto en común agravado en muchas ocasiones por no hacer autocrítica: la falta de expectativas. Tras la crisis de 2008 y con las que vinieron después, toda una generación ha crecido asumiendo que el futuro pinta muy mal para ellos. Y esos chavales no han visto sus preocupaciones recogidas ni escuchadas por las instituciones, que en muchos casos, además, se encargan de señalarlos, como ocurrió durante la pandemia.
Más de diez años después del 15M, “los jóvenes hacen el mismo diagnóstico, nombran los mismos problemas —el acceso a la vivienda, emancipación económica…— con la diferencia de que ellos ya son conscientes de que no van a lograr eso. Por eso no creen en las instituciones. La izquierda no ha sabido dar respuesta a esos problemas”, explica Álvarez de Benavides. En la misma línea sigue Luis Miller: no son solo las batallas culturales. “Es una cuestión más de que no tenemos resuelto el futuro que se nos cayó en 2008”.
Un grupo de jóvenes seguidores de Vox asisten a un acto con Santiago Abascal en Las Palmas de Gran Canaria
“La juventud es una etapa compleja y mal gestionada por las personas adultas, lo que en algunos casos lleva a evitar el acompañamiento emocional, lo que hace que los jóvenes busquen respuestas en otros espacios”, añade el psicólogo Iván Gombel, que también reflexiona sobre lo que se ha hecho mal por parte del discurso progresista.
La psicóloga Isa Duque pone un ejemplo con el caso de los programas de género dirigidos a los más jóvenes: “No podemos mirar a los hombres jóvenes con la etiqueta de micromachistas. Podemos hacer mucho bien y mucho mal con una palabra que le digamos a una persona joven”. Lo que puede llevar a algunos jóvenes a sentirse atacados y caer en espacios de la ‘manosfera’.
¿Y qué hay de los partidos políticos? “Si hablamos de jóvenes hablamos de radicalidad. ¿Cuál es la propuesta radical ahora mismo de la izquierda para los jóvenes?”, plantea el sociólogo Luis Miller. En la misma línea, Iván Gombel se plantea “qué nos propone en positivo la izquierda, aparte de tener miedo a la extrema derecha”.
¿Y qué podemos hacer?
Escuchar y empatizar, incluso aunque nos horrorice lo que escuchamos. “Sobre todo, intentar abandonar el discurso de la moralidad alta, eso puede ayudar a generar más reacción que otra cosa”, añade el experto en estudios de género Fernando Herranz.
¿Y desde la familia? “Si vemos que a nuestra criatura en cuanto saltan temas como los de la igualdad de género se le activa un resorte emocional de rabia, es que ya ha habido muchas cosas que se le han colado, ese enfado es un antifeminismo que tiene mucho que ver con la mediatización de los avances de igualdad”, explica el psicólogo Iván Gombel. La primera reacción suele ser quitar el móvil, pero no es lo más recomendable.
No estamos ante una juventud fascista sino ante una juventud precarizada, frustrada y bombardeada por mensajes reaccionarios muy bien diseñados. Hay que crear espacios de comunidad, de militancia y de cultura popular
Por eso, otro punto importante es la alfabetización mediática, una asignatura pendiente para la politóloga Anna López y clave para enseñar a ser críticos ante los bulos. Y, por parte de los partidos progresistas, intentar amoldar más su discurso —especialmente en redes sociales— a las generaciones más jóvenes para conectar con ellas. “Las redes no se mueven por los datos, sino por la identidad. Si no generamos contenidos que hablen de pertenencia a través del humor y la autenticidad no se logrará disputar ese terreno”, añade la politóloga.
También es importante comprender que el contexto cambia, y por ello también deben cambiar las estrategias cuando se trata de formar a los más jóvenes. “No me interesa que sepan la definición de feminismo, me interesa que las prácticas feministas las vivan en esas dos horas, crear espacios para la reflexión conjunta y el diálogo”, argumenta la psicóloga Isa Duque. “Muchas veces pienso que para qué le puede estar sirviendo a este hombre joven el discurso de [Amadeo] Llados, por ejemplo. Tener claro que aunque digan algunas frases punkies luego en realidad las prácticas no son tan así”.
Vox vive del pesimismo. También vivieron de ello en su momento las extremas derechas de principios de siglo: plantean un escenario en el que ellos son los rescatadores
De nuevo, el punto común de los expertos es uno: dejar de simplificar. “No estamos ante una juventud fascista sino ante una juventud precarizada, frustrada y bombardeada por mensajes reaccionarios muy bien diseñados. Hay que crear espacios de comunidad, de militancia, de cultura popular”, añade Anna López.
¿Hay motivos para la esperanza?
Sí. De hecho, se debe huir de los discursos alarmistas: hay que tener esperanza y hay motivos para tenerla, dicen las voces consultadas. “Vox vive del pesimismo. También vivieron de ello en su momento las extremas derechas de principios de siglo: plantean un escenario en el que ellos son los rescatadores”, asegura el sociólogo Antonio Álvarez de Benavides. “Interesa que perdamos la esperanza”, añade Isa Duque.
Por su parte, el también sociólogo Luis Miller considera que si se atajara esa herida común de toda una generación, esa precarización, si los gobiernos comenzaran a hablar más de los problemas materiales y a escuchar esas peticiones de los más jóvenes, la situación podría ser distinta.
La página web ‘Broders’ ofrece a los hombres jóvenes un espacio seguro para charlar y transmitir sus dudas
Esa esperanza también se ve en otros grupos de jóvenes que defienden posicionamientos más igualitarios. “Esa juventud ha visto la fuerza del feminismo”, asegura Fernando Herranz, “siempre hay que mantener ese grano de esperanza porque siempre ha habido un resurgimiento” de ese tipo de movimientos. “Incluso en las posiciones más oscuras hay que seguir imaginando esa utopía. Igual que no condenamos a las personas adultas, no podemos hacerlo con los jóvenes”, asegura.
Los adolescentes y jóvenes no están bien. Han encadenado crisis de todo tipo desde que tienen memoria, han vivido guerras e incluso una pandemia. Tienen frente a ellos un panorama que no es halagüeño, con el cambio climático, la imposibilidad de acceder a una vivienda y una extrema derecha que intenta cada vez más acercarse a ellos. “Si sienten desafección es porque el sistema no les ofrece futuro ni escucha. Hay que invertir en políticas que devuelvan la esperanza”, con voces y referentes que hablen desde la empatía y ofrezcan posibilidades. Como concluye Anna López: “Ellos no son el problema. Son el síntoma”.
Gráficos de Ainhoa Díez.