Vivienda o nazis
Los de Abascal ya han puesto su cartel de ‘se alquila’ en la fachada de la crisis habitacional, con Hernández Quero de portero que abre la puerta a mileuristas ahogados en alquileres e hipotecas variables
En esta misma columna nos hemos reído del tema mientras hemos tenido razón: a Vox no les van a votar en los barrios obreros mientras vayan por ahí con ese aliento a pacharán, esas pintas de venir de montería y esos apellidos wikipediescos con puntos y guiones como un telegrama en morse. No era la intención inicial –gobernar– con la que nació este partido, por lo que la constitución en sujeto político de la España de los caciques solo servía para fijar el timón del partido de la derecha verdaderamente heredero de Moncloa –el PP– y no desorientarse con las nieblas del progreso. Todavía recuerdo a Alejo Vidal-Quadras en La Sexta Noche presentando el partido para las europeas de 2014, donde exponía al partido como una escisión conservadora de los populares que querían alejarse del estigma de la corrupción. Al menos, así querían mostrarse al mundo, porque el balazo en la cara que recibió Vidal-Quadras hace dos años parecen haber dejado trapos sucios al descubierto. Pero no lo sé, porque los conspiranoicos son ellos.
Y siempre he estado bastante sereno con ese asunto, porque el fachalequismo de pulsera y capote, la aporofobia ventrilocuando el racismo, la liturgia del agravio permanente que necesita inventarse enemigos para no mirarse al espejo, toda esa ruidosísima maquinaria emocional pertenece únicamente al ámbito de lo identitario. Y lo identitario es un capricho pequeñoburgués, que por lo general suele tener un calado marginal en las clases populares, más allá del lumpen aspiracional que fantasea con ascender a golpe de obediencia o de quienes sienten una inexplicable devoción por los uniformes de la Policía Nacional; gente que, por alguna razón, detesta a todos los funcionarios excepto a los que pueden pegarles un tiro.
La cuestión es que la llegada de Carlos Hernández Quero a la portavocía de Vox ha dado un giro a la comunicación del partido y no sé hasta qué punto un viraje ideológico hacia el lepenismo. El nuevo portavoz de la formación ultraderechista ha apuntado a los fondos extranjeros para hablar de vivienda y el tipo suena hasta razonable, seguramente porque es la primera vez que puede escucharse a Vox quejarse de algo que tenga sentido. El trasfondo es otro, claro, pero el trasfondo cada vez importa menos. El apocalipsis inmobiliario que Ayuso está ejecutando en la Comunidad de Madrid ha hecho tan rentable votarla para las clases altas que hasta Vox se está apuntando a hacerle la oposición desde esa brecha que la izquierda, tras siete años en Moncloa, no ha sido capaz -o sea, que no le ha salido de las narices- atajar.
El ministro Óscar López tuvo la ocurrencia de tuitear la foto de una placa del Instituto Nacional de la Vivienda de Falange diciendo que así serían las cosas si Abascal llevara vivienda, “como ha deseado hoy Feijóo”. Este mensaje, en el marco en el que estamos, justo cuando en Vox reivindican los toldos verdes, precisamente en el momento en el que el país entero se está agarrando a un clavo ardiendo para sostenerse con el problema de la vivienda, es un error comunicativo garrafal.
Mientras en el PSOE se entretienen desempolvando retratos joseantonianos, los de Abascal ya han puesto su cartel de se alquila en la fachada de la crisis habitacional, con Hernández Quero de portero que abre la puerta a mileuristas ahogados en alquileres e hipotecas variables y a padres que ven a sus hijos hacerse mayores en las habitaciones donde se criaron. Ya ni siquiera hace falta que renuncien al pacharán ni que cuelguen en una percha el chaleco de montería, les basta con señalar con el índice bien tieso –como hacen con todo–, pero esta vez en la dirección aparentemente correcta. Y de repente, el votante de Vallecas que les veía como señoritos de finca recala en su urna porque, total, la izquierda lleva siete años prometiendo llaves que nunca giran en cerradura alguna. Vox ya ha convencido a los malos y a los estúpidos, y ahora va a por todos los demás.