Una escapada a Colmar: Alsacia en estado puro con o sin mercados navideños
Entre canales, fachadas de colores, casas con entramados de madera y calles adoquinadas, es una de las ciudades más fotogénicas de Francia. Con su mezcla de influencias francesas y alemanas, desprende un encanto que cautiva
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En el mapa de Francia, Colmar es solo un pequeño punto en el este del país, pero basta poner un pie en su centro para entender por qué es una de las ciudades más visitadas de la Alsacia. A medio camino entre Estrasburgo y Basilea, esta localidad de unos 70.000 habitantes combina historia, arquitectura y buen ambiente. Lo tiene todo para una escapada perfecta llena de encanto: calles adoquinadas, fachadas de colores, vinos reconocidos y una atmósfera que engancha por igual a locales y visitantes.
Fundada en el siglo IX, Colmar ha pasado por manos alemanas y francesas en distintas etapas, y ese vaivén se nota en cada detalle. Lo alemán se percibe en la precisión de sus edificios. Lo francés, en la elegancia con la que cuida cada rincón. Su casco histórico sobrevivió a los conflictos del siglo XX y hoy es un ejemplo impecable de cómo una ciudad puede conservar su patrimonio sin convertirse en un decorado.
Aunque muchos la descubren durante sus famosos mercados de Navidad, Colmar merece una visita en cualquier momento del año. Pasear por sus calles fuera de temporada navideña permite conocerla con calma, fijarse en los detalles y disfrutar de sus plazas y canales sin grandes multitudes.
Colmar se ilumina y se refleja en el agua al caer la noche.
Calles y canales con historia
Colmar está hecha para moverse sin rumbo. Lo mejor es perderse entre calles estrechas donde cada fachada parece competir en colores y flores. El barrio de los curtidores, en la Rue des Tanneurs, conserva las antiguas casas donde se trabajaban las pieles, hoy convertidas en viviendas y talleres. Muy cerca, el Quai de la Poissonnerie recuerda el pasado pesquero de la ciudad con balcones sobre el agua y pequeños puentes que cruzan el río Lauch.
El lugar más fotografiado es, sin duda, la Petite Venise, un conjunto de canales y casas con entramados de madera que se reflejan en el agua. Esa estampa, al caer la noche, es especialmente bonita. Desde el Pont Saint-Pierre o el puente de la Rue Turenne se consiguen las mejores vistas. Aunque también se pueden hacer paseos en barca, cortos y silenciosos, que permiten ver la ciudad desde otro punto de vista.
Paseando por el casco histórico se entienden muchas cosas. Los carteles antiguos, las contraventanas de colores, las flores en las ventanas, la iluminación… Colmar cuida su belleza más allá del turismo.
Plazas y edificios de cuento
En pleno centro está el Koïfhus, la antigua aduana de Colmar, levantada en el siglo XV. Durante años fue un punto clave para el comercio de vino, telas y especias. Hoy acoge exposiciones y mercados de artesanía.
A su lado se encuentra la Maison Pfister, una joya del Renacimiento alsaciano, con su torre octogonal, sus frescos del siglo XVI y sus balcones de madera. Un poco más adelante está la Casa de las Cabezas, llamada así por las más de cien figuras esculpidas que decoran su fachada. En una de ellas, el escultor Auguste Bartholdi, hijo de la ciudad, dejó de hecho su firma.
La Maison Pfister, uno de los edificios más singulares de Colmar.
Entre los edificios religiosos destaca la Colegiata de San Martín, con su imponente torre de piedra rojiza visible desde casi cualquier punto del casco antiguo. En el interior, las vidrieras medievales y los detalles góticos merecen toda nuestra atención. También es recomendable visitar la iglesia de los Dominicos, donde se conserva la tabla La Virgen de las Rosas, de Martin Schongauer, una de las grandes obras del arte alsaciano.
Museos para todos los gustos
Colmar tiene museos que se disfrutan sin necesidad de ser un experto. El más conocido es el Museo Unterlinden, instalado en un antiguo convento. Allí se conserva el Retablo de Isenheim, una de las piezas de mayor importancia de la colección, junto a obras de Monet, Picasso o Dubuffet. La combinación entre el arte antiguo y la arquitectura moderna del edificio hace que sea una visita muy completa.
Otro museo interesante es el Museo Bartholdi, en la casa donde nació el creador de la Estatua de la Libertad. La colección incluye esculturas, bocetos y objetos personales. Además, a la entrada norte de Colmar hay una réplica de la estatua de 12 metros de altura, un pequeño guiño al artista local de mayor fama.
La característica arquitectura de Colmar.
Sabores alsacianos: vino, queso y tradición
Colmar es la capital del vino de Alsacia y su gastronomía refleja esa mezcla perfecta entre Francia y Alemania. En sus winstubs (tabernas tradicionales) se sirven platos contundentes y vinos blancos de la región como Riesling, Pinot Gris o Gewürztraminer.
Entre los platos imprescindibles están la tarte flambée (masa fina con nata, cebolla y panceta), el baeckeoffe (guiso de carne y patatas al vino blanco), la choucroute garnie (col fermentada con embutidos) y, por supuesto, los quesos alsacianos. También aparecen platos suizos, como la fondue y la raclette, en los que el queso fundido es protagonista absoluto.
El mercado cubierto de Colmar, inaugurado en 1865, reúne a productores locales que venden pan, frutas, embutidos y dulces. En otoño e invierno, las panaderías huelen a bretzels y a pain d’épices, el pan de especias típico de la región.
Más allá del centro: viñedos y pueblos cercanos
A las afueras de Colmar comienza la Ruta de los Vinos de Alsacia, que es todo un atractivo de la región. Las colinas se cubren de viñedos y pequeños pueblos que salpican el paisaje. En menos de media hora se puede llegar a Eguisheim, Riquewihr, Ribeauvillé o Kaysersberg, todos con calles empedradas, bodegas abiertas al público y esa encantadora arquitectura alsaciana que tanto nos recuerda a La Bella y la Bestia de Disney.
En los alrededores también abundan las casas señoriales y quintas vinícolas que ofrecen visitas, degustaciones o alojamiento entre viñas. Si tienes tiempo, dormir en una de ellas, rodeado de silencio y paisaje, es una buena forma de completar la experiencia.
Y si se prefiere seguir en Colmar, un paseo por el parque Champ de Mars o el Jardín Botánico es una forma agradable de cambiar de ritmo antes de volver al bullicio del centro.
Colmar en Navidad.
La Navidad en Colmar
Cada invierno, Colmar se convierte en una de las capitales navideñas de Europa. En 2025, los mercados de Navidad se celebrarán del 25 de noviembre al 29 de diciembre, y transforman la ciudad por completo.
Hay seis mercados repartidos por distintas plazas: la Place de la Cathédrale, la Place Jeanne d’Arc, la Place de l’Ancienne Douane, la Petite Venise y otras zonas del casco histórico. Cada uno tiene su especialidad: artesanía, juguetes, productos locales, decoración y por supuesto vino caliente. Las luces, los coros y el olor a canela lo llenan todo.
La afluencia, eso sí, es enorme. En diciembre, las calles se llenan de visitantes y conseguir alojamiento puede ser complicado. Si se viaja en esas fechas, lo mejor es hacerlo entre semana o a finales de noviembre, cuando el ambiente ya está encendido, pero aún se puede disfrutar con cierta tranquilidad.